AL LADO DE LA BACHUE

 

AQUELLAS NAVIDADES

Alfredo Cardona Tobón                                       

                                                            


AL LADO DE LA BACHUÉ

AQUELLAS NAVIDADES

Alfredo Cardona Tobón

Varias veces  pasé la navidad en  casa de mi tia Esther en Santa Rosa de Cabal, fueron meses inolvidables con  baño diario en la quebrada Santa Elena, paseos a los termales de los Arbelaez y al charco  del padre Buitrago,  largas caminatas por la Leona y  visitas a la finca de Don Inocencio en la vereda de El Lembo.

Como mis primos decían que eran alemanes por su apellido  Gartner yo no me quedaba atrás asegurando que era pariente de Solis Folch de Cardona, antiguo virrey de la Nueva Granada. Así que estábamos en paz en cuanto el blancaje y los ancestros.

 Fueron navidades hermosas cuya racha de felicidad se  hizo añicos en 1949 cuando la familia, por  culpa de los pájaros y chulavitas  fue empujada al exilio y constreñida a un cuarto en el barrio Gerona de Medellín En esa navidad  arreciaba la violencia política y el odio partidista. Se preguntaba por la  filiación liberal o conservadora al indagar por las víctimas que solo dolían cuando   las cobijaban nuestras banderas. Estábamos invadidos por el veneno que nos inyectaban los curas y los políticos  cuya estela nefasta ha llegado hasta nuestros días...

Nuestra familia rodaba de un lado a otro de la bella Villa buscando acomodo. Así nos sorprendió la Navidad en el barrio Fátima en la casa de una tía de papá Luis Ángel adonde llegaban las notas  musicales de vecinos pachangueros..

“ La múcura está en el suelo

Mamá no puedo con ella

Me la llevo a la cintura

Y es que no puedo con ella.

Mamá no puedo con ella.”

 

Por calles y balcones, por la radio y  los corredores sonaba la música de Buitrago , se repetían sus canciones y se pregonaban los aguinaldos al ritmo de “Dame tu mujer José” y de el “Grito vagabundo” convertido en emblema guerrero del  partido liberal.

Afuera, lejos de nuestro alcance,  Medellín respiraba alegría. Pero en la familia Cardona Tobón no había natilla y buñuelos como en  tiempos idos  y el Niño Dios  parecía haberse olvidado de los  regalos  y las  golosinas..

En la nochebuena la  pólvora  tronaba mientras desde un murito de la vivienda en  Fátima  veíamos elevar los globos y  sonar las papeletas de un mundo ajeno cuyo ruido  retumbaba en el cerro Nutibara.

Al llegar la medianoche del 24 de diciembre  buscamos  el aguinaldo debajo de la almohada,  ya nos habían advertido que en ese año se había retrasado el Salvador del mundo y había comisionado a los Reyes Magos para que trajeran los regalos Pese a las advertencias levantamos las almohadas sin  muchas ilusiones  y allí estaba  el  aguinaldo: Eran  modestas cajitas de  bocadillos con una cinta y una estampita del Niño Dios. Fue un regalo que supo a gloria y salvó la noche a la chiquillada, pues sentimos que no estábamos solos y que el Divino niño a pesar de las limitaciones nos seguía acompañando.

No obstante las circunstancias   la navidad en el barrio Fátima  estuvo plena de recuerdos . El barrio era un abigarrado conjunto de niños  rodeado de malezas de  uña de gato y  de  charcas verdes llenas de zancudos y sapos.. Las calles estaban sin pavimento y  una carretera estrecha coronaba el morro de  Nutibara donde descollaba  la imagen de la Bachue entre una arboleda de guayabos y moras dulces donde jugábamos a bandidos y policías. Yo tenía una cerbatana embera  que me había regalado un amigo de  papá y  con ella  emprendía largas cacerías que gracia a mi mala puntería no me permitieron cobrar ninguna presa entre las bandadas de tórtolas y palomas que poblaban el lugar. El  rumor del arma letal llegó a oídos de la policía que en operativo digno de una película irrumpió  en nuestra casa y confiscó la cerbatana junto con una escopeta de fisto que guardábamos  entre los trastos de cocina

.Las cacerías se transformaron en   viajes a pie al  teatro María Victoria en el centro  de la ciudad adonde iba la chiquillada vivaz  a ver los matinales de los domingos. Por los barrios  Antioquia y Belén cruzaba una  quebrada  que desembocaba al rio Medellín, allí se   zambullían  los muchachos de los alrededores  sin que aparentemente tuvieran algún percance.  Mi hermano Oscar y yo no tuvimos esa suerte, pues en uno de los baños pillamos un mal que nos tuvo en cama durante varios días y se curó solo pues no había dinero para medicinas..

En esos duros tiempos del exilio las familias de mamá y la tía Débora compartieron las vicisitudes , como pudieron se acomodaron en el cuarto de Gerona y luego en Fátima en medio del calor y el zancudero. Los primos  Betancourth buscaron trabajo en Coltejer, en  Fabricato, en Fatelares y demás textileras y nada, en algunas exigían  recomendaciones del directorio conservador y en las  más  ni les recibían papeles. Los Betancourth  vendieron la máquina de coser y la máquina de escribir que les servían de medios de trabajo y agotadas las reservas tomaron el tren rumbo a Cartago donde los acogieron unos parientes. Por nuestra parte,