Alfredo Cardona Tobón
Vista desde el aire, la población de San
Bartolo, en territorio del municipio de Pácora, parece un bejuco grueso
adherido al espinazo de una serranía que se va desvaneciendo a medida que se acerca
al río Cauca. De este pueblito veterano sin pergaminos ni grandes señores, que
está en la lista de los corregimiento más antiguos del departamento de Caldas,
podría decirse que está condenado a vivir bajo el ala pacoreña, pues
en el viejo caserío el tiempo parece
haberse detenido y el progreso, a duras penas ha cogido el paso de las mulas mientras
el resto del mundo se desplaza a la velocidad del jet.
San Bartolo se llama San Bartolo y no San
Bartolomé como quieren identificarlo algunos. Ese fue el nombre dado por el Concejo municipal cuando lo elevó a corregimiento den 1899, acatando la voluntad del sacerdote Juan Bautista Gutiérrez, que quiso honrar
al patrono de la comunidad llamándole familiarmente San Bartolo.
La aldea tiene el encanto de sus tierras feraces, de sus horizontes desparramados y un pasado que al descorrer sus velos nos recuerda a los aguerridos indios paucuras de la época precolombina y al conquistador Jorge Robledo que fue sacrificado en la Loma de Pozo, no lejos de la actual aldea
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La aldea tiene el encanto de sus tierras feraces, de sus horizontes desparramados y un pasado que al descorrer sus velos nos recuerda a los aguerridos indios paucuras de la época precolombina y al conquistador Jorge Robledo que fue sacrificado en la Loma de Pozo, no lejos de la actual aldea
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San Bartolo nos recuerda a los guaqueros y a
los mineros de Marmato que iniciaron el poblamiento de la serranía y a las
guerrillas de uno y otros bandos que mantuvieron caliente ese lado de la
frontera.
LA ALDEA DEL BUREO
A mediados del siglo diecinueve los mineros
del distrito de San Juan probaron suerte en las lomas pertenecientes a la villa
de Arma y catearon por la quebrada de Guirguará y por la quiebra de Aliñaderos hasta encontrar
una prometedora mina en el sitio del Bureo, no lejos de las riberas del río
Cauca.
El rumor del hallazgo de oro corrió por los
socavones de Chachafruto y de Echandía y numerosos marmateños se descolgaron
por las cabuyas de Bufú y La Cana, cruzaron playones y remolinos y conformaron
una aldea, que creció rápidamente y se convirtió en la cabecera del
corregimiento de Arrieta, nombre dado en homenaje al líder radical Diógenes
Arrieta y que selló el destino liberal, revoltoso y conflictivo de una
comunidad incrustada en la goda Pácora, que
fue un intenso dolor de cabeza para las autoridades civiles y eclesiásticas de
la cabecera.
Los pésimos caminos en esa arisca topografía,
la proximidad de Marmato y Supía, la autonomía económica, sus tendencias
políticas y hasta el color oscuro de los vecinos, separaron la fundación minera
del resto del municipio. Al finalizar el siglo XIX la veta de oro se fue
empobreciendo y los pobladores del Bureo se vieron en la necesidad de repasar
el Cauca o trepar por la serranía en busca de otras oportunidades y diluirse,
entonces, en las colonias paisas de San Bartolo, Castilla y Miraflores.
SAN BARTOLO SE CONSOLIDA
Desde 1860 los paisas establecen cultivos
ilícitos de tabaco arriba de la Loma de Pozo y en esas lejanías, que los
protegían del control inquisitivo de las autoridades de Antioquia, empezaron a
multiplicarse los alambiques de aguardiente parta surtir los socavones de Marmato;
por la trocha que llevaba del Alto de las Coles al río Cauca aparecieron las
fondas y ante la necesidad perentoria del trueque y de bastimentos los colonos establecieron una feria los días
sábado al lado de unos ranchos que constituyeron el gérmen de San Bartolo
Al incipiente caserío afluyeron los mineros del Bureo y de Castilla
y los colonos paisas de los alrededores, que sin la coyunda de los curas
alzaban la bata a las mulatas en bebetas desaforadas y en las guabinas
concertadas por las negras marmateñas que tendieron sus esteras en las afueras
del poblado.
Los continuos roces bélicos entre Antioquia y
el Cauca convirtieron a San Bartolo en un punto crítico. En 1863 la localidad
sirve de base a las guerrillas liberales que acosan a los restauradores e intentan cortar las comunicaciones entre
Manizales y Medellín, y en 1876 el caserio se convierte en el cuartel de los
revolucionarios conservadores que marchan hacia el Alto del Reventón en Supía,
donde hacen trizas a las fuerzas liberales de Felipe Ortiz, dando principio a
la letal guerra fratricida, que termina dos años más tarde con la rendición de
Manizales.
Como en San
Bartolo se concentra la actividad económica de la serranía, el Concejo
de Pácora lo erige como cabecera del corregimiento que toma su nombre. El Bureo
desaparece del mapa, la fundación de
Miraflores víctima de la inseguridad y
de las peloteras no alcanza a cuajar,
los paisas repueblan al caserío de Castilla que empieza a crecer a paso
de tortuga alrededor de la capilla y su Virgen milagrosa y San Bartolo sigue a paso lento, con su calle larga y un
cementerio donde se seca café en las lozas de las tumbas y los muertos se
calientan con el aire que se eleva del
cañón del río Cauca.
San Bartolo con su tierra fértil y el mirador
hacia el Cauca se atoró en el tiempo, la pequeña aldea se parece a una
enamorada que espera un príncipe azul que la lleve a vivir juiciosa al siglo
XXI, pero alejada de todo, sin dote ni escudos, su destino parece ser el de
seguir aferrada como un modesto corregimiento en la arugada y solitaria serranía.
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En las varias veces que viajé de Manizales a Aguadas y Pácora, el bus se desvió por La Pintada, porque como es costumbre en éste punto de la carretera, había derrumbe o había "pesca milagrosa" de la guerrilla. Así conocí San Antonio de Arma y San Bartolo; de los poblados caldenses donde no alcancé a dictar clase con los campesinos de la zona, fué San Bartolo. Cuando pasé era de noche y la atmósfera de soledad me impresionó, con su calle larga principal toda nublada donde apenas se alcanzaban a vislumbrar los colores verdes de los postigos, ningún peatón caminando, el bus pasó rápido y no se detuvo ni a tomar tinto porque todo estaba cerrado. Cuando proponía la clase faltante en San Bartolo, los profesores se excusaban diciendo que era muy lejos, que los campesinos estaban ocupados, que el clima no ayudaba, que...etc.
ResponderEliminarjotagé gomezó
San Bartolomé es un hermoso pueblo donde el calor de los sus habitantes y el carisma lo convierten en uno de los mejores... el que va a San Bartolomé no se quisiera ir... es hechado pa delante a pesar de las dificultades y ha salido adelante... te amamos mi San San Bartolomé
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