Alfredo Cardona Tobón*
“Juana Azurduy, Flor del Alto Perú, no hay otro capitán más valiente que tu
Oigo tu voz más allá de Jujuy y tu golpe audaz Doña Juana Azurduy
Me enamora la patria en agraz
Desvelada recorro tu faz
El español no pasará
con mujeres tendrá que pelear
Truena el cañón, préstame tu fusil
Que la revolución viene oliendo a jazmín
Tierra del Sol en el Alto Perú
El eco nombra aún a Tupac Amaru
Tierra en armas que se hace mujer
Amazona de la libertad
Quiero formar en tu escuadrón
Y al clarín de tu voz atacar”
En la última dictadura argentina el gobierno vetó las presentaciones de Mercedes Sosa e impidió la difusión de una canción dedicada a la heroína boliviana Juana Azurduy, por considerarla como un llamado a la rebelión contra el régimen militar, tenían razón los esbirros del régimen pues esa composición de Ariel Ramírez y Félix Luna encarna en la voz de la cantante, el carácter de la guerrillera del Alto Perú que jamás transigió con el atropello y la injusticia.
Juana Azurduy nació en 1780 en Chuquisaca . Su madre era una chola casada con el criollo Matías Azurduy, propietario de vastas estancias. Se crió en el campo en medio de gente humilde que le hablaba en quechua. Su padre le enseñó a cabalgar a galope lanzado y a montar y desmontar sin parar el galope.
Siguiendo las costumbres de la época los padres de Juana la enviaron a la ciudad para que aprendiera a leer y aprendiera el catecismo, pero la muerte súbita de la madre la llevó de nuevo a la estancia, donde poco después murió el padre en el entrevero de un enredo amoroso. Los tíos e hicieron cargo de los bienes y de Juana y su hermana menor.
Juana chocó con el despotismo de sus tutores que optaron por internarla en un convento. Muy pronto la jovencita vio que la vida monacal no era para ella y una trifulca con la madre superiora la llevo de regreso al campo a su finca de Toroca.
EL AMOR ENVUELVE A JUANA
Al lado de la finca de Juana vivían los Padillas y entre los Azurduy y sus vecinos había una estrecha amistad. Los años habían pasado y los amiguitos de infancia se habían convertido en una jovencita de aventajada estatura y perfectas y acentuadas líneas y en un mozo fornido, de porte distinguido.
Juana administra la estancia, recorre a galope la vasta extensión y está muy cerca de sus peones con quienes comparte la mesa y en quechua y en aimara se compenetra de su vida, de su lucha y de sus infortunios. Manuel Ascencio, entre tanto, asiste a la Universidad de San Francisco Javier en Chuquisaca y simpatiza con los “ abajeños”, o estudiantes oriundos del Río de la Plata, con quienes comparte un intenso antiespañolismo.
El amor enciende los corazones de Juana y Ascensio y los lleva al altar. Ya casado, Ascencio abandona la Universidad y con Juana se dedican de lleno a la administración de sus propiedades.
LA REBELDÍA ALTOPERUANA
El 25 de mayo de 1809 el pueblo de Chuquisaca se levanta en armas contra el gobierno virreinal, al que acusan de apoyar las pretensiones de Carlota de Borbón, quien quiera gobernar en nombre de su hermano Fernando VII.
Carlota es esposa del rey de Portugal, y desde Brasil donde está refugiada junto con su esposo, quiere uncir a su imperio a las provincias del Río de La Plata, que detestan a los lusitanos y a los brasileños por los ataques continuos a sus poblaciones.
A Chuquisaca se une la ciudad de La Paz y los Padilla, Ascencio y Juana, figuran entre los primeros voluntarios en sumarse a la revuelta. Las tropas de Goyeneche ahogan en sangre la rebelión y Manuel se oculta hasta que se calman los ánimos, los carlotistas desisten de su empeño y parece que retorna la normalidad.
Los sucesos en España, donde el rey está preso y los franceses invaden la península, precipitan los acontecimientos autonomistas en las colonias. En mayo de 1810 Buenos Aires establece su Junta de Gobierno y el 14 de septiembre Cochabamba se levanta contra el poder colonial bajo las órdenes del caudillo Esteban Arce, quien nombra a Ascencio Padilla Comandante de las regiones de Poopa, Moromoro, Pitantora, Huaycana y Quilaquila.
