Alfredo Cardona Tobón*
La rebelión criolla de Quito en el año 1809 tuvo importancia suma en los acontecimientos que se vivieron luego en la Nueva Granada. Ese alzamiento contra las autoridades coloniales fue el catalizador que caldeó los ánimos y dio origen a las juntas clandestinas en varias ciudades del virreinato.
Cuando se supo que la élite quiteña había establecido una Junta de Gobierno, el virrey Amar y Borbón convocó a los notables de Santa Fe de Bogotá para consultar sobre las medidas que habría de tomar en esas circunstancias. Grande sería su sorpresa al comprobar que los criollos estaban con los quiteños y proponían la conformación de una Junta similar.
Contradiciendo la opinión criolla Amar y Borbón envió tropas al sur para apoyar la acción punitiva de Lima y Cuenca contra los rebeldes. En Santa Fe empezó a correr el rumor de un levantamiento contra los españoles, y para conseguir armas y auxiliar a los sureños, un grupo de conspiradores intentó interceptar la columna que por orden del Virrey marchaba hacia Quito; pero la emboscada falló. Las tropas coloniales capturaron a varios sospechosos y otros conjurados se desplazaron a los llanos orientales.
EL ESPÍRITU CASANAREÑO
Desde 1782 vientos de rebelión habían sacudido el piedemonte llanero. En las vastas sabanas se habían rebelado algunas poblaciones en la insurrección comunera y allí encontraron cobijo los capitanes comuneros de El Socorro y Mogotes después de la traición del virrey Caballero y Góngora y la ejecución de Galán y otros jefes populares.
Porque en los rescoldos llaneros ardían las brasas de la libertad y el aliento comunero aún vivía en 1810, allí dirigieron sus pasos Vicente Cadena, José María Rosillo y otros jóvenes patriotas que, tras el fallido intento contra las tropas del virrey, querían iniciar la revuelta
Después de atravesar la inhóspita cordillera, los insurgentes llegaron a la aldea casanareña Miguel de Macuco; allí se ganaron la voluntad de Fray José Jaramillo, cura de Guanápalo y la de Fray Pedro Cuervo, cura de Támara, religiosos que veían un peligro para los intereses de España y del catolicismo.en el gobierno afrancesado de Manuel Godoy y en el propio virrey Amar
Con las armas que encontraron en las misiones llaneras, los conspiradores se apoderaron de la población de Pore, y sin tomar la precaución de apresar a las autoridades locales, siguieron en marcha triunfal a Nunchía y luego hacia Morcote
Mientras Cadena y Rosillo se movían de fundación a fundación sin un plan determinado, el alcalde de Pore reunió partidarios y con funcionarios del Amparo y de Chire organizó una partida que sorprendió a los alzados en armas en la aldea de Morcote en la mañana del domingo 18 de febrero de 1810.
El ataque fue fulminante; en pocos minutos los atacantes destrozaron la resistencia rebelde y sus lanzas, tintas en sangre, señalaron el fracaso del primer intento libertario en el llano. Cadena quedó en poder del enemigo y días después una escuadra realista sorprendió a Rosillo en el Hato de Tocaría.
LOS PRIMEROS SACRIFICADOS
Pedro Nieto, alcalde de Tunja, procesó a Rosillo y a Cadena, los declaró enemigos públicos y los condenó a la horca por los delitos de bullicio y conmoción.
El treinta de abril de 1810 los dos cautivos, cuyas edades no pasaban de dieciocho años, marcharon al cadalso por la empolvada y solitaria calle de Pore. Eran las tres de la tarde; la luz hiriente del trópico reverberaba en el pasto agostado y el sol canicular de Casanare caía inclemente sobre el trágico cortejo. El marco improvisado del que pendían las sogas que irían a tronchar la breve existencia de Rosillo y de Cadena proyectaba una sombra que inexplicablemente formaba dos cruces con las sombras que formaban la espadaña del templo. Para la gente llanera era una señal premonitoria y ni el verdugo ni los funcionarios locales se atrevieron a ahorcar a los condenados.
Como la orden de la ejecución era perentoria pues se buscaba escarmentar a la población con la muerte de los rebeldes, el comandante Francisco Surga ordenó a los fusileros recientemente llegados de Santa Fe, que acribillaran a Cadena y a Rosillo, que cortaran sus cabezas y las enviaran a Santa Fe para exhibirlas como escarmiento. El rumor llegó a la capital antes que la macabra encomienda y los oidores de la Real Audiencia, temiendo la reacción popular con tan abominable espectáculo, enterraron furtivamente las cabezas sin que nadie se percatara de su llegada.
José María Rosillo y Vicente Cadena era oriundos de El Socorro; el primero era sobrino del canónigo Andrés Rosillo y el segundo era miembro de una connotada familia de la región. Estos dos jóvenes estudiantes, que se lanzaron a la lucha sin preparación militar ni recursos suficientes fueron los primeros mártires de la revolución granadina; su sacrificio fue el preludio de lo que iba a suceder en Casanare, donde a partir de 1817 las guerrillas republicanas brotaron de la llanura y del piedemonte de la cordillera y combatieron en Pore, en Guanapalo, en Guasdualito, en Apure y en Arauca. Sus líderes Ramón Nonato, Juan Galea, Francisco Rodríguez, Manuel Ortega, Nepomuceno Morenoa, en corceles que tragaban viento y distancias, destruyeron a punta de lanza al enemigo hispano e hicieron de Casanare la primera provincia libre de la Gran Colombia.
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