LOS COMBATES DE FUNES
Y CUMBAL
Alfredo Cardona
Tobón*
Parque central de Cumbal en Nariño, Colombia
Entre los episodios ignorados
en nuestra historia está la expedición militar, de fines de 1809, comandada por
el quiteño Francisco Xavier de Ascázubi contra las autoridades coloniales de
Popayán. Fue la primera acción militar criolla en territorio de la Nueva
Granada en la época independentista y tuvo enorme importancia política, pues precipitó la caída de la
Junta Suprema de Quito y marcó la voluntad pastusa de luchar bajo las banderas realistas, pues a
su gente, profundamente católica, se les hizo creer que los insurgentes
americanos eran enemigos de su religión.
ANTECEDENTES
En agosto de 1809 los
quiteños depusieron el gobierno colonial y conformaron una Junta Soberana,
semejante a las instauradas en la península durante la invasión francesa. Fue
un acto temerario, teniendo en cuenta el fracaso de las Juntas de Chuquisaca y
La Paz y dada la insularidad del
movimiento quiteño que no buscó el concurso de las ciudades de Guayaquil,
Cuenca y Pasto, que hubieran dado fuerza a sus pretensiones.
La Junta Soberana no
habló de independencia, ni fue contra España; buscó la autonomía, el relevo de
mando de españoles a criollos que juraban lealtad a la metrópoli y al rey. Sin
embargo, las autoridades virreinales no estaban dispuestas a ceder el poder,
por ello la reacción contra Quito no se hizo esperar y de inmediato los
virreyes de Lima y Santa Fe enviaron tropas contra los rebeldes.
LA JUNTA SOBERANA DE
QUITO
Ante el peligro
inminente, los quiteños movilizaron tropas para neutralizar el ataque del gobernador de
Popayán, Tacón y Rosique. La Junta
reunió tres mil hombres en Quito y Otavalo, los más con lanzas y muy pocos con
fusiles, todos mal entrenados y los puso bajo las órdenes de los coroneles
Francisco Xavier Ascázubi y de Manuel Zambrano.
La expedición se
dividió en dos columnas: una bajo las órdenes
de Ascázubi y la otra bajo el comando de Zambrano; eran montoneras en campaña,
compuestas por labriegos y artesanos que por vez primera cargaban un fusil y
manejaban una lanza; eran motines sin disciplina dirigidas por oficiales tan
bisoños como sus soldados.
Las columnas autonomistas
se adentraron en territorio pastuso; con dificultad cruzaron los senderos
bordeados de abismos y avanzaron entre barrancos que se estrechaban como si
fueran ataúdes. Por donde iban encontraban el territorio desierto: las chozas
abandonadas, las aldeas desocupadas… sin una oveja o una cabra, ni graneros
donde reponer provisiones. Se había corrido la voz del ataque de batallones
ateos, enemigos del rey y de la religión, que venían a devastar iglesias y
comunidades.
Los trescientos
fusileros enviados desde Santa Fe se unieron a las fuerzas de Tacón y Rosique
acantonadas en Popayán y entraron a Pasto en medio del repique de campanas,
sones marciales, estallido de cohetes y vivas al rey y a la religión católica. Las
fuerzas coloniales marcharon hacia el sur, animadas por los vecinos y por los
numerosos voluntarios que se les unieron para rechazar al invasor.
El 16 de octubre de
1809 el comandante español Nieto Polo con 190 pastusos armados de lanzas y espadas vadeó
el río Guáitara y se topó con la columna de Manuel Zambrano
atrincherada en el Chapal de Funes.
El desastre de los
quiteños empezó con la defección de parte de la tropa que se entregó al enemigo
antes de empezar el combate. Los que quedaron emplazaron sus tres cañones
contra la turba de Nieto Polo, pero fue más el ruido que el daño, dada la
inexperiencia de los artilleros. Nada se pudo hacer ante el empuje de los
pastusos que a los cuarenta y cinco minutos eran dueños de la situación.
La persecución de los derrotados continuó
hasta el cerro de las Ánimas, donde fueron alcanzados y rendidos los que
sobrevivieron al desastre. En el campo de combate quedaron decenas de muertos, 107 soldados cayeron prisioneros y la columna
autonomista perdió el armamento, las mulas y las vituallas.
A la columna de Ascázubi no le fue mejor. Ante el empuje de las tropa del goberandor
Tacón los quiteños se retiraron hacia
Arrayanales donde se disolvió la tropa.
En pequeños grupos se dirigieron al sur perseguidos por el capitán Gregorio
Angulo. En Sapuyes un grupo de
milicianos compuesto en su mayoría por mujeres hizo frente al comandante
Azacazubi y tras una breve escaramuza lo capturó junto con algunos de sus oficiales..
LA MALA NOTICIA
Los desastres de
Funes, Cumbal y Sapuyes se sumaron a la derrota en Lacatunga a manos del
Batallón Real de Lima. Todo ello, junto con las disensiones internas, bajaron
de tal manera la moral de los quiteños, y
en pocos días se evaporó lo que quedaba del
ejército de la Junta Suprema. Para rematar, los pocos pueblos que habían
respaldado a los quiteños les dieron la espalda y se levantaron contra la
Junta, que sin ejército, sin dinero, desunida y rodeada de enemigos entregó el
mando a Juan José Guerrero y Matheu, conde de Selva Alegre, que capituló a
cambio de amnistía y olvido del pasado.
Nuevamente en el poder,
el presidente Ruiz de Castilla esperó la llegada de las tropas limeñas para
restablecer la Real Audiencia y ordenar la captura de los revoltosos, pese a
las promesas pactadas. Los que no pudieron huir fueron confinados en calabozos y asesinados de manera vil cuando el pueblo
trató de rescatarlos.
Se afirma que la
batalla del Bajo Palacé, acaecida el 28 de marzo de 1811, fue el primer encuentro en territorio granadino entre autonomistas y tropas
coloniales. No es así: fue en Funes, en Cumbal y en Sapuyes donde los patriotas,
del territorio que después se llamó Colombia, recibieron su bautismo de fuego.
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