Alfredo Cardona Tobón
Umbra fue una región habitada
por tribus ansermas que comprendía el
territorio de Guacuma, en el actual municipio de Quinchía, con fuentes saladas,
hulla y con aluviones ricos en oro. El cerro Carambá ( Batero) se levantaba imponente a poca distancia del río
Cauca, era un santuario de los tapascos y los guaqueramaes donde según la
mitología indígena, moraba Xixaraca, el
Creador y Protector de los nativos y la diosa Michua, señora del Valor y de la
Guerra. Debajo del cerro Opirama, enclavado en la serranía estaban
aprisionados los Tamaracas o demonios,
genios del mal, que de tanto en tanto se
escapaban y en forma de langosta, pestes
y sequía hacían daño hasta que Xixaraca
los hacía regresar a las profundidades de la tierra.
El cacique Chiricha hizo frente al conquistador, pero fueron más letales
los arcabuces y los perros de presa que las lanzas de los tapascos; el
conquistador invadió a Guacuma y asombrado por los quinchos, o trincheras de guadua, con cráneos que silbaban lúgubremente cuando
pasaba el viento por sus cuencas, identificó la región con el nombre de
Quinchía.
LA HISTORIA DE GUACUMA
En 8 de septiembre del presente año, en la Casa de la Cultura de Quinchía, Alejandro
Ugarte, Merardo Largo y Fernando Uribe presentaron su libro “Historia de
Guacuma” ; fue un acto apoteósico que envidiarían muchas ciudades capitales.
Asistieron invitados especiales, el Cabildo y varios comuneros del Resguardo
indígena de Carambá.
Fue un acto donde se exaltaron los valores indígenas y a la
comunidad que a través de los siglos ha sobrevivido gracias a la solidaridad, el trabajo, el amor a su
tierra, la defensa de los suyos y su resistencia a las persecuciones y a los atropellos.
Esta vez, al contrario de lo que se ve en eventos culturales en la zona paisa, no se habló de la ruana, las cotizas, de los arrieros
ni de la estirpe castellana; esta vez se recordó a una comunidad que fue punta de lanza del
radicalismo liberal caucano, con capitanes que combatieron al lado de Mosquera
en 1860 y en las toldas de Payán en 1877 e hicieron frente a los invasores
paisas que pretendían apoderarse de sus salados y sus minas.
Quinchía le debe todo al antiguo Resguardo indígena que fundó el pueblo al
lado de la misión de Nuestra Señora de la Candelaria en 1591, donó el terreno
para trasladarlo al sitio actual, cedió la mitad de sus minas de carbón para
que construyeran la iglesia e impidió que gente ultragoda, traída de Marinilla y Carmen de Viboral se apoderaran de
Quinchía o que violentos de épocas recientes doblegaran a la comunidad y
borraran la identidad quinchieña.
Los “blancos” de Manizales
aislaron el municipio por ser de “patianchos”,
liberal y protestante; esta actitud fue la continuación de la inquina de los
paisas con los caucanos. Cuando se construyó la carretera entre Riosucio y
Anserma, se hizo un desvío costoso por
la serranía para que la vía no pasara por la cabecera de Quinchía. Hasta 1960 se entraba por una trocha estrecha y destapada y no había carreteras de
penetración, ni colegios, ni acueducto ... pese a poner los votos para los políticos
de Riosucio, como hoy lo hace con los del barrio Cuba y Dosquebradas.
En los gobiernos de Ospina Pérez y de Laureano Gómez, fuerzas tenebrosas
quisieron acabar con la comunidad quinchieña; bandas de antisociales de los
municipios vecinos irrumpieron en le pueblo pero no pudieron penetrar en el
campo; en 1948 Otto Morales, siendo
liberal, presentó una ley para disolver el Resguardo y
personajes acaudalados de Riosucio y Manizales se apropiaron de las mejores tierras.
Sin vías, con poco contacto con los
citadinos y con la prevención contra los extraños, varios núcleos campesinos se
enquistaron por décadas, lo que permitió conservar una cultura cuyos últimos
vestigios pueden desaparecer con las generaciones que están declinando y por
las influencias de una civilización que ha penetrado en todos los rincones del
municipio que ahora cuenta con vías, colegios y muy buena infraestructura.
En 1992 los nativos de Bonafont, en Riosucio, restablecieron el resguardo La Escopetera que los pirsas habían conformado en tiempos de
la colonia al separarse del Resguardo de La Montaña. Dentro de ese resguardo
los riosuceños incluyeron varias veredas quinchieñas; pero años después los quinchieños
establecieron el resguardo de Carambá con su propio cabildo y el 12 de
diciembre de 1997 eligieron a Argemiro Aricapa Tapasco como gobernador mayor.
A partir del resguardo de Carambá renace Guacuma con ocho globos de terreno y 22
veredas que incluyen 4896 indígenas afiliados que buscan titulación de tierras,
la recuperación de otras, una organización comunitaria y el rescate de los
valores culturales.
LA LENGUA UMBRA
Durante el Frente Nacional el INCORA parceló una extensa finca de Alejandro
Toro y en la vereda de Ginebra adjudicó parcelas de ocho hectáreas a campesinos
sin tierras, que a pulso empezaron a
cultivar café, cacao y caña panelera. En esa nueva comunidad se destacó un
jovencito de nombre Merardo Largo Trejos
que consiguió un cupo en el Hogar campesino de Riosucio, estudió Etnoeducación y Desarrollo
comunitario en la UTP, Etnolinguistica y
fonética en Ecuador y el Perú y alcanzó la dignidad de gobernador del Resguardo
de La Escopetera y concejal de Quinchía.
Merardo jamás se desligó de la
parcela de sus padres y en los ires y venires
se dio cuenta de que su gente tenía otras costumbres y un lenguaje
distinto al que hablaban los emberas que
desde años recientes se habían instalado en la región. Merardo empezó al cotejar las palabras y las
frases y descubrió el último reducto de los hablantes del lenguaje de los
primitivos ansermas.
A la par de sus labores
administrativas y políticas Merardo continuó con el rescate de la lengua Umbra,
pero en el año 2001, militantes del EPL
atentaron contra su vida y lo obligaron a emigrar y radicarse en Canadá donde
continúa con sus estudios de doctorado. Ahora la labor está en manos de Jhony
Largo Trejos , hermano de Merardo, y también etnolingüista, quien con el
Cabildo de Carambá ha desplegado una campaña para recuperar el lenguaje y extenderlo
antes que desaparezca.
En la actualidad solamente siete familias hablan la lengua umbra: dos en
la vereda de Batero, dos en Ginebra, dos en Juan Díaz y una en Sardinero, todas
ellas en Quinchía. En tiempos recientes el maestro Guillermo Rendón trató de
conformar una escuela de umbra en la vereda de Batero para extender el
lenguaje, pero el proyecto no pasó de la idea; a través de la Academia Pereirana de Historia, de la Casa de
la Cultura de Quinchía y de los líderes culturales Alejandro Ugarte y Fernando
Uribe se buscará el apoyo de las entidades oficiales para adelantar el rescate
de la lengua umbra.
Sobran argumentos para sustentar el proyecto de recuperación de la lengua
umbra, pero además del aspecto cultural es esencial la parte económica pues es
necesario fortalecer esas comunidades indígenas para impedir que desaparezcan o
se disgreguen, agobiadas como están, por la pobreza y las necesidades.
Veremos que opina el gobernador de Risaralda. Él puede rescatar esta lengua y estas comunidades
o ser uno de los testigos mudos de la desaparición del legado indígena más
grande del Eje Cafetero.
Comentarios
Publicar un comentario