Alfredo Cardona Tobón*
La postguerra del dieciocho trajo a nuestro suelo a numerosos pilotos europeos, que sin oficio en la vida civil, vinieron a buscar nuevos horizontes en Suramérica.
Los alemanes dirigieron la primera escuela de aviación en Colombia, establecieron la primera empresa aérea de transportes en el país y una de las pioneras en el mundo; atendieron el primer correo por aire, unieron las dispersas e incomunicadas regiones de Colombia y luchando, al igual que varios franceses e italianos, por una patria que no era suya, decidieron el destino del vasto territorio sureño pretendido por los peruanos.
Fue el capitán Helmuth Von Krohn el primer piloto que aterrizó en Bogotá en un hidroavión cuyos flotadores reemplazó por el tren de rodaje de un viejo auto Hudson. Llegar a Bogotá o a Manizales en aeroplanos de lona sacudidos por los vientos, era una hazaña que rayaba en suicidio al navegar entre nubes a puro ojo y descender en campos improvisados, señalados por sábanas blancas y medio aplanados con pala y con carretilla. El francés René Guichard, estrenó los cielos manizaleños, quizás más peligrosos que los bogotanos, pues en la sabana había dónde aterrizar y en Manizalesí tuvo que planear sobre una estrecha manga, rodeada de cerros en sus tres costados.
EL MONOPLANO ANTIOQUIA EN CIELOS PEREIRANOS
Mientras los alemanes operaban en el norte y en el centro de Colombia, el italiano Ferruccio Guicciardi llevaba el primer avión a Cali y extendía sus operaciones hasta Tuluá. Paralelamente, el paisa Francisco González tomaba como centrote operaciones a Tuluá y operaba el monoplano “Antioquia” con el piloto francés Ferdinand Machaux..
El “Antioquia”era un avioncito de alas de lona, que sobrevivió al “Goliath”, al “Cartagena”y al “Santa Marta”, todos ellos pertenecientes a una compañía antioqueña y que acabaron estrellados en los riscos cordilleranos.
Un día de marzo de 1921 llegó al campo de aviación de Tuluá Vicente Bernal Botero, alias ‘Tico’. Después de tres días de fatigante viaje, el pereirano llegó al lado del “Antioquia” y observó al viejo volador de color azul oscuro, lleno de parches y remiendos y con el tren de aterrizaje asegurado con alambres. Como era el único avión que había visto no hizo comparaciones. Su interés era montar en el aparato y aterrizar en su ciudad ante el asombro y la admiración de sus paisanos.
“Tico” convino precio y fecha con González y de regreso a su tierra, escogió con el empresario, un potrero contiguo al Club Campestre de Dosquebradas, donde el “Antioquia” y “Tico” descenderían desde las altas nubes.
A las diez de la mañana de un miércoles de junio de 1921, día de Mercado en Pereira, los vecinos oyeron un rugido en el aire y vieron al “Antioquia”revoloteando en círculos como un gallinazo. Unos miraban lelos y con la boca abierta y otros se santiguaban sobrecogidos de asombro. Al fin el aparato empezó a bajar y enfiló rumbo hacia la finca “La Víbora”, se asentó en la manga y entre brincos en el pasto y el corcoveo de los caballos asustados, el aeroplano detuvo su correteo.
Una cosecha de aplausos y abrazos recibieron a Machaux y a “Tico” a quienes, como héroes, llevaron en hombros hasta la ciudad. Dado que las pereiranas quisieron dejar constancia de que eran tan “machas”como “Tico”, el domingo siguiente Olga Mejía Botero y Rita Marulanda, vestidas a la última moda y cuidadosamente abrigadas, alzaron vuelo con Machaux, y volaron sobre su linda ciudad.
EL VUELO A MANIZALES
Machaux y González siguieron estrenando cielos. El turno siguiente fue para Chinchiná adonde aterrizaron el 10 de julio de 1921 en una pista improvisada, y empezaron a preparar a la aeronave “Antioquia” para que pudiera elevarse y posarse en la encaramada Manizales.
El 14 de julio de 1921 los dos ases del aire dieron los últimos toques al avión y enfilaron el motor hacia la capital caldense. No serían los primeros en tomar pista en la ciudad, pero esperaban tener más fortuna que el francés Guichard y el ‘ñato’ Hoyos Robledo cuyo aparato casi se desbarató en el aterrizaje. A ochocientos metros de altura el “Antioquia” sobrevoló Manizales, y se ignora por qué no aterrizó. Quizás fue porque notaron una rueda desinflada, o debido a vientos o a poca visibilidad en la pista.
Los aviadores regresaron a Chinchiná y tocaron tierra con gran dificultad debido al daño en la llanta. Mientras González viajaba a Cali a conseguir un repuesto y otro piloto, pues había disgustado con Machaux, éste decoló sin permiso, con la llanta rellena de paja, y el 20 de julio de 1921 se asentó en el campo de la Enea.
“Por segunda vez- escribió el cronista Mauricio en el diario “La Patria”- un aeroplano rasgó el azul de nuestro cielo. Fue una grata sorpresa… el ruido potentísimo del motor y la figura del pájaro metálico se llevaron tras de sí todos los ojos y los corazones… era Machaux el atrevido, otro valiente hijo de Francia que se aventuró hacia una región desconocida, a posarse en un campo peligroso, donde no hace muchos días se estrelló el aparato de Guichard”
Como en Pereira y en Chinchiná, el recibimiento fue apoteósico. A las cinco de la tarde Machaux encabezó un desfile de autos, coches y camiones que llenó la Avenida Cervantes y cuya polvareda se extendió por cuadras…
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