LA CAMPANA DE CHUQUISACA

Alfredo Cardona Tobón*


Entre la ciudad  de Sucre (anteriormente Chuquisaca) y la ciudad de La Paz ha existido una rivalidad que parece no atenuarse  con el tiempo. Sucre es la capital oficial de Bolivia y La  Paz es la sede del gobierno; a Sucre la manejan los empresarios de ascendencia criolla y La Paz es el símbolo del poder indígena de la nación.
Al cumplirse el segundo centenario de la independencia de las colonias españolas, las dos ciudades reclaman el privilegio de ser la cuna de la revolución independentista en Iberoamérica. Ambas tienen ese mérito, pero aclarando que en Chuquisaca los doctores fraguaron el levantamiento contra el presidente de la Audiencia y en La Paz fue el pueblo quien tumbó al gobernador español

LA REBELIÓN DE CHUQUISACA

Luego del secuestro de Fernando VII y la invasión de Napoleón a la Península Ibérica, la Junta Suprema de Sevilla envió a José Manuel Goyeneche como representante plenipotenciario al Río de la Plata y al virreinato del Perú.  Al pasar por Río de Janeiro, camino a Buenos Aires, Goyeneche se entrevistó  con la infanta Carlota Joaquina de Borbón, esposa del rey Juan VI de Portugal.
Para no caer en manos de los franceses, la familia real portuguesa había emigrado al Brasil con toda la corte. Pese a las divergencias con su esposo, Carlota estaba al lado del rey y en suelo americano no sólo ambicionaba el poder en el imperio lusitano, sino también extenderlo al virreinato de La Plata y a la provincia de Charcas.
Carlota Joaquina era una mujer exenta de todo escrúpulo, aquejada de cojera, huesuda y patizamba, que había intentado derrocar a su esposo y que ahora, con la prisión de su padre Carlos IV y de su hermano Fernando VII se creía con el derecho de reemplazarlos en las posesiones españolas de ultramar.
La infanta entregó un mensaje a Goyeneche con destino a Buenos Aires,  Charcas y Chile exhortando a los súbditos de la corona española a ponerse bajo su protección y por ende bajo el mandato del rey portugués asentado en el Brasil.
La llegada de Goyeneche con la carta de Carlota prendió las alarmas en Chuquisaca, capital de Charcas. Y no  era para menos, pues sus habitantes veían con profunda aprehensión la posibilidad de caer en manos de los brasileños, quienes desde tiempo atrás atacaban los poblados  fronterizos para apresar a los aborígenes y esclavizarlos.
Por ese entonces se presentaban serios conflictos entre el presidente de la Audiencia de Charcas,  García de León Pizarro, y varios oidores. El supuesto apoyo de Pizarro a los planes de Carlota sirvió de justificación para buscar su caída. Al darse cuenta, Pizarro se adelantó a sus enemigos y puso preso al fiscal  Sudañez
Los oidores  levantaron al pueblo. Las campanas de la ciudad tocaron a rebato, los estudiantes de la Universidad Francisco Javier e unieron a los tumultos, y ese 25 de mayo de 1809 la multitud agolpada en la plaza mayor, vivando a Fernando VII y gritando mueras al mal gobierno exigieron la renuncia de Pizarro y la libertad de Sudañez.
La tropa abrió fuego contra los manifestantes… sobre los cadáveres de sus compañeros el populacho avanzó como una tromba y tomó los cañones y los fusiles del Cabildo.
Preso Pizarro, la Audiencia tomó el control del gobierno y con su aparente adhesión a Fernando VII, los líderes de Chuquisaca enviaron emisarios para fomentar el sentimiento independentista. De nuevo las consignas de Tupac Amarú  y de Tupac Katari renacieron en las montañas del Alto Perú.

LA REBELIÓN EN LA PAZ

Los sucesos de Chuquisaca encendieron los ánimos en La Paz, cuyos habitantes daban los  últimos toques  a la sublevación cuando llegaron los emisarios de la  capital de Charcas.
La revuelta de La Paz estalló el 16 de julio de 1809. Fue el día de la festividad de la Virgen del Carmen cuando los amotinados, aprovechando que las autoridades acompañaban la procesión de la Patrona, se aproximaron  al Cuartel de Veteranos y lo tomaron por sorpresa, depusieron al gobernador y una  “Junta Tuitiva” se encargó del poder.
La ciudad de Chuquisaca  se libró del gobernador arbitrario, la Junta Tuitiva de La Paz fue más allá  con la proclama del 27 de julio que declaraba la independencia de España y se oponía al yugo de cualquier nación extranjera.
 El intendente de Potosí  desconoció la Junta Tuitiva, separó a los oficiales americanos del Batallón Cívicos y arrestó a los sospechosos de apoyar a los paceños. El intendente organizó tropas, pidió auxilios a Lima y al cacique aymara de Chayanta. Los revolucionarios de La Paz organizaron las  guerrillas en Tomina que atacaron al cacique y lo degollaron mientras la Audiencia daba orden a las fuerzas de Potosí de regresar a sus cuarteles.

LOS ESPAÑOLES REACCIONAN

Para someter a los rebeldes los virreyes Abascal de Lima y Cisneros de Buenos Aires, enviaron tropas al Alto Perú. Goyeneche marchó con una columna desde el Cuzco y otra avanzó por Salta. Ante la superioridad enemiga la Audiencia de Charcas liberó a Pizarro y se plegó a las fuerzas invasoras.
Los patriotas de La Paz se replegaron a Yungas y en octubre y noviembre de 1809 presentaron combate a las tropas realistas  en Irupana y en Chicaloma. Poco pudieron hacer ante la superioridad enemiga. Tras la derrota, los más afortunados fueron a parar a los presidios de Filipinas y nueve  protomártires de la independencia americana marcharon al cadalso el 29 de enero de 1810. Antes de ser ejecutado Pedro Domingo Murillo gritó a los verdugos: “¡La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar. Viva la Libertad!”

Cada 25 de mayo resuena la campana que vibró en 1809 en la catedral de Chuquisaca. Esa campana cuajada de patriotismo se  rajó en el rebato de esa noche memorable. Su sonido ronco resuena cada año para sacudir de nuevo el alma boliviana que  sigue esperando, como la mayoría de los latinoamericanos, que de veras llegue la esperanza y la libertad a los oprimidos.


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