Alfredo
Cardona Tobòn*
Por
un pueblecillo estancado en el tiempo
entró la tecnología a Colombia,
fue en los socavones auríferos de Marmato donde a principios del siglo
XIX empezaron a reventar las semillas del desarrollo industrial del país y por donde entraron los inmigrantes
europeos que nos trajeron la ingeniería.
Al
consolidarse la independencia de España el Libertador Simón Bolívar gestionó un
cuantioso préstamo con los ingleses para conseguir recursos en la campaña del
Perú, como un aval los empresarios se encargaron de explotar las minas de oro
de Marmato y Supía. Los resultados iniciales crearon el espejismo de un Dorado, por Europa se regó
la noticia de laderas tapizadas de oro, lo que facilitó el enganche de lavadores
de estaño en Cornwalles, peones mineros en Westfalia, militares fracasados en
Francia, aventureros y notables metalurgistas geólogos, médicos y cartógrafos.
El
trópico y los excesos acabaron con la vida de la mayor parte de los inmigrantes;
algunos anclaron en la región y sembraron sus simientes en los vientres
cálidos de las mestizas de Riosucio y Supìa
y otros ensayaron fortuna en
Antioquia y el Altiplano bogotano.
La
presencia europea fue un soplo vivificante en estas breñas que estaban en la edad
de las cavernas: se modernizó al
explotación minera, se introdujeron tecnologías y se cambió el rumbo de
Colombia en muchos aspectos. Veamos algunos casos notables:
UN
GRAN EMPRESARIO
Aunque
los españoles había traído varios
ingenieros de altos quilates, fue el inglés Tyrell Moore quien mejoró las explotaciones de Marmato con el
diseño y montaje de los pisones movidos por fuerza hidráulica. Cuando los
grandes mineros de Antioquia conocieron los avances de Mister Tyrell se lo
llevaron para Titiribí a la mina del Zancudo, donde montó la fundición de oro y
enseñó a beneficiar la plata que se perdía con el mineral .
Tyrell se entroncó con la flor y nata de la sociedad
antioqueña al contraer nupcias con Nepomucena Mejía y Lorenzana. Este hombre
ambicioso y de visión emprendió los
primeros planes de vivienda en Medellín y donó el lote para la construcción de la imponente
catedral de Villanueva. Fue también el pionero de la industria del cafe en
Antioquia, pues con los hermanos Pedro y Julián Vásquez sembró los primeros
cafetales en el municipio de Valdivia.
Después
de trabajar algunos años en las minas antioqueñas Tyrell Moore se radicó en
Bogotá y en la zona de Sasaima continuó con sus proyectos agrícolas, cultivando
y beneficiando los cultivos de café, cuyas cosechas sacó por el río Magdalena
con destino al puerto alemán de Bremen.
El
viejo minero inglés fundó en Bogotá varias empresas en los ramos de la cerámica
y la construcción; después de una vida meritoria Tyrell Moore murió en 1881 a la edad de 78
años. En Medellín una calle lleva su nombre y en Bogotá subsiste una de las
empresas fundadas por Tyrell Moore.
UN PIONERO AGROINDUSTRIAL
Edward
Nicholls llegó a Colombia como Director de la mina de Santa Ana, de donde pasó
a Marmato como Superintendente General de las minas.
Nicholls
fue un gran administrador y hombre de empresa. Era un protestante de ideas claras que no
abandonó su religión pese a la presión de la sociedad católica y fanática que
lo rodeaba.
Mister
Nicholls se separó definitivamente de su patria inglesa y se radicó en
Medellín. Fue un pionero en muchos campos: en su finca en tierra fría introdujo
el arado con carreta y por primera vez
seleccionó semilla de papa, pues
era costumbre utilizar el redrojo en las siembras. Con esta innovación aumentó
la productividad y la calidad en los cultivos del tubérculo. Nicholls enseñó a
los antioqueños a fabricar queso de ojo, jamones ahumados y a preparar la
mantequilla por el sistema de batido en reemplazo de las mulas que daban
vueltas con los tachos de leche. Fundó la primera cervecera del país y mostró a
los paisas cómo distribuirla en forma higiénica.
‘MISTERES’ EMPRENDEDORES.
El
médico inglés William Jervis tocó tierra marmateña en 1826, se volvió guaquero
y como otros paisanos se aficionó al calorcito sudoroso de las mulatas
supieñas. Este galeno atendió pacientes a lado y lado del río Cauca y en
Salamina utilizó la sonda en el cateterismo vesical con técnicas desconocidas
en Colombia. Radicado en Medellín se encontró con una epidemia de disentería y
para conjurar el mal recetó altas dosis de calomel, con resultados tan
desastrosos que aquello que no hizo la enfermedad lo consiguió la receta de
Jervis. Caído en desgracia profesionalmente se dedicó a la guaquería. Ya rico
regresó a Londres, donde se dice, murió de aburrimiento.
Otro
médico famoso que repasó los vericuetos de Marmato fue Jorge Williamson, un
todero que, según dicen quienes lo conocieron, sabía de lo divino y de lo
humano. Tenía una fama de sobrado tan grande, que según una de sus anécdotas,
un día llegó al consultorio un campesino con un hato de verraquillo en un
costal. “Oiga señor médico- le dijo el labriego- como usted es mister y es muy buen doctor, seguro que también sabe
hacer violines, yo le traigo una madera muy buena y colorada de mi finca, para
que hagamos una sociedad y la explotemos en compañía.”
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