APUNTES DE PUEBLO RICO-RIS

 

DE TAL PALO TAL ASTILLA-

 APUNTES DE PUEBLO RICO- RIS-

Alfredo Cardona Tobón



Julia Tobón , hermana del bisabuelo Antonio vivía en una casona ubicada en la plaza central  de Pueblo Rico a escasas seis cuadras de la finca “La Playa”, una inmensa propiedad  que se extendía hasta la mitad de la falda del cerro Tatamá.lEn los días del sol, que no eran muchos, se veían las espumas de los ríos: Blanco, Negro y Tatamá viajando presurosas hacia el caudaloso San Juan con historias  del  pasado indígena, la lucha negra por la  libertad  y la minería del hambre que ha acompañado las húmedas selvas.

“La Playa” era el portón de entrada a un mundo distinto, era el paso a la manigua,  al olvido de   tiempos viejos con incendios , guerras y  palenques. Los .  Los antioqueños  llamaron Pueblo Rico  a las vecindades de  “La Playa”  y al  caserio impulsado por el cura Tobón , que en honor a la verdad no era pueblo ni era rico sino un puñado de casas  que renacía los  domingos con  los  colonos barequeros  que le inyectaban vida y  la  animaban los indios que contrastaban con los paisas de carriel y machete que acompañaron al cura en ese  territorio de frontera .

Un domingo a  principios de siglo XX, desde el balcón de la casa del bisabuelo, Alicia miraba los toldos de colores abigarrados y  observaba los perros esqueléticos amarrados con cabuyas que los chamies  conseguían  a cambio de pepitas de oro.   Alicia Tobón, hija de Efraim, parecía  una princesa  en el balcón que le servía de atalaya, veía pasar las aves y las recuas con madera mientras  se deleitaba con la harina endulzada con leche de  las indias y con   los  chontaduros molidos  bañados con miel de abejas.

 La niña  de solo cinco años de edad   se abría los domingos  al mundo de los culebreros y  el repique  de las campanas llamando a misa.  Ella    madrugaba el domingo  y cabalgaba al  lado de su padre desde” La Playa”  hasta la casa solariega que parecía un castillo en medio de los ranchos de bareque y paja.

Los arrieros y carniceros mandaban la parada en el mercado, eran los amos de la plaza, sobre todo los hermanos Chalarca que al avanzar el día y la  borrachera se enfrentaban al alcalde Samuel Restrepo y a los cuatro agentes que atendían el orden público poniendo en el cepo a los revoltosos y a  los memes escandalosos que vencidos por el alcohol dormían la rasca en las  escalas de la capilla..

 Mientras   Alicia admiraba las tinajas de barro de los nativos, sentía el olor del pandequeso y adivinaba el sabor  de las empanadas se escucharon  unos relinchos y  apareció  Manuel Grajales con sus mulas cargadas de panela. En el tumulto uno de los Chalarca  con un cuchillo de carnicería, cruzó por detrás del alcalde Samuel Restrepo  y lo asesinó de una puñalada,  tronchando el  cumpleaños  que los  compañeros del jefe  municipal  pensaban celebrar con  un suculento sancocho de guagua

 La gente  intentó linchar al homicida, la policía con sus fusiles grass  llegó a la plaza con bayoneta calada,  a los memes se les fue la borrachera y los Chalarca se esfumaron, sin que se sepa adonde  huyeron con sus bravuconadas.



  Alicia  despavorida  salió a la calle y  se vio  inmersa  en la  pelotera. El  tio Tulio vio a la niña en medio del barullo, la cargó y la alejó del peligro, no sería la única  vez que Alicia sentía la muerte, muchos años después los “ pajaros” y los  chulavitas los acosaron  en Belén de Umbría y en Santuario  despidió  a su hija Lucelly García , la exgobernadora asesinada en la carretera que lleva a la Línea  y  veló  a sus parientes  Hernando y Benjamín  Montoya ultimados por los  antisociales  que ensangrentaron el suelo caldense a mediados del pasado siglo. -

LA VIDA SIGUE CORRIENDO

Por gestiones del general Rafael Uribe, del alcalde Efraim Tobón  y del párroco  Marco Antonio Tobón se logró la integración de Pueblo Rico al departamento de Caldas, pero había que buscar otros horizontes en esos  tiempos difíciles, así que los Tobón se trasladaron a Quinchía  donde Efraim fue juez y  estableció un negocio de telas.

El traslado a la tierra del Batero fue una aventura. Después de tres días  de viaje a caballo, llegaron  al nuevo destino. Con  cuatro niños en hatillos de dos a cada lado y cuatro mulas con los corotos, los Tobón  parecían gitanos. La primera etapa del viaje  fue entre Apia y Belén, luego pernoctaron  en Anserma en la finca de los parientes Calderón Estrada y se remató la odisea  en  un sitio cerca a  San Clemente donde los esperaban  dos tios sacerdotes, Tobón y  Estrada, y varios amigos, entre ellos Melquisedec Gómez y Crisanto Álvarez junto con Elías Gartner y Mario Jalea, un negro queridísimo y  acatado en la Villa de los Cerros.

Alicia recuerda que al día siguiente a su llegada salió con una hermana a conocer a Quinchía, que en comparación con Pueblo Rico era una metrópoli, fue un    jueves y en su recorrido  encontraron dos monitas que acababan de llegar y estaban  asombradas con los indios y las casas de techo pajizo. El papá  de las niña, de apellido Matijasevich,  estableció un almacén y su hijo Matías llevó las letras  llenando  el pueblo de  versos y poesía.

EN OTROS LARES

Parte de  los Tobón se estableció en Quinchía y otras ramas se radicaron en Guática y en  Belén de Umbría donde los alcanzó la violencia. Por activista liberal las monjas expulsaron del colegio a la “Ñatica” Lucelly , que solidaria con los exilados les conseguía alimentos y  techo, convirtiéndose en un ángel de la guarda.

 La jovencita  bonita  e ilustrada  y decidida activista de su partido se convirtió en objetivo de sus enemigos, en Santuario   atacaron su casa con  bombas y la acosaron con amenazas. Cubierto con costales salieron en un camión con rumbo a Pereira y luego a  Calarcá donde Lucelly  se convirtió en la mano derecha de los jefes liberales que la llevaron al concejo, a la Asamblea, al senado y a la dirección nacional del  partido liberal.

En el Quindió  Lucelly  se enfrentó a los narcotraficantes y corruptos  que  buscaban tronchar su carrera política, una noche la asesinaron cuando viajaba hacia la capital colombiana  con rumbo al consulado de Honduras,

La  muerte de Lucelly quedó impune, quedó impune, Alicia, por su parte,  continuó apoyando la comunidad y  murió a la edad de cien años tras dedicar su vida al servicio de su gente.  Han pasado muchos años  y pese al tiempo no se ha borrado el recuerdo  de Alicia Tobón y de su hija Lucelly García cuya memoria continúa iluminando el camino de los quindianos.

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