Ascencio reúne dos mil indígenas y ocupa el poblado de Lagunilla, los realistas reaccionan, sofocan el levantamiento y tratan de apresar a los Padillas. Cuando Castelli y Gonzales Balcarce se internan en el altiplano con las tropas porteñas, Juana les da albergue en Saphiri y en Churubamba y Ascencio los apoya con hombres y provisiones.
Los altoperuanos quieren luchar al lado de los porteños, pero Balcarce duda de su lealtad y su capacidad de combate y solamente los admite como cargadores y a Ascencio como simple suboficial en la tropa argentina. La arrogancia porteña se convierte en derrota y tras el fracaso en Huaqui, las tropas de Buenos Aires retroceden cometiendo toda clase de atropellos en su retirada.
Los realistas confiscan las tierras, las cosechas y los ganados de los Padillas y ponen presa a Juana junto con sus pequeños hijos. Ascencio burla la vigilancia de los captores y rescata a su familia, el sordo retumbar de los cascos de los caballos que galopaban por la sierra huyendo de los españoles marca el principio de una lucha heroica en el Alto Perú.
Una nueva expedición comandada por Belgrano avanza por Salta hasta el Alto Perú. Entre Belgrano y los Padillas se establece una vigorosa corriente de simpatía. Juana recorre la zona de Tarabuco convocando voluntarios para la lucha contra los españoles. “ Su presencia era imponente- escribe Mario O¨Donell- encabritada sobre su potro entero y apenas domado, haciendo entrechocar su sable contra la montura de plata potosina, enfundada en una chaquetilla militar que lucía con un garbo que la embellecía como mujer”. – Es la Pachamama, decían los indios y la tropa altoperuana crecía bajo la comandancia de Juana.
De nuevo surge la prevención porteña: los jefes rioplatenses dudan del valor combativo de las montoneras de los Padillas y los relegan a servir como cargadores o simples auxiliares de las fuerzas regulares. Herida en su amor propio, Juana organiza un batallón de “ Leales” con tácticas aprendidas en manuales de guerra.
Por fin en Ayohúma el general Belgrano integra a los altoperuanos a sus tropas de combate y coloca a Juana en el flanco derecho. Los “Leales· resisten la carga enemiga con macanas y caucheras pero los porteños retroceden y se pierde la batalla. Belgrano asombrado con el valor de Juana le obsequia una espada, que la heroína lucirá hasta su último combate.
Los soldados veían en Juana Azurduy a la madre, a la esposa, a la enfermera y a la valiente guerrillera que sable en mano despedazaba enemigos y tomaba sus banderas. Iba al frente en el combate, y a la par de Ascencio dirigía las avanzadas y comandaba los ataques.
Juana y sus guerrilleros toman por asalto a Chuquisaca y el pueblo la recibe con una alfombra de flores, pero aún así, los soberbios porteños la hacen a un lado y sin contar con los guerrilleros de La Laguna, toman el control de la población.
Como los porteños carecen del apoyo popular muy pronto Chuquisaca queda, de nuevo en poder de los realistas . Pese a los descalabros de las expediciones del Rio de La Plata, los Padillas continúan con su guerra de guerrillas.
En vano tratan los españoles de atraer a los Padillas a su bando, ofrecen a Ascensio dinero y posiciones. Su respuesta es tajante: “ Con las armas haré que dejen el intento, convirtiéndoles en cenizas, y que sobre las propuestas de dinero y otros intereses, solo deben hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, no a los que defienden su dulce libertad como lo hago a sangre y fuego.”
Cuando el general San Martín cambió de estrategia y en vez de avanzar por el Alto Perú tomó rumbo a Lima por el Pacifico, abandona los frentes de Cuyo y de Salta dejando a los guerrilleros altoperuanos librados a su propia suerte. Ante fuerzas superiores, los rebeldes se repliegan a zonas pantanosas y allí, victimas de las enfermedades mueren los cuatro niños de los Padillas.
La guerra toma características de suma crueldad, a una baja propia se le hacen cuatro al enemigo, sin importar que las víctimas sean combatientes o simples simpatizantes. La población ha sufrido los atropellos de los porteños, de los realistas y de las guerrillas, que ante el acoso de los españoles se dividen en dos fuerzas: una comandada por Miguel Asencio y la otra bajo el mando de Juana Azurduy.
