EXILIO Y CADENAS EN LA VIDA DE ANTONIO NARIÑO

Alfredo CardonaTobón


Con el apoyo del virrey Gil y Lemus y por orden posterior del virrey Ezpeleta, el joven Antonio Nariño reemplazó al valetudinario  Juan Agustín de Ricaurte en la administración de la Caja de Diezmos, a pesar de la abierta oposición de la jerarquía eclesiástica que veía con desconfianza al rumboso criollo.
Los importantes caudales habían servido durante siglos para dar realce al culto y brindar comodidad a sus ministros. Nariño sacó las morrocotas de las arcas con telarañas y las hizo circular por la capital del virreinato; compró y vendió, exportó  quina y azúcar, montó una imprenta y prestó dinero al interés. El clero alarmado, viendo que corrían riesgo sus caudales, acudió al rey y de  momento recuperó el control de la Caja de Diezmos, que volvió a quedar en manos de Nariño mediante un concurso publico que ganó con el respaldo de pudientes fiadores.
NARIÑO VA A LA CÁRCEL
El fracaso de las exportaciones de quina y azúcar y la iliquidez causada por deudores morosos, prendieron las alertas de las autoridades que, presionadas por el clero cayeron de improviso  a la residencia de Nariño para hacer un balance de los bienes en custodia.
En arcas había una suma ínfima  de circulante y en los desorganizados libros de contabilidad solo aparecían compromisos. De inmediato embargaron las pertenencias de Nariño, incluyendo sus libros y ropa y hasta la vieja esclava que había acompañado a la familia. El nueve de agosto de 1794 confinaron a Nariño en su residencia  y días después lo trasladaron al Cuartel de Caballería.
 El descrédito y la ruina económica truncaron  la existencia del criollo mimado por los virreyes. Empezaba el drama que acompañó a Nariño durante toda su vida. A ese golpe, que no fue por picardía sino por los malos negocios del aprendiz de empresario, se sumó  la acusación de subversión  por la aparición  de unos pasquines sediciosos que hicieron recordar a las asustadas autoridades coloniales que Nariño había traducido los Derechos del hombre y que en su casa se reunían Fermín Vargas, el médico Rieux y otros sospechosos de atentar contra el régimen colonial.
Al descuadre en la Caja de Diezmos y de los delitos políticos se sumó el agravante de una defensa con tintes subversivos que llevó a la  cárcel al abogado defensor y comprometió, aún más, la situación de Nariño. El 20 de diciembre de 1795 Nariño y los comprometidos con los pasquines salieron de Santa Fe con rumbo a  las prisiones españolas

