LAS CAMPANAS
GUATIQUEÑAS
Alfredo Cardona Tobón
El 23 de julio de 1898, Pedro Bueno, gobernador
del Resguardo indígena de Potreros, dirigió una carta al presbítero Clemente
Guzmán aceptando el traslado de los vecinos de la aldea de Guática a la
localidad de Pueblo Nuevo en el Alto de Mismis.
No fue fácil
convencer a los comuneros de la parcialidad para que trastearan sus ranchos a
un nuevo sitio. Aunque el traslado se justificaba por la falta de agua, lo
cierto era que tanto los curas de Pueblo
Nuevo como los políticos conservadores
de la provincia de Marmato, buscaban el
control de la comunidad nativa y la
manera más efectiva era agregándola a la aldea recién fundada por los
antioqueños. Por otra parte, como el Cabildo indígena adelantaba un
proceso judicial contra los antioqueños
por la ocupación de su territorio, si
los paisas lograban que la gente del Resguardo de Potreros residente en Guática
se instalara en Pueblo Nuevo, se deslegitimaría la demanda con la presencia de
los indígenas en el territorio en litigio.
Los miembros de la
parcialidad se vieron presionados por el administrador antioqueño del
Resguardo, por los sacerdotes que eran
antioqueños y por las autoridades conservadoras de la provincia amangualadas con sus copartidarios paisas.
Tras la resistencia inicial los guatiqueños aceptaron la propuesta de los
colonos como lo manifestó el gobernador
indígena al cura Clemente Guzmán en
documento fechado el 23 de julio de 1896
donde los nativos expresan : “ Lo
que queremos y deseamos es que todo se arregle bien y con la equidad y la justicia que en todo
caso reine la paz, la buena armonía
entre los vecinos que componen un pueblo.”
Después del triunfo
conservador en la guerra de 1885, el gobierno de turno suprimió al distrito de
Quinchía, al cual pertenecía Pueblo Nuevo. El primero de julio de 1898 las
autoridades caucanas erigieron el municipio de San Clemente con cabecera en
Pueblo Nuevo y con Arrayanal, Llanogrande, Guática y Quinchía como corregimientos. Es de anotar que el nombre de San Clemente no se tomó para honrar al
presidente Sanclemente, como algunos
opinan, sino para rendir honores al
patrono de Tomás Clemente Diaz Morkum, un líder conservador de Riosucio,
impulsor de la colonización del Alto de Mismis y uno de los primeros
empresarios que abrieron el valle del rio Risaralda
Al finalizar el siglo XIX los vecinos de
Guática se prepararon para tumbar sus ranchos en la vieja aldea y levantarlos en la
cabecera de San Clemente, un municipio extensísimo y muy pobre, con un concejo
compuesto casi exclusivamente por antioqueños, a quienes no le interesaban los problemas y necesidades
de los resguardos de Potreros, de Quinchía y de Arrayanal que constituían la mayor parte de la
población. A los paisas les interesaba
el oro, el carbón y la tierra de los
Resguardos indígenas y buscaban
convertir las parcialidades, hasta entonces manejadas como carne de cañón por los liberales
radicales del Cauca, en fortines conservadores.
.LA OPOSICIÓN
No todos los
comuneros de la parcialidad estuvieron
de acuerdo con el traslado de Guática y con la presencia de la gente traída
desde Carmen de Viboral y de Marinilla para ocupar sus tierras. Cuenta Jacinto Taba, un anciano vecino de la vereda
de Araos, que cuando Gregorio Tuzarma, Luciano Tonuzco y otros nativos
conocieron las intenciones de
desmantelar el templo de Guática y trasladar imágenes y ornamentos a la iglesia
del Alto de Mismis, se reunieron con otros amigos y protegidos por las sombras
de la noche bajaron las campanas de la
torre con una trailla de mulas, las acomodaron en turega y se perdieron con
ellas por el camino que llevaba al Chocó. Nunca se supo adonde llevaron las
campanas, nadie vio ni oyó nada, pese a que el inspector de Pueblo Nuevo movió
cielo y tierra para recabar algún
indicio.
Alrededor de las
campanas se han tejido varias leyendas; don Manuel Tonuzco, último
gobernador indígena del Resguardo de Guática, que tras el control antioqueño se
denominó Resguardo de Potreros, afirmaba que Gregorio Tuzarma había enterrado las campanas en un paraje solitario y que por muchos años se escucharon los tañidos que
salían de lo más profundo del cerro Gamonrrá. Por su parte Miguel Tabarquino,
que Dios tenga en su seno, aseguraba que en la Guerra de los Mil Días los guerrilleros de Ceferino Rios, o tal vez los de Manuel
Ospina, treparon de las orillas del rio
Cauca por el cañón de La Maldecida
y en concierto con la gente del Resguardo robaron las campanas
para convertirlas en perdigones .
En todas formas la
guerra frustró el traslado de Guática.
Desde los primeros días del conflicto los combatientes liberales de Quinchía y
Bonafont acosaron de tal manera a San Clemente, que sus vecinos se vieron
obligados a refugiarse en Guática; así, pues, fueron los antioqueños quienes tuvieron que
trasladarse a la localidad nativa, convirtiéndola en una población
mayoritariamente paisa mientras San Clemente se veía abocada a la desaparición.
Durante décadas la iglesia de Guática se quedó sin campanas. En
los años treinta del siglo pasado el
padre Marco Antonio Tobón, anciano cofundador de la aldea del Rosario,
siendo cura de Guática adquirió nuevas campanas y dio impulso al caserío. En la
violencia política de mitad del siglo pasado los antioqueños terminaron de desplazar a los
nativos del Resguardo de Potreros,
arrinconándolos en la parte baja del territorio donde fundaron la aldea de
Santa Ana.
Este fue parte de un
capítulo trágico en contraposición con
la leyenda rosa de la colonización antioqueña,; una época donde en zonas como
Guática, se confabularon curas y políticos
para despojar a los nativos de sus tierras y de sus minas..
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