Alfredo Cardona Tobón*
En medio de la celebración de la fiesta de Jesús en
la parroquia del Tambo, al sur de la Nueva Granada, un jinete desmontó frente a
la iglesia y se dirigió presuroso al altar mayor. Era el doctor Ignacio
Tenorio, un personaje importante de Popayán, en cuyo rostro se notaba el
cansancio de la larga travesía desde Quito.
El viajero llamó al cura y ante la concurrencia de
numerosos feligreses que se arrimaron a curiosear, al salir del templo dijo en
medio de sollozos y espavientos que estaba dando gracias por llegar a una
tierra buena, libre de la canalla impía
que había tomado el poder en la lejana ciudad.
LA REVOLUCIÓN DE LOS MARQUESES
Desde 1798 ya se hablaba de libertad en Quito y los
conspiradores se movían por salones y saraos para preparar un golpe contra las
autoridades españolas, el cual finalmente
reventó en la noche del 9 de agosto de 1809.
El doctor Ignacio Tenorio fue testigo de la rebelión
y como amigo fiel del gobernador de Popayán, Miguel Tacón y Rosique, corrió
aterrorizado a comunicarle la infausta nueva para que tomara las precauciones
pertinentes, pues la amenaza se extendía a la Nueva Granada.
Al llegar a Popayán, Tenorio repitió el drama del
Tambo y pintó a los conspiradores como
apóstatas, herejes y enemigos de Fernando VII, que armados y con dinero iban a
extender su dominio por los contornos de la provincia sureña.
En tanto que los marqueses de Villa Orellana, de
Solanda y de Miraflores se unían a los rebeldes quiteños, las fuerzas españolas
de Popayán, de Cuenca, Guayaquil y Santa Fe adelantaron operativos para reducir
a los criollo sublevados.
El gobernador de Popayán, Don Miguel Tacón y
Rosique, azuzado por el clero empezó a difundir proclamas incendiarias contra
los supuestos enemigos de su régimen y organizó una expedición que salió al
encuentro de la columna criolla que avanzaba desde Quito.
Para fortuna de Tacón y Rosique, que contaba con una
fuerza heterogénea y poco confiable, su enemigo marchaba bajo el mando de
Francisco Javier Ascázubi, un entusiasta patriota de Quito, pero lego en el
arte militar y de nervios muy flojos. La tropa del gobernador arrolló a los
criollos y Azcásubi, aterrado por la gritería de una turba armada de palos, se
escondió en los rastrojos donde lo capturaron unas mujeres patianas vestidas de
soldado.
LA REACCIÓN DE LOS CRIOLLOS
Para atajar el creciente fermento revolucionario, el
gobernador Tacón encerró en los calabozos a Mariano Meza, Joaquín Cordero y
Mariano Carvajal, acusándolos de propalar rumores contra su persona.
La llegada a Popayán de Carlos Montufar, comisionado
de la Regencia de Cádiz, bajó la presión de las autoridades españolas, que
supieron que la metrópoli no estaba en condiciones de brindarles apoyo en caso
de una revuelta. En consecuencia, Tacón liberó a los prisioneros y para ganarse
al pueblo permitió la libre producción y comercialización del aguardiente.
Los sucesos del veinte de julio de 1810 en Santa Fe,
catalizaron la reacción de los notables de Popayán que constituyeron una Junta
de Seguridad y solicitaron una Junta Suprema.
Tacón y Rosique dilató la conformación de la Junta
con la esperanza de unos refuerzos de Quito y la llegada de armas y cañones
despachados desde el istmo. Al fin, el gobernador se opuso a la Junta Suprema,
disolvió la Junta de Seguridad de Popayán y preparó un ataque para someter y
acabar con la Junta criolla de las Ciudades Confederadas del Valle.
La Junta Suprema de Santa Fe apoyó a los vallunos y
una columna bajo el mando del coronel Antonio Baraya marchó hacia Popayán,
mientras otra columna de Neiva cruzaba el
páramo de Guanacas para unirse
con Baraya y enfrentarse a los españoles
y sus aliados.
El gobernador desfiló a caballo por las calles de
Popayán acompañado del Cabildo y de multitud de cortesanos que iban atrás con
música, voladores y vítores. Con abrazos y bendiciones Tacón conquistó el favor
de los negros del Patía y de los indios de Juanambú y de Pasto, entonces reunió
las montoneras y al son de cajas y clarines declaró la guerra a los insurgentes
criollos.
LA BATALLA DE PALACÉ
Las fuerzas confederadas del Valle tomaron la
ofensiva y obligaron a Tacón a dejar sus trincheras y salir a su encuentro. El
28 de marzo de 1811 chocaron las fuerzas enemigas en la pequeña explanada de
Palacé en el camino de Cali a Popayán.
Tacón rompió fuegos y atacó con todo. Los patianos
estaban dispuesto a morir por su rey, y no tanto los capitanes españoles que
iban al frente de la caballería, quienes al cruzar el puente mandaron a los
hombres al combate: "Ea hijitos- les arengaron- vayan a pelear con valor en nombre de nuestro
monarca, que nosotros nos quedamos aquí rezando el rosario para que Dios nos dé
el triunfo."
La muerte de los comandantes Almarán y Moledo, alma
del ejército de Tacón, desalentó a los seguidores del gobernador, quienes
desordenados, abandonaron el campo de combate. El triunfo de los criollos tuvo
importantes consecuencias: los rebeldes tomaron a Popayán y Tacón
y Rosique se desplazó a la costa del océano Pacífico, donde las
guerrillas patriotas lo derrotaron y con
25 sobrevivientes de su ejército llegó a Lima. En 1819 viajó a España con el
grado de Mariscal de Campo, el rey lo nombró gobernador de Málaga y de allí
pasó a gobernar a Cuba.
El Cónsul norteamericano en La Habana, A. P. Trit, lo
describió así:
Autoritario, rígido, agrio de carácter e indudablemente
activo y enérgico. Un contemporáneo suyo decía que era el prototipo del
caballero de
Castilla, orgulloso de su elevada posición, severo hasta
la acritud en el ejercicio de sus funciones, firme como una roca y no obstante
afable y cortés en el trato con los extranjeros, sentía una antipatía y un odio
invencible a los criollos (hijos del país) posiblemente por sus antiguas
campañas en sudamérica y no solo que no ocultaba estos sentimientos sino que se
complacía en hacer ostentación de ellos".
Las primeras victorias criollas contra Tacón y
Rosique fortalecieron a la Junta Suprema de Santa Fe y a la provincia de
Cundinamarca, que con Nariño al frente, trataba de coordinar los esfuerzos de
las provincias granadinas que aún no se decidían por el rey o por la república.
Vino luego el contraataque realista, y Pasto y
Popayán se convirtieron en un cadalso anegado con sangre patriota
Excelente articulo. Gracias por divulgar y hacer real la historia de la ciudad mas historica de Colombia. Felicitaciones. Atte. Daniel B. Brunelesch C.
ResponderEliminar