MI
AMOR ETERNO
Alfredo
Cardona Tobón
Hay
amores que no se borran y parecen reencaucharse con el tiempo, su recuerdo perdura y en vez de marchitarse con
los años parecen retoñar cuando algo que parecía olvidado retorna con detalles
que creíamos sepultados.
La
vida es un desfile de sucesos engarzados
a los seres que amamos, son episodios que acompañan los momentos pasados con sus penas y sus alegrías. Una canción, una flor,
un día luminoso nos reconcilian con el pasado y traen sucesos
que dan nuevo
brio al corazón. Es lindo releer los nombres que alguna vez
estampamos en el tronco de un
árbol o rodeamos de amor y recordar los amores feiices y
hasta aquellos que alguna vez nos
llenaron de pena y
ahora son anécdotas que retratan la
ingenuidad de los primeros años. .
Es
grato resucitar el ayer en medio de la
lluvia o bajo los arreboles e imaginar lo que pudo haber sido en
brazos de la muchachita pispireta, de ojos negros y cintura de avispa o al
lado de la rubia zarca que parecía una diosa .Al descubrir los
arcanos en el desván de la
vida rescatamos los primeros
besos y la serenata que en una noche de luna trepó por la ventana del cuarto de la amada,
allí encontramos tesoros que no
caducan como la foto de la vecinita del barrio en un balcón con geranios floridos .o la foto de la noviecita
que llevamos al baile de graduación del bachillerato y que a pesar de sus promesas de amor eterno nos cambió por
la estrella del equipo de futbol
de la universidad..
Como todo llega y todo pasa, como las nubes se
pierden en el horizonte así desaparecieron los amores hasta que llegó el gran amor con el como, el lugar y el
tiempo.. El mio vino por carta con acento argentino, me acompañó durante sesenta venturosos años. y
empezó con la siguiente carta que
durante un largo período alentó
un noviazgo por correspondencia.
“Medellín
octubre 22 de 1959
Estimada
Edith
Dizque
no sabes cómo has logrado lo que llamas atrevimiento. Yo lo sé y muy
perfectamente. En nosotros hay algo
siempre inquieto y descontento que nos
hace levantar castillos en el aire y nos muestra hadas y princesas, ese algo
nos hace soñar y escribir.
Ves
como empieza de fácil una amistad. Muchas veces lo fuerte empieza siendo una
hierbecilla y alcanza las nubes con el tiempo. Dices que te desanima el
fracaso. Tal vez el único que se te presente será el del tiempo que
perderás con mis cartas, porque no será
la primera y última que me escribes. ¿Verdad?-...”
Esta
fue la carta que escribí a Edith
Angélica al contestar la primera que ella me envió desde la Argentina.
Todo
empezó con otra carta que envié a Amelia Gori residente en la ciudad de Godoy
Cruz en Mendoza Argentina. Yo leía la revista brasileña O’ Cruzeiro donde
figuraban direcciones de muchachos y muchachas latinoamericos que querían
intercambiar estampillas, monedas , postales o simplemente establecer amistad
por correspondencia. Yo escribía a chicas de Mejico, de Chile y
Uruguay y quise comunicarme con una argentina. Por eso le escribí a Amelia
Gori, alumna del colegio Rawson, .
Amelia nunca me contestó pero en
un descanso ella mostró las cartas recibidas a varias compañeras
y a Edith le llamó la atención mi caligrafía que clasisficó con complejo de máquina de
escribir. Así que me escribió dando su dirección de correo y su interés en
conocer aspectos colombianos.
La
correspondencia con Edith continuó regularmente y poco a poco me encapriché con
Edith y a ella le sucedió lo mismo,, éramos
dos jovencitos encarretados escribiendo de todo, sin darnos cuenta de que el
amor y el destino nos iba envolviendo .
En
1961 en las vacaciones universitarias conocí al poeta Baudilio Montoya en la
población quindiana llamada Calarcá. Una noche decembrina varios amigos nos
reunimos con el poeta en el Café Granada y allí, entre trago y trago, desnudé
mi corazón y la confié a Baudilio mis cuitas de amor y la “traga” por
correspondencia.
Baudilio
sonrió al escuchar mis cuitas y sin más empezó a escribir en un papel arrugado y a
desgranar poesía con la naturalidad con
que trina un turpial o perfuma una rosa.