A Juana la acompañaba un hondero de nombre Juan Huallpavimachi, que además de servirle de escolta y lugarteniente, era un poeta que la admiraba y le escribía versos. En una de las escaramuzas los realistas capturaron a Ascencio y lo llevaron amarrado a su campamento. Juana y Juan al amparo de las sombras y armados de trabucos se acercaron al sitio y Juana con expresión de terror empezó a gritar: ¡ Vienen los hombres de Zárate!- ¡ nos atacan por todos lados!. Ante la amenazadora cercanía del feroz guerrillero, los soldados realistas se dispersaron y Juana y Juan, solos, rescataron al prisionero.
Mientras la provincia de Buenos Aires se enfrentaba en forma suicida con las demás provincias argentinas, en la frontera norteña los Padillas luchaban contra los realistas peruanos en Pintadora y en Tacobamba. En agosto de 1814 las tropas enemigas rodean a los guerrilleros, Juana cabalga con un niño en sus brazos y custodia el dinero de los rebeldes en su marcha hacia la sierra, trata de escapar custodiada por un grupo que la traiciona y quiere arrebatarle el dinero, la valiente mujer reacciona, elimina un atacante y sin importarle el peligro, espolonea al caballo y se arroja con el bebé a las caudalosas aguas del Río Grande para ponerse a salvo..
En la retirada de tercera expedición de Buenos Aires, el general Rondeau, que había desconocido el triunfo de Juana en Chuquisaca y mirado con desdén las fuerzas guerrilleras, pide a los Padillas que cubran su retirada. En una carta Ascencio le responde:
..” y ahora que el enemigo ventajoso inclina su espada sobre los que corren despavoridos y saqueando ¿ debemos salir nosotros sin armas a cubrir sus excesos y cobardías?- pero nosotros somos hermanos en el calvario y olvidados sean nuestros agravios, abundaremos en virtudes…”
Para proteger la retaguardia rioplatense los Padillas intensifican las acciones en Tomina, La Laguna, Yamparaez parar bajar la presión ofensiva de los realistas, que tienen que desplazar tropas para contener a la guerrrilla , bajando la acción ofensiva sobre los argentinos que se retiran hacia Salta y Jujuy.
El 14 de noviembre de 1816 Juana cae herida en el combate del Villar, y cuando Ascencio trata de protegerla y sacarla del campo de batalla, cae en poder del enemigo. Poco después los españoles asesinan a Ascencio Padilla y para escarmiento y ludibrio lo decapitan y clavan su cabeza en una lanza que colocan en la plaza de La Laguna hasta que meses después Juana rescata a sangre y fuego para darle cristiana sepultura.
A COMANDANTE GUERRILLERA
Ya los porteños no pueden ignorar el valor y la importancia de las montoneras indígena, el general Belgrano incorpora la gente de Juana en el batallón de ”Leales del Perú” y asciende a su comandante como teniente coronela del ejército argentino.
Cuando el general San Martín cruza los Andes por Mendoza y emprende la lucha contra los realistas peruanos, dejando a un lado las provincias del norte, las guerrillas de Juana se suman a las tropas de Martín Güemes. Tres años lucha Juana en territorio argentino al lado de Güemes.
Años después de la muerte de Güemes en un ataque realista a Salta, Juana vagaba pobre y deprimida por los pagos del Chaco argentino y al solicitar auxilio al gobierno argentino le facilitaron algún dinero y unas mulas para que regresara al Alto Peru.
Al fundarse la república de Bolivia, el Libertador Bolívar y el general Sucre visitaron la humilde vivienda de Juana en Chuquisaca, para presentarle su reconocimiento y tributarle un rendido homenaje al nombrarla coronela del ejército colombiano.
Manuelita Saenz, otra gran mujer, también honrada como teniente coronela del ejército colombiano, escribió a Juan desde el Callao, con fecha de diciembre 5 de 1825, la siguiente carta:
“Señora Doña Juana:
El Libertador ( Bolívar) me ha comentado la honda emoción que vivió al compartir con el general Sucre, Lanza y el estado Mayor del Ejército Colombiano la visita que realizaron para reconocerle sus sacrificios por la Libertad y la Independencia.
