Alfredo Cardona Tobón*
General Santos Acosta
En la alborada del
último día de febrero de 1877, una niebla espesa arropó el cerro Sancancio y se extendió por las
lomas de Guamal, San Antonio y El Perro.
Las tropas caucanas habían
avanzado hasta El Tablazo y amenazaban desde el
alto de San Julián en Villamaría. Al igual que en el año 1860, los defensores de la aldea esperaban un
ataque en medio de la neblina, y confiaban
en que los asaltantes se estrellarían
contra Manizales, tal como
ocurrió con las fuerzas de Mosquera. En Medellín no estaban tan seguros del triunfo y
por eso habían iniciado contactos en
secreto con el presidente Murillo Toro para encontrar una salida honrosa al
conflicto.
Mientras el general Trujillo
cerraba el cerco a la población, los habitantes de Manizales sentían cada vez
más próximo el hálito de la muerte y el pillaje. Los pudientes desplazaron sus
ganados hacia el norte y muchas familias buscaron cobijo en Aranzazu y Salamina.
En el Tolima las fuerzas
liberales comandadas por el general Santos Acosta mantenían una guerra de
posiciones con las tropas del gobernador Cuervo, cuyo interés era salvaguardar
a su Estado. Entre Manzanares y Manizales los antioqueños habían situado los
batallones Arboleda y Londoño y una compañía de Pensilvania en el sitio de
Yolombal, fuerzas que por su número habrían sido incapaces de cerrar el paso a
las tropas liberales.
Si Julián Trujillo con los
caucanos y Santos Acosta con la gente del Altiplano hubieran atacado
conjuntamente a Manizales, los paisas no
habrían tenido otra opción que buscar una rendición inmediata y honorable; pero
el gobierno liberal buscaba la gloria para Trujillo y por ello frenaron las
acciones del general Santos Acosta, lo que representó más sangre y más luto
para los colombianos.
LA GUERRA EN EL TOLIMA
Desde principios de enero de 1877
una columna liberal bajo el mando de Didacio Delgado ocupó la aldea de
Aguabonita desde donde hostigó las posiciones de Palmichal y Miraflores
defendidas por los conservadores.
El 28 de febrero, Don Marcos
García dormía placidamente en su casa de Llanadas, sitio ubicado entre
Manzanares y Aguabonita. A media noche los perros ladraron frenéticamente
anunciando la presencia de extraños y fueron callando uno a uno con aullidos de
agonía. Don Marcos se levantó y agarró la escopeta. Golpes de cantonera de
fusil retumbaron en las puertas de cedro de la humilde vivienda. “¡ Abran en
nombre del gobierno!” El gato dejó de
acechar un ratón y salió en estampida
hacia la cocina. La soldadesca entró y la aterrada familia se internó en la
oscuridad del monte dejando sus pertenencias a merced de los intrusos.
Al rayar el día los liberales
emplazaron varios cañones delante de la casa de Llanadas y rompieron fuegos
sobre el batallón Marulanda que se
atrincheraba en el sitio de Palmichal.
EL ATAQUE DE LOS CUNDINAMARQUESES
El cañoneo, débil al principio,
se intnsificó a mediodía . El objetivo de los liberales era neutralizar las
tropas de Palmichal mientras los
batallones Voltígeros, Bárbula y Vencedores atacaban las posiciones
conservadoras de Miraflores.
Fue crudo el combate. Los
liberales cargaron con intrepidez y separaron las fuerzas conservadoras
dirigidas por el coronel Ignacio Buenaventura y por el sargento mayor Aurelio
Parra.
En un esfuerzo desesperado los
defensores de Miraflores rechazaron el
embate y tras reunir sus fuerzas hicieron frente, con éxito, a una nueva arremetida.
Los refuerzos de los batallones
Cazadores, Girardot y Líbano, compuestos
por combatientes paisas, consolidaron
las posiciones de Miraflores e hicieron
retroceder a las fuerzas liberales compuestas por cundinamarqueses y boyacenses
que dejaron el campo regado de cadáveres.
Las pérdidas conservadoras fueron
grandes. Murieron tres oficiales, once individuos de tropa y quedaron 29
heridos. Las víctimas liberales pasaron de un centenar entre muertos, heridos y
capturados.
LA OCUPACIÓN DE LLANADAS.
Después de terminado el combate
en Miraflores, alrededor de las cinco de la tarde, el general Antonio B. Cuervo,
presidente del Tolima y General en Jefe del Ejército de ese Estado, envió su Guardia de Honor y una
compañía del batallón Cazadores hacia el sitio de Llanadas.
Los liberales habían retirado los
cañones y solamente una guerrilla permanecía en el lugar, mimetizada entre unas
piedras, arriba de la casa de Marcos
García.
Tras un nutrido tiroteo, la
guerrilla se perdió entre los rastrojos y los conservadores, con el teniente coronel Rafael Méndez al
frente, retomaron la vereda de Llanadas.
Las gallinas y el marrano
desaparecieron del corral de Marcos García. El palomar quedó desierto . Cuando
regresó la familia, en la casa saqueada encontraron solamente al gato agazapado y erizado detrás de un bulto de
leña que estaba en la cocina.
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