A
medida que Baudilio escribia mi
imaginación remontó los salitrales bolivianos, remontó la provincia de San Juan
y mi voz enamorada llegó a la ventana de la niña mendocina._
“
Te cuento que aquí en Colombia
Que
es una tierra de cantos
Y
de versos y de alondras,
Con
paisajes musicales
Cercada
de aguas sonoras
Tu
tienes un corazón
que
a todas horas te nombra
por
la bondad que tu tienes
y tu pureza de aurora
y
tus ojos nazarenos
tan
llenos ellos de sombra.”
Entre
copa y copa “El cazador de cocuyos” como
lo llamó Antonio Arango, continuó absorto cantándole a mi amada, El rapsoda de
la vereda La Bella se había sincronizado con mi corazón, lo que no era extraño
con alguien como Baudilio, conocedor de las sendas de amor y las duras espinas
de la ausencia.
La
universidad exigió cada vez más y a ello se sumó el trabajo en un colegio
femenino donde orientaba química, algebra y física. No quedaba tiempo sino para
los estudios y el trabajo y tuve que dejar de escribir a mis amigas y se fue
mermando la correspondencia con Edith
Angélica.
La
amistad por carta se fue enfriando , yo
me ennovié con una chica rubia de ojos verdes y ella consiguió novio en
Mendoza y aparentemente nuestros nexos
escritos quedaron en el olvido.
La
universidad quedó atrás, el noviazgo
con Maria Victoria, la rubia de ojos
verdes pasó a la historia y empecé a trabajar como ingeniero mecánico en
Palmira, Valle del Cauca, luego en Medellín y después en Acerías Paz del Rio en
el departamento de Boyacá. Y mientras yo seguía con la vida de soltero,
Edith preparaba su matrimonio con un
sobrino del arzobispo de Mendoza en
Argentina..
Una
tarde plomiza de agosto de 1962, atravesé en una canoa el lago Sochagota
ubicado en cercanías de la Acería donde yo estaba trabajando., remé y remé y en
mitad de la laguna hice un alto en el
recorrido. Tenía viva la resaca de la noche anterior y mi billletera estaba
desocupada.
¡
Qué estoy haciendo con mi vida? Pregunté-
y empecé a meditar sobre el pasado y el futuro, promisorio sí pero lleno
de baches personales. Entonces volvió a mi memoria Edith Angélica Bustos
Cremieux, mi amiga postal de tiempos
pasados.
¿
Donde estará?- ¿Qué estará haciendo?
Y
por curiosidad decidí volverle a
escribir no sin antes presentarle excusas por mi atrevimiento.
Una
semana después de haberle enviado la carta me llegó otra carta de Godoy Cruz
que en parte despejaba mis inquietudes y que
transcribo a reglón seguido:
“Mendoza
agosto 28 de 1962
Decir
que tu carta me dejo atónita, desconcertada, es poco. Me sorprendió muchísimo porque sinceramente creí que nunca jamás iba
a saber de ti.
No
podría describir lo que sentí cuando
tuve en mis manos ese sobre que me traía noticias de ti, noticias que tanto
esperé. Al leer las líneas empecé a llorar. Quizá sea absurdo, pero es así .lloraba
y no sé si fue de alegría, de sorpresa o de qué.
El
silencio ha sido muy largo, pero a pesar del tiempo te he recordado siempre.
Olga me decía que algún día me volverías a
escribir y no se equivocó.
Me
pregunto qué fue lo que te llevó a comunicarte nuevamente contigo, después de
tanto tiempo, más de dos años¡ ¡ Cómo es que se te ocurrió volver a escribirme?
Quieres
saber de mi vida. Es la misma de antes. Igual que siempre- Estuve de novia dos
veces en este tiempo, pero por una cosa u otra no se llegó a nada.. Ahora me
anda rondando el sobrino del arzobispo de Mendoza. Un muchacho de 33 años,
arquitecto y muy bueno.¨Pero yo no me decido .Papá dice que con mis años aún no
se lo que quiero, quizás tenga razón.
Mis
estudios los paralicé por completo.
Empecé a incursionar en la Facultad de Derecho. La abogacía me gusta
pero la dejé. Yo no estudiaré más.
Simplemente me dedico por entero a mi trabajo que es muy interesante.
Me
dices que te graduaste¡- No te imaginas cuanto me alegro¡ Imagino que habrás
hechos esa especialización en Estados Unidos por la que aplazaste el viaje a
Argentina. Van para ti mis más sinceras felicitaciones y mis mejores augurios
de éxito permanente.
He
recibido tu carta hace apenas media hora y tal como antes te contesto de
inmediato.
Todavía
me parece mentira que me hayas escrito y que yo te está contestando, cuando yo
creía que nunca más lo volvería a hacer.
Bueno
Alfredo, seguiré soñando contigo.
Edith.
“
*
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