EL TRASLADO DEL ANTIGUO QUINCHIA - RISARALDA

HACE 123 AÑOS
Alfredo Cardona Tobón*

En  noviembre 29 de 1888 los quinchieños abandonaron la  aldea fundada en 1539 al lado de una misión franciscana y nació el moderno Quinchía. A  los pocos meses del traslado, la polvorienta calle central  se llenó de maleza y se borraron las huellas del caserío que una vez visitó el sabio Boussingault y fue testigo del paso cansado de los exiliados antioqueños en la guerra de la Independencia.
El viejo pueblo sobreviviente de los ataques de las tribus de noanamaes y tatamaes, y asolado una y otra vez por la viruela y la langosta, había muerto de sed; la deforestación de los alrededores había cobrado  el doloroso tributo,  pues el riachuelo que surtió  las ollas de barro y los calabazos durante  siglos, era un hilo  que desaparecía en tiempos de verano.
La falta de agua y el cambio de rumbo del camino que pasaba por la aldea uniendo al  Cauca con Antioquia sellaron el destino de Quinchiaviejo; las parcialidades indígenas buscaron otro sitio con la ayuda de la Virgen Inmaculada y lo encontraron tres kilómetros al  norte  en cercanías de la  quebrada La Barrigona.
UN PROCESO AUTÓNOMO
Sin pedirle permiso a nadie ni contar con apoyo del gobierno del Cauca, los vecinos del antiguo Quinchía adelantaron la construcción del nuevo poblado; fue un esfuerzo enorme, pues si bien es cierto la localidad no era muy grande  tampoco era un rancherío perdido en las montañas del Cauca.
A partir de 1875 los vecinos empezaron a abrir calles y construir la plaza al tiempo que comenzaron a levantar un bello templo para remplazar la modesta capilla; hacia 1884 los trabajos estaban muy adelantados y los  sacerdotes José Joaquín Hoyos y Simón de Jesús Herrera pudieron celebrar  una misa campal en el moderno pueblo.
Cuando se techó la iglesia y se construyeron las viviendas se oficializó el traslado. Todas las parcialidades del Resguardo indígena ayudaron a construir la nueva cabecera,  los de Naranjal  abrieron caminos, la gente de Moreta cortó maderas, los vecinos de Sausaguá  levantaron las chozas y los de Gurguará  llevaron el  agua por tubos de guadua
 El paisa Protasio Gómez dirigió la obra del templo a cambio de la mitad del carbón y en los curatos de los sacerdotes José Domingo Sánchez, Clemente Guzmán y Simón de Jesús Herrera, los eclesiásticos se pusieron al frente de los convites para adelantar las obras..
LA MISA DE DIFUNTOS
Con las últimas luces del 28 de noviembre de 1888, el sacerdote José Joaquín Hoyos congregó a la comunidad  para celebrar una misa de difuntos en la capilla de Quinchiaviejo. Don Antonio Bermúdez, hijo del capitán Zoilo Bermúdez, uno de los notables de ese entonces, relató que fue un acto impresionante, con tres candelabros iluminando el altar mientras las sombras de los feligreses se proyectaban sobre las paredes de bahareque como si danzaran en medio de la penumbra. Era la última misa en el antiguo pueblo; los recuerdos se agolpaban y las  lágrimas corrían por los rostros  de los feligreses que dejaban las cenizas y los huesos de los seres queridos. Era una despedida: atrás quedaban las luchas de las generaciones raizales de Aricapas y Guarumos, de Tapascos y Guapachas y el sudor de los Trejos, Bermúdez y Vinascos cuya sangre caucana se había entremezclado con la nativa para formar el alma quinchieña.
EL DESFILE TRIUNFAL
Con el alba del 29 de noviembre de 1888 empezó el traslado del Santísimo Sacramento, de las imágenes y los ornamentos al nuevo pueblo. El capitán Zoilo Bermúdez encabezó el desfile con la imagen del arcángel San Miguel; atrás venía la imagen de La Inmaculada y bajo Palio marchaba el padre Hoyos con el Santísimo Sacramento. Fue una procesión apoteósica, más grande que las de Semana Santa. Al contrario de la víspera, los quinchieños estaban radiantes, iban a un altozano verde en busca de nuevas esperanzas, a un sitio fresco y bello acurrucado al lado del Cerro Gobia y rodeando por los cerros de Cantamonos, Puntelanza y Yarumal. En el horizonte se recortaban los nevados del Ruiz y de Santa Isabel y al fondo se erguía majestuoso el Cerro Batero ,morada de Xixaraca, el dios tutelar de los ancestros y de Michua, la Señora del valor y de la guerra.
Los últimos en trasladarse, los remisos aferrados a Quinchiaviejo, empacaron sus bártulos, metieron las gallinas en costales y siguieron tras la procesión con los ranchos destechados cargados en guaduas por vecinos y parientes. A medio día el desfile cruzó la quebrada Lavapìé, ascendió hasta la plazuela de La Pola y al fin desembocó en la plaza para inaugurar el templo con un Te Deum dando gracias al Altísimo y pidiendo de hinojos la bendición para el moderno Quinchía.

El  QUINCHIAVIEJO CAUCANO
La aldea de Quinchía fundada por los indígenas a comienzos de la conquista española dependió primero de  Ansermaviejo y luego de la población de Toro en el Valle del Cauca. En esos siglos el caserío figura tangencialmente en las crónicas caucanas, pero en  1860 Quinchiaviejo se pone al lado de las tropas mosqueristas  para repeler el alzamiento del Cantón de Marmato y se convierte en la punta de lanza de los gobiernos radicales caucanos en una región dominada por los conservadores y  aliada de los antioqueños.
Tropas quinchieñas intervienen en las guerras de 1876 y 1879 bajo las banderas radicales, que triunfantes, le dan poder al distrito sobre la vasta zona que iba desde Irra hasta la Virginia, incluyendo las vertientes del rio Sopinga o Risaralda
Con la Regeneración de Núñez  se tuerce la  historia de Quinchía, los enemigos políticos lo rebajan a la categoría de corregimiento de San Clemente, se queda sin representación en el Concejo y empieza a sentir el embate de los paisas que ya habían invadido los Resguardos de Guática, Arrayanal, Tabuyo y Tachiguí y ahora pretendían apoderarse de las tierras y las minas de los quinchieños..
Quinchia, al igual que la provincia de Marmato, se separa del Cauca para hacer parte de Caldas; en  1919  recobra la dignidad de municipio y a  partir de 1920 empiezan a llegar al poblado algunas familias antioqueñas.
En el gobierno de Ospina Pérez  el Senado disuelve el resguardo indígena  y siendo parte del departamento de Risaralda, se reconoce a Quinchia como el pueblo más bello del departamento. Quinchia ha conservado muchas raíces sureñas y ha defendido a capa y espada  su identidad que lo distingue como el centro de  caucanidad  en las tierras que quedaron bajo la órbita paisa.    
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