Alfredo Cardona Tobón
Durante la celebración del
primer centenario de la Independencia de
Colombia, se descubrió una placa de
mármol, en la esquina norte de la Plazuela de La Capuchina en Bogotá, con la
siguiente leyenda: “En este edificio donde estaba preso por su amor a la
libertad, salió en brazos del pueblo, el 21 de julio de 1810, el canónigo
magistral doctor Andrés Rosillo…¨”
Para los capitalinos
interesados en su historia el canónigo es un personaje importantísimo, pero
dudo que en el interior se le recuerde siquiera con una modesta placa.
¿QUIÉN FUE ANDRÉS ROSILLO?
Este notable personaje
de la Independencia nació en El Socorro,
Santander, en 1758. Se graduó de abogado en el Colegio del Rosario y recibió la
orden sacerdotal en Tunja en al año 1792. Andrés Rosillo ejerció su ministerio
sacerdotal, ocupó la rectoría del Colegio Mayor del Rosario, fue abogado de la
curia, sobresalió en los negocios y se le conoció, también, como uno de los mayores
prestamistas de Santa Fe.
Ilustrado y conspirador, el
canónigo se reunía en secreto con Francisco José de Caldas, con Torres y otros jóvenes para hablar de política, de los
últimos acontecimientos y de las ideas que se agitaban en las colonias españolas.
Al constituirse la Junta de
Quito, el virrey Amar reunió a los criollos y a los españoles para estudiar la
situación, previa promesa de permitir que expusieran libremente sus ideas. Los peninsulares
propusieron el sometimiento de los rebeldes quiteños, por la fuerza si fuere
necesario, y los criollos opinaron que debía reconocerse la Junta de Quito y
establecer otra semejante en Santa Fe.
El virrey no tuvo en cuenta la opinión de los americanos
y sin consultar con nadie envió 300 fusileros para reforzar las tropas de Popayán
y atacar a Quito. Mientras las tropas de
Lima asesinaban a los autonomistas sureños, Santa Fe era un hervidero de
rumores: se decía que iban a ultimar a los Oidores y que se fraguaba un
levantamiento de esclavos.
Algunos santafereños
organizaron una columna para evitar que las tropas del virrey marcharan al sur,
pero la conjura fue descubierta, entonces, dos sobrinos de Rosillo viajaron a
la provincia del El Socorro y allí
organizaron una pequeña fuerza que se retiró a los llanos del Casanare, donde
se levantaron en armas contra el poder colonial.
LAS ACTIVIDADES DE ROSILLO Y
MERUELO
Rosillo se movía entre los
poderosos; a más del dinero tenia don de gentes y una cultura cosmopolita;
también le gustaba figurar y estar al frente de todos los acontecimientos; por
eso llevaba noticias agrandadas al palacio del virrey e inventaba rumores que
hacía correr entre los criollos y alarmaba a los españoles.
Al conocer la prisión de los
borbones, el canónigo se acercó a la
esposa de Amar y Borbón para ofrecerle al Virrey la corona de la Nueva Granada, ya que el
virreinato quedaba sin autoridad real, pues decía que Fernando VII habría
perecido en manos de los franceses por lazo, espada o veneno. A Doña Francisca
no le tentó la oferta, pero la inquietó sobremanera, pues Rosillo ofrecía la
colaboración de 40.000 hombres en armas y decía que podía poner en marcha una
gran rebelión de esclavos.
LA PRISIÓN DE ANDRÉS ROSILLO
La defensa de la Junta de
Quito, los acontecimientos de los llanos y sus reuniones con agitadores de San
Victorino lo empezaron a alejar de las altas esferas del gobierno y su imprudencia alertó a los españoles, que
rodearon al virrey, intensificaron los controles sobre los elementos criollos y
pusieron tras de rejas a Nariño, al Oidor Miñano y a mismo Rosillo, a quien
capturaron en El Socorro y lo condujeron con grandes precauciones a Santa Fe
para confinarlo en el convento de Los Capuchinos
De haber estado libre, el
canónigo Rosillo hubiera figurado en primera línea en los sucesos del veinte de
Julio de 1810 que dieron como resultado la conformación de una junta de
notables para dirigir al virreinato.
Al otro día una multitud
azuzada por Carbonell y los chisperos de
San Victorino exigieron la libertad de Andrés Rosillo y de otros prisioneros y
la aprehensión de varios Oidores. La Junta Suprema establecida en la madrugada
de ese veinte de julio ignoraron las
peticiones del populacho que se hizo
sentir asaltando las casas de algunos Oidores y liberando al canónigo Rosillo, a quien
condujeron hasta la Plaza Mayor en marcha triunfal, entre flores, aplausos,
voladores y música.
LAS ACTIVIDADES DE ROSILLO
El canónigo desempeñó un papel muy importante en los
acontecimientos previos y posteriores al veinte de julio de 1810. Cuando la
Junta de Sevilla convocó a los americanos para que hiciesen parte de la Junta
Central , Rosillo movilizó todos sus esfuerzos para que lo nombraran diputado
de la Nueva Granada, lo que no pudo, pues al fin se eligió a Antonio de Narváez,
representante del poderoso gremio mercantil de Cartagena.
En diciembre de 1810 la
Junta de El Socorro, en su calidad de suprema
depositaria de los derechos del pueblo, e instigada por el presbítero, aprobó
la erección de un obispado con Rosillo como primer obispo. El “cisma” de El
Socorro encontró la más viva oposición de la Arquidiócesis de Santa Fe y
fracasó el intento.
En las luchas de la Patria
Boba, Rosillo fue intensamente federalista e hizo todo lo que pudo para
derrocar a Antonio Nariño, que ante los ataques del canónigo no tuvo otra
alternativa que ponerlo tras de rejas. En la reconquista española, el “Pacificador”
Morillo le perdonó la vida: de algo le sirvió la sotana y el dinero, pero lo
remitió preso a la cárcel de la Inquisición de Valladolid, de donde salió al
estallar la revolución de Riego.
De regreso a la Nueva Granada, Rosillo intervino en la
definición del Patronato Republicano y en febrero de 1823 alcanzó la dignidad de Dean por el Capítulo Eclesiástico;
con su elocuencia y su simpatía le fue fácil
ganar la amistad de Simón Bolívar, a
quien visitaba frecuentemente en Palacio.
Con los años se atenuó el
deseo de figuración de Rosillo y murió tranquilo y en santa paz con todo el mundo el 25 de septiembre de 1835.
El canónigo de El Socorro,
con todos sus altibajos, con sus luces y sombras, fue uno de los grandes
precursores de la Independencia; su espíritu burlón, chismoso y megalómano puso
ají a los inquietos años de la independencia y su erudición y cultura marcó
rumbos a nuestra naciente república.
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