LA INVASIÓN DE AGUASALADA
Alfredo Cardona Tobón
Omar Jaramillo nació en la hacienda Aguasalada un martes de 1955. No se sabe el mes, aunque una tía dice que fue después de Semana Santa, cuando con su mamá salieron a Quincha a comprar una ropita para el recién nacido.
La
vida de Omar trascurrió en el campo, era hijo de uno de los cuarenta aparceros que arrancaron el sustento
en una tierra que fue de
Pedro Castañeda y luego de los
hermanos efraim y Norman Gartner que
inconformes con las 80 arrobas de maíz que le pagaba cada aparcero, quisieron
lanzarlos de su propiedad para establecer otras condiciones de pago..
Pero
no lo lograron pues se encontraron con
la resistencia de Luis Melchor, de Jorge Villegas y otros aparceros que se
negaron a entregar sus parcelas. Ante tal circunstancia los Gartner vendieron la hacienda a Manuel
Espejo, un costeño residenciado en Manizales
que contrató trabajadores, sembró
pasto en los lotes y y echó ganado para que destruyera los cultivos.
Por
ese entonces estaba en marcha el INCORA y corrían rumores de una reforma
agraria frenada en el Congreso pero ejecutada de hecho por miles de familias campesinas que estaban
invadiendo las grandes fincas.
Cinco
líderes encabezados por Jorge Tabarquino
y Omar Jaramillo movieron a los
aparceros a no respetar cercas ni a Mara
Valencia, un mayordomo templado y pantalonudo que llevó Manuel Espejo
para que sacara
a los intrusos de Aguasalada.
Con
azadón y peinillas los aparceros arruinaron
los pastos y sembraron plátano,
maíz, aguacate y guanábana. De nada valió la demanda a la inspección de policía
de Irra y las amenazas de Mara Valencia,
que huyó chamuscado por los tiros de escopeta.
A
los tres años de las siembras empezaron
a sacar caña que beneficiaron en un trapiche cercano, fue un tiempo difícil
para los labriegos acosados por el hambre y las necesidades y por las amenazas
de Manuel Espejo.
Sabían
que en el gobierno de Lleras Restrepo las armas oficiales no los iban a
atropellar y esto también lo sabía el propietario de Aguasalada que prefirió negociar con los
invasores: Manuel Espejo les ofreció un lote de 6 hectáreas por la suma de $
15.000 que era mucha plata y poca tierra. Ante la negativa Espejo propuso cambiar los lotes mejorados por otros
en la montaña. Los antiguos terrazgueros no aceptaron esas propuestas pero
aceptaron que un evaluador de Bogotá llegara a los predios y cuantificara el
valor de los cultivos para llegar a un acuerdo.
-
Pregunte cuantos racimos da una mata de plátano, le sugirió Jorge Tabarquino- al funcionario del INCORA,
pregunte cuantas papayas produce esa penca…
el supuesto técnico mordió el
anzuelo e hizo las absurdas preguntas
poniendo en evidencia su ignorancia.
-“
Usted no tiene idea de lo que está hablando”- le dijo Tabarquino y el evaluador a toda prisa se retiró del
lugar ante la mirada furibunda de los
agricultores.
Al
fallar las negociaciones Manuel Espejo amenazó con carabinas pero nada arredró
a los ocupantes de Aguasalada. “ Traigan los fierros que tengan para que veamos
que pasa” fue la respuesta de Tabarquino ante el despliegue guerrerista. Los
Espejo demandaron ante las autoridades de Pereira buscando el desalojo de sus
tierras y los invasores acudieron a la
cita con el temor de quedar presos
Hacía
dos años que Manuel Espejo no recibía
los arriendos de Aguasalada, ante los cual los cultivadores los habían
consignado en la Caja Agraria. .Contra todo lo previsto el encuentro fue muy
cordial; los campesinos demostraron que pertenecían a la Asociación de Usuarios Campesinos, ANUC, y
se propuso acudir a la ley para
solucionar las divergencias. Tras largas conversaciones Manuel Espejo vendió la finca al INCORA y por
fin los aparceros de Aguasalada tuvieron su pedazo de tierra.
PEDRO
PABLO GAÑÁN T. Y LA FINCA TRUJILLO
Treinta
y cinco aparceros laboraban en la finca Trujillo de Eduardo Gartner de la Cuesta, corrían el
rumor de una invasión y para evitar que los aparceros tomaran posesión de su
hacienda, Eduardo Gartner pretendió echar a Pedro Pablo Gañán del lote que
trabajaba para dejar a los aparceros sin su líder.
