Alfredo Cardona Tobón
En la reconquista española de la Nueva Granada, el general Morillo restableció el dominio realista en la costa atlántica y en el centro del virreinato; entonces todo pareció perdido para la causa republicana, pero no para los llaneros de Casanare en la Nueva Granada y los de Apure y de Guárico en Venezuela que continuaron la lucha y volaron sobre sus caballos para revivir la esperanza de la libertad..
La tropa española se componía de veteranos curtidos en la guerra contra Napoleón; era difícil romper sus cuadros de combate con machetes y con lanzas, pero cuando los atacaba la caballería llanera, la lucha era a otro precio pues los infantes europeos eran incapaces de hacer frente a jinetes que se confundían con las espumas de los ríos desmadrados y surgían como fantasmas entre el humo de los pajonales en llamas.
En un informe de Morillo al rey Fernando VII, el llamado “Pacificador” relató la acción de Mucuritas en el llano venezolano y reconoció la valentía de los llaneros: “Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones, me hicieron ver que aquellos hombres no eran una gavilla de cobardes, sino tropas organizadas que podían competir con las mejores de su Majestad el Rey”.
LA CABALLERÍA REPUBLICANA
Los “Húsares” armados de sables y los “Dragones” que combatían a pie o a caballo, decidieron el resultado de muchos combates: La carga de caballería patriota selló el triunfo en el combate en “Las Queseras del Medio” y fue definitivo el empuje arrollador de Rondón en el “Pantano de Vargas”; la caballería patriota arrolló a los realistas en la batalla de Riobamba en cercanías de Quito y en la pampa de Junín los guasos chilenos, los gauchos argentinos y los llaneros colombianos sellaron la suerte de América en una lucha entre caballerías en la que solamente se oyeron el chasquido de los sables y el estruendo de las lanzas.
UN SÍMBOLO DE LIBERTAD
Las cucardas engalanaron las bridas de los corceles de las fuerzas patriotas en 1822; en ellas se veía un caballo blanco, indómito y sin jinete que figuró posteriormente en el escudo venezolano. Según la interpretación de Andrés Cordovez, ese caballo que galopa mirando atrás, representa a un pueblo altivo que no olvida su pasado de gloria y de honor y sigue adelante detrás de un futuro mejor.
En la historia colombiana el caballo va unido a Simón Bolívar como un centauro que dio vida a nuestra patria. La relación del Libertador empezó desde los primeros años del caraqueño. Cuentan que en una cabalgata, el tutor Miguel Sanz reprendió al pequeño Simón porque se estaba rezagando y parecía no tener las aptitudes de jinete.
“Cómo voy a ser hombre a caballo- respondió el niño- si lo que me dan es un burro que sólo sirve para cargar caña”, no podía imaginar el licenciado que en el futuro ese pequeñín díscolo iba a recorrer a lomo de caballo más de 90.000 kilómetros de Sur América, una distancia superior a la que cubrieron en sus campañas Carlomagno y Napoleón Bonaparte.
La vida del Libertador estuvo ligada a la gloria, a las mujeres y a los caballos a los que prestaba singular atención. Al final de cada jornada de campaña Bolívar atendía a sus caballos, enamoraba a la damita más bella y escribía otra página para la inmortalidad. El mejor regalo que podían brindar al venezolano era un caballo de clase: en el lomo de “Muchacho” entró victorioso a Caracas, con “Pastor” y “Pomposo” cruzó las calles de Quito; “Fraile” y “Pájaro” lo acompañaron en Lima, “Mosqueado” bebió los caminos de Maracaibo y “Alfeñique” sorbió las sabanas araucanas y el repique de los cascos de “Palomo” se confundieron con el tañido de las campanas que anunciaron en Santa Fe la alborada de la Independencia.
LA LEYENDA DEL PALOMO
Cuentan que al regresar a Tunja, amargado por la derrota después de la Campaña Admirable, Bolívar pernoctó en Santa Rosa de Viterbo. Al amanecer montó sobre un deslucido jamelgo y recorrió el fragoso camino con un peón de estribo que le sirvió de guía:
-¿Por qué no me alquilaste tu yegua?-
- Va a criar, mi coronel, y mi mujer Casilda la está cuidando porque soñó que tendrá un potro que va a pertenecer a un gran general-
Bolívar llegó a Tunja donde lo recibieron con el mayor afecto y al despedirse de su peón de estribo le dijo:” dile a Casilda que me guarde el potro”-
Pasaron los años. En la víspera de la batalla del Pantano de Vargas, el general Bolívar abrigado por una ruana y protegido de la pertinaz llovizna por un sombrero alón oyó un tropel que se acercaba al campamento. Era una partida de caballos de Santa Rosa de Viterbo que remplazarían a las extenuadas cabalgaduras llaneras, menguadas y debilitadas por el paso por la cordillera. Un campesino venía arriando las bestias y en cabestro traía un hermoso caballo blanco, el campesino se acercó a Bolívar y le entregó el caballo: “Señor General- dice mi mujer Casilda, que aquí le manda su potro”-
El “Palomo” recorrió con Bolívar los caminos del sur y lo llevó hasta Chuquisaca en el Alto Perú. Al cabo de un tiempo, el Libertador urgido por los sucesos en Colombia regresó a Lima y continuó su viaje hacia Santa Fe, dejando la correspondencia y los asuntos personales en manos de Manuelita y su caballo Palomo bajo el cuidado de un general amigo.
Vino la presión contra los colombianos, la insubordinación del Batallón Callao y la salida de Manuelita y de nuestras tropas del ingrato Perú. Manuelita con el general Córdova y varios oficiales abordaron un navío en el puerto de El Callao y con ellos navegó el Palomo hasta el puerto de Guayaquil
Se cuenta que el general José María Córdova cabalgó con el noble animal hasta el Valle del Cauca, seguramente sin los cuidados ni el cariño que tenia el Libertador con su Palomo; en diciembre de 1829 pasó por Japio y se alojó en la Hacienda Mulaló, de propiedad de Don José Cuero, allí el caballo, posiblemente agotado por tan largo y continuo viaje enfermó, perdió la fuerza de las patas y quedó allí mientras el alocado general continuaba su viaje a Antioquia en otro caballo. Una crónica relata que Bolívar al conocer la muerte del Palomo, dijo muy irritado: “Córdova no pudo montarse en Manuelita y me desjarretó al Palomo”. Entre Bolívar y Córdova ya existía un abismo que empezó en el Alto Perú, cuando el antioqueño cometió muchos desafueros e hizo causa común con algunos enemigos de Bolívar.
EL PALOMO EN MULALÓ
En el corregimiento de Mulaló, en jurisdicción de Yumbo y muy cerca de Cali, se conserva la tumba del “Palomo”; es una atracción turística que los lugareños cuidan con especial esmero., allí hay un museo con las herraduras, las alforjas y otros objetos que tienen que ver con el Palomo y con la época de la Independencia y de la esclavitud de los negros.
En el pequeño poblado se siente al Palomo; en los días festivos las cabalgatas de visitantes recorren los caminos del caserío rememorando las gestas del potro más amado por Bolívar. Mulaló gira alrededor del Palomo, los vecinos aseguran que el espíritu del hermoso y fuerte animal que relinchaba de alegría al acercarse Bolívar aparece en las noches estrelladas, como llamando a su amo para cabalgar con él entre las nubes.
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