EL EXILIO EN EUROPA
Nariño se fuga de sus captores en Cádiz y empieza una vida errabunda por Madrid, Paris y Londres. En Europa el Precursor  de nuestra independencia trató de defender su causa  e intentó, sin éxito, conseguir el apoyo de Francia e Inglaterra para sacudir las cadenas coloniales de su Patria, sin aceptar un protectorado como lo hicieron Miranda y el cubano Caro.
Cansado de ir de un lado a otro, Nariño regresa a tierra americana. Entra por la costa venezolana, pasa por Bailadores, Cúcuta y el 12 de junio de 1797 llega de incógnito a Santa Fe de Bogotá. Como a las acusaciones iniciales se suma la fuga en Cádiz, a Nariño no le queda otra salida que volver a salir de Santa Fe e internarse en la región comunera con la ilusión de levantar al pueblo contra los españoles. Nadie lo escucha. Solo y sin recursos oye los ruegos de su esposa  Magdalena Ortega y del arzobispo Baltazar Jaime y se  presenta al virrey con la promesa de un juicio justo a cambio del relato de los pormenores de sus andanzas.
 El 19 de julio de 1797 Nariño firma un acta con el Oidor Hernández de Alba donde se compromete a decir “ cuanto pudiere servir para  la tranquilidad pública”, dice cuanto quieren oir sus captores sin comprometer a la gente que lo ha socorrido y en  cartas aparentemente sumisas indica las fallas del gobierno colonial y propone soluciones.
DE NUEVO EN EL CALABOZO
La prisión que suponía iba a durar unos días se prolonga indefinidamente. Pasan los años y Nariño continúa en el calabozo del Cuartel de Caballería, agobiado por la tuberculosis y con su familia sumada en la  miseria. En agosto de 1803  está  gravemente enfermo y en peligro inminente de muerte se le traslada a una finca en las cercanías de Santa Fe de Bogotá.
El aire del campo, el contacto con su familia y con los amigos fieles hacen el milagro de su recuperación y  en pocos meses renace el Antonio Nariño emprendedor y jovial de los años mozos.
OTRA VEZ EN PRISIÓN
Aunque no se habían levantado los cargos, el aparato colonial dejó tranquilo a Nariño en su finca La Milagrosa, dedicado a la agricultura y a la ganadería y apartado de las actividades subversivas de los criollos.Esa vida idílica pronto saltó en pedazos, otros planes tenía el destino: de nuevo la desgracia se cernió sobre Nariño y su familia.
 En 1809 los criollos de Quito habían tomado el poder y en Santa Fe corrían rumores de un levantamiento general  A fines de ese año Nariño visitó el despacho del sacerdote Andrés Rosillo, un canónigo alborotador, que estaba en la mira del virrey Amar y Borbón. El ambiente en Santa Fe de Bogotá era tenso, corrían rumores de atentados contra los españoles, los Oidores dormían en Palacio, acababan de llegar las cabezas de los rebeldes de Pore y se daba por cierto un alzamiento de esclavos por los lados de La Mesa.  Como prevención empezaron las redadas. Las fuerzas coloniales capturaron al cura Mariño y  también al “ peligroso” Nariño, a quien vincularon de inmediato con el inquieto canónigo.
El 23 de noviembre de 1809 Nariño vuelve preso al Cuartel de Caballería y de allí parte hacia Cartagena con rumbo a las prisiones españolas. En El Banco  se fuga de sus captores y entre caños y ciénagas llega a Santa Marta donde lo recapturan  y lo internan en una inmunda mazmorra de Cartagena.
Nariño vuelve a agravarse,  el jefe de la plaza se compadece de su desgracia y lo traslada a la cárcel de la Inquisición, de donde sale en los primeros días de julio de 1810 por orden del visitador de la Regencia,  Antonio Villavicencio,  que lo descarga de todas las acusaciones.. Cartagena depone al gobernador e instala su Junta de gobierno, y mientras el puerto  estrena su libertad y en Santa Fe los chisperos exigen Cabildo abierto, el Precursor malvive en una choza cerca al Cerro de la Popa, sin poder viajar a su tierra natal por la pobreza extrema, y alejado de los círculos del poder por los celos de los criollos costeños..
Doña Magdalena consigue algunos recursos para que su esposo regrese a Santa Fe y a fines de 1810 Nariño regresa a su hogar sin aureolas de gloria ni quien le de, fuera de su mujer y sus hijos, una bienvenida afectuosa..
VUELVE A PRISIÓN
Nariño no tarde en convertirse en la primera figura de la naciente república y el pueblo liderado por José María Carbonell  tumba al presidente Tadeo Lozano y pone de presidente de Cundinamarca a Nariño..
La Nueva Granada está fragmentada en  provincias soberanas que discuten la conveniencia  de seguir dependiendo de España.  Nariño declara la independencia de Cundinamarca  y propone un poder central. Empieza el forcejeo entre Cundinamarca y el Congreso de las Provincia Unidas, y Nariño viendo que la república se desintegra, impone por la fuerza el sistema centralista  a El Socorro,  a Mariquita y Ambalema y rechaza los ataques de  Tunja.
Mientras los patriotas se debilitan en luchas intestinas, los realistas se hacen fuertes en Santa Marta y Cúcuta y avanzan desde Quito. Para conjurar el peligro Nariño emprende la campaña del sur cuyo objetivo era  debelar el peligro sobre Popayán para concentrar sus fuerzas en el norte y resistir el embate realista en esa zona.
Nariño lucha en tierra hostil y llega hasta Pasto, pero lo traiciona el Fogoso Gutiérrez con sus tropas antioqueñas y Rodríguez, el Mosca,  deja descubierta la retaguardia. Los pastusos  desbaratan  al ejército de Nariño, quien para ganar tiempo y permitir la reorganización patriota, se entrega al enemigo con la propuesta de un armisticio y el canje de prisioneros. Desde Quito llega la orden de ejecución del prisionero, pero el coronel pastuso Tomás de Santa Cruz y el clero de la región se oponen, pues en forma gallarda exigen el cumplimiento de la palabra empeñada que comprometía la discusión del  armisticio y el canje de prisioneros.
Nariño permanece  trece meses en la prisión de Pasto y luego lo remiten por el Cabo de Hornos con destino a España. El 16 de marzo de 1816 entra a la mazmorra de Cádiz y allí permanece hasta marzo de 1820.
En esos cuatro años que permanece Nariño en un cuarto estrecho, casi desnudo y comiendo sobras de la enfermería, los granadinos se olvidad de Antonio Nariño.. En cambio los liberales españoles mantuvieron contacto con el Precursor, le dieron campo en sus periódicos y comulgaron con sus ideas libertarias. En 1820  el brigadier de los ejércitos reales, Francisco Jáurregui,  se presentó a la prisión y sin más preámbulos ni vueltas  dejó libre al americano, que tomó su tiempo para recoger los escritos y los legajos donde plasmó una constitución para su Patria..
Nariño llega a tierras venezolanas el 20 de febrero de 1821, el Libertador lo acoge amablemente en Angostura, lo nombra como vicepresidente de Colombia y lo encarga de la instalación del Congreso de Cúcuta, donde en forma diplomática ignoran su proyecto de constitución concebido en los años de cautiverio..
Transcurrieron 27 años de pesares, prisiones y destierros y tanto sufrimiento no bastó para que siguieran mortificándole los enemigos que siguieron acusándole de  ladrón y de traidor por haberse entregado a los pastusos. Con su esposa muerta, un hijo en el bando  realista , sin dinero y muy enfermo Nariño busca la tranquilidad de Villa de Leiva. Allí, el 13 de diciembre de 1823,  el Precursor de nuestra Independencia termina sus días lejos de su familia y acosado por la ingratitud de sus compatriotas.


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