Gañán
se dirigió a las oficinas del INCORA en
Pereira donde lo recibió Amparo Cadavid quien le buscó cita con el doctor Camacho, un
funcionario “ bajito, de gafas y muy formal”
a quien Gañan dijo que lo iban a
sacar de Trujillo, donde había nacido, criado y convertido en un labriego
trabajador y honrado
.
Gañán preguntó que hacer para que él y sus compañeros no fueran condenados a la
miseria.
¿
Por qué viene solo?- preguntó Martín J.
Camacho a Pablo Gañán.
Porque
los otros son riqueros y pendejos y les da miedo luchar por sus derechos.
-
Venga con tres o cuatro,- veremos que se
puede hacer- le respondió Camacho.
A
la semana siguiente Gañán regresó a Pereira con Aníbal García, Carlos Hernández
y Efraim Calvo e iniciaron las diligencias para Incorar a Trujillo, una enorme
hacienda de 401 hectáreas perteneciente
a una sola persona.
Primero
tienen que arreglar las cuentas con el señor Gartner, les comunicó Camacho.
-Es
correcto. Nosotros le debemos los almudes de arriendo del último año. Yo por
ejemplo adeudo ocho almudes de catorce kilos, pero es que no me ha quedado nada
de la cosecha.
-
Hombre, ustedes deben pagar para adelantar cualquier diligencia-
Los
aparceros se miraron entre sí y Gañán pensó por sus adentros que hasta ahí les
había llegado la dicha.
Doctor,
no tenemos como pagarle al señor Gartner.
-Bueno
hagamos una cosa: yo les presto la
plata.
Ese
mismo día les prestaron $2.000 que era muchísima plata en ese entonces. A Gañán
y sus compañeros les temblaban las manos
al recibir el dinero.
Carlos
Hernández llevó una carta a Eduardo
Gartner quien a la semana siguiente se reunió con los aparceros en las oficinas
del INCORA en la ciudad de Pereira.
Cuando el propietario de Trujillo salió
de las oficinas, Camacho estableció los últimos puntos de la negociación y dio
orden de medir la finca para parcelarla.
Al
salir Eduardo Gartner se despidió de Amparo Cadavid y en voz baja le dijo.”
Quien lo ve y sin dinero ni letras me ganó la
batalla.”
Historiayregion.
blogspot.com.
.
Omar
Jaramillo nació en la hacienda
Aguasalada un martes de 1955. No se sabe el mes, aunque una tía dice que fue después de
Semana Santa, cuando con su mamá salieron a Quincha a comprar una ropita
para el recién nacido.
La
vida de Omar trascurrió en el campo, era hijo de uno de los cuarenta aparceros que arrancaron el sustento
en una tierra que fue de
Pedro Castañeda y luego de los
hermanos efraim y Norman Gartner que
inconformes con las 80 arrobas de maíz que le pagaba cada aparcero, quisieron
lanzarlos de su propiedad para establecer otras condiciones de pago..
Pero
no lo lograron pues se encontraron con
la resistencia de Luis Melchor, de Jorge Villegas y otros aparceros que se
negaron a entregar sus parcelas. Ante tal circunstancia los Gartner vendieron la hacienda a Manuel
Espejo, un costeño residenciado en Manizales
que contrató trabajadores, sembró
pasto en los lotes y y echó ganado para que destruyera los cultivos.
Por
ese entonces estaba en marcha el INCORA y corrían rumores de una reforma
agraria frenada en el Congreso pero ejecutada de hecho por miles de familias campesinas que estaban
invadiendo las grandes fincas.
Cinco
líderes encabezados por Jorge Tabarquino
y Omar Jaramillo movieron a los
aparceros a no respetar cercas ni a Mara
Valencia, un mayordomo templado y pantalonudo que llevó Manuel Espejo
para que sacara
a los intrusos de Aguasalada.
Con
azadón y peinillas los aparceros arruinaron
los pastos y sembraron plátano,
maíz, aguacate y guanábana. De nada valió la demanda a la inspección de policía
de Irra y las amenazas de Mara Valencia,
que huyó chamuscado por los tiros de escopeta.
A
los tres años de las siembras empezaron
a sacar caña que beneficiaron en un trapiche cercano, fue un tiempo difícil
para los labriegos acosados por el hambre y las necesidades y por las amenazas
de Manuel Espejo.
Sabían
que en el gobierno de Lleras Restrepo las armas oficiales no los iban a
atropellar y esto también lo sabía el propietario de Aguasalada que prefirió negociar con los
invasores: Manuel Espejo les ofreció un lote de 6 hectáreas por la suma de $
15.000 que era mucha plata y poca tierra. Ante la negativa Espejo propuso cambiar los lotes mejorados por otros
en la montaña. Los antiguos terrazgueros no aceptaron esas propuestas pero
aceptaron que un evaluador de Bogotá llegara a los predios y cuantificara el
valor de los cultivos para llegar a un acuerdo.