El sentimiento que recogí del Libertador, y el ascenso a coronel que le a conferido, el primero que firma en la patria de su nombre, se vieron acompañados de comentarios de valor y la abnegación que identificaron a su persona durante los años más difíciles de la lucha por la independencia. No estuvo ausente la memoria de su esposo, el coronel Manuel Asencio Padilla, y de los recuerdos que la gente tiene del Caudillo y la Amazona.
Una vida como la suya me produce el mayor de los respetos y mueven mi sentimiento para pedirle pueda recibirme cuando usted disponga para conversar y expresarle mi admiración que me nace por su conducta; debe sentirse orgullosa de ver convertida en realidad la razón de sus sacrificios y recibir los honores que ellos le han ganado.
Téngame, por favor, como su amiga fiel.
Manuela Saienz.”
Juana Azurduy, por su parte, le envió a Manuela Saenz la siguiente misiva;
“Señora Manuela Saenz:
El 7 de noviembre el Libertador y sus generales, convalidaron el rango de teniente coronel que me otorgó el general Pueyrredón y el general Belgrano en 1816, y al ascenderme a coronel, dijo que la Patria tenía el honor de contar con el segundo militar de sexo femenino de ese rango. Fue muy efusivo y no ocultó su entusiasmo cuando se refirió a usted.
Llegar a esta edad con las privaciones que me siguen como sombra, no ha sido fácil, y no puedo ocultarle mi tristeza cuando compruebo que chapetones contra los guerrilleros en la revolución, hoy forman parte de la compañía de nuestro padre Bolívar. López de Quiroga a quien mi Ascencio le sacó un ojo en combate, Sánchez de Velasco, que fue nuestro prisionero en Tomina; Tardío contra quien, yo misma, lanza en mano, combatí en Mesa Verde y La Ricoleta, cuando tomamos la ciudad junto al general ciudadano Juan Antonio Alvarez de Arenales. Y por ahí estaban Velasco y Blanco, patriota de última hora.
Le mentiría si no le dijera que me siento triste cuando pregunto y no los veo, por Camargo, Polanco, Guallparrimachi, Serna, Cumbay, Cueto, Zárate y todas las mujeres que a caballo, hacíamos respetar nuestra conciencia de libertad.
No me anima ninguna revancha, ni resentimiento, solo la tristeza de no ver a mi gente para compartir este momento, la alegría de conocer a Sucre y a Bolívar, a tener el honor de leer lo que me escribe.
La próxima semana estaré por Charcas y me dará usted el gusto de compartir nuestros quereres.
Dios guarde a usted. Juana”
La heroína vivía en la mayor pobreza. Cuentan que Bolívar la abrazó con especial cariño y dijo a los asistentes que la nueva república en vez de llevar su apellido debería tener el nombre de Padilla en reconocimiento a la lucha de Miguel Ascencio y de Juana Azurduy.
Sucre concedió una pensión a la valiente patriota y ratificó el ascenso dado por Belgrano al nombrarla teniente coronela del ejército colombiano. Luego llegó el olvido. En vano Juana solicitó la devolución de los bienes incautados por los españoles e inútilmente exigió la pensión que decretó Sucre y que los bolivianos no le volvieron a pagar.
Juana Azurduy, la Flor del Alto Perú, la guerrillera de la Libertad, murió el 25 de mayo de 1862 en Chuquisaca, sola y en medio de la ingratitud. Los vecinos tuvieron que hacer colecta para su entierro y sus huesos quedaron en una fosa común. El 15 de julio de 2009 la presidenta Cristina Fernández ascendió a Juana Azurduy a generala del ejército argentino y entregó la espada del rango al presidente boliviano Evo Morales. En esa ceremonia se hizo honor a Juana. a Miguel Asencio Padilla y a los indígenas, que a pesar del menosprecio de las tropas porteñas, no dudaron en apoyarlos en la lucha contra las tropas españolas comandadas desde Lima..
Sólo queda del recuerdo de ella su nombre dado a una calle de uno de los barrios acomodados de Buenos Aires-Argentina.
ResponderEliminarjotagé gomezó
Sólo queda de ella su nombre dado a una calle de unos de los barrios acomodados de Buenos Aires-Argentina.
ResponderEliminarjotagé gomezó