-
Pregunte cuantos racimos da una mata de plátano, le sugirió Jorge Tabarquino- al funcionario del INCORA,
pregunte cuantas papayas produce esa penca…
el supuesto técnico mordió el
anzuelo e hizo las absurdas preguntas
poniendo en evidencia su ignorancia.
-“
Usted no tiene idea de lo que está hablando”- le dijo Tabarquino y el evaluador a toda prisa se retiró del
lugar ante la mirada furibunda de los
agricultores.
Al
fallar las negociaciones Manuel Espejo amenazó con carabinas pero nada arredró
a los ocupantes de Aguasalada. “ Traigan los fierros que tengan para que veamos
que pasa” fue la respuesta de Tabarquino ante el despliegue guerrerista. Los
Espejo demandaron ante las autoridades de Pereira buscando el desalojo de sus
tierras y los invasores acudieron a la
cita con el temor de quedar presos
Hacía
dos años que Manuel Espejo no recibía
los arriendos de Aguasalada, ante los cual los cultivadores los habían
consignado en la Caja Agraria. .Contra todo lo previsto el encuentro fue muy
cordial; los campesinos demostraron que pertenecían a la Asociación de Usuarios Campesinos, ANUC, y
se propuso acudir a la ley para
solucionar las divergencias. Tras largas conversaciones Manuel Espejo vendió la finca al INCORA y por
fin los aparceros de Aguasalada tuvieron su pedazo de tierra.
PEDRO
PABLO GAÑÁN T. Y LA FINCA TRUJILLO
Treinta
y cinco aparceros laboraban en la finca Trujillo de Eduardo Gartner de la Cuesta, corrían el
rumor de una invasión y para evitar que los aparceros tomaran posesión de su
hacienda, Eduardo Gartner pretendió echar a Pedro Pablo Gañán del lote que
trabajaba para dejar a los aparceros sin su líder.
Gañán
se dirigió a las oficinas del INCORA en
Pereira donde lo recibió Amparo Cadavid quien le buscó cita con el doctor Camacho, un
funcionario “ bajito, de gafas y muy formal”
a quien Gañan dijo que lo iban a
sacar de Trujillo, donde había nacido, criado y convertido en un labriego
trabajador y honrado
.
Gañán preguntó que hacer para que él y sus compañeros no fueran condenados a la
miseria.
¿
Por qué viene solo?- preguntó Martín J.
Camacho a Pablo Gañán.
Porque
los otros son riqueros y pendejos y les da miedo luchar por sus derechos.
-
Venga con tres o cuatro,- veremos que se
puede hacer- le respondió Camacho.
A
la semana siguiente Gañán regresó a Pereira con Aníbal García, Carlos Hernández
y Efraim Calvo e iniciaron las diligencias para Incorar a Trujillo, una enorme
hacienda de 401 hectáreas perteneciente
a una sola persona.
Primero
tienen que arreglar las cuentas con el señor Gartner, les comunicó Camacho.
-Es
correcto. Nosotros le debemos los almudes de arriendo del último año. Yo por
ejemplo adeudo ocho almudes de catorce kilos, pero es que no me ha quedado nada
de la cosecha.
-
Hombre, ustedes deben pagar para adelantar cualquier diligencia-
Los
aparceros se miraron entre sí y Gañán pensó por sus adentros que hasta ahí les
había llegado la dicha.
Doctor,
no tenemos como pagarle al señor Gartner.
-Bueno
hagamos una cosa: yo les presto la
plata.
Ese
mismo día les prestaron $2.000 que era muchísima plata en ese entonces. A Gañán
y sus compañeros les temblaban las manos
al recibir el dinero.
Carlos
Hernández llevó una carta a Eduardo
Gartner quien a la semana siguiente se reunió con los aparceros en las oficinas
del INCORA en la ciudad de Pereira.
Cuando el propietario de Trujillo salió
de las oficinas, Camacho estableció los últimos puntos de la negociación y dio
orden de medir la finca para parcelarla.
Al
salir Eduardo Gartner se despidió de Amparo Cadavid y en voz baja le dijo.”
Quien lo ve y sin dinero ni letras me ganó la
batalla.”
Historiayregion.
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.
Que buena crónica, detalles ilustrativos de conflictos y su fluidez cuando emergen los caminos hacia la negociación, tensa y complicada, pero sin violencia y con claridad en la honradez y la palabra que cuando se habla y se escucha, se cede, se pierde, se gana, pero las lecciones de la historia emergen. Recuerdo mi tiempo de maestro rural en los años sesenta, acudí varias veces a Quinchía, reuniones con la ANUC en Aguasalada, aprendí, entendí esas complejidades que me desenreda e islustra este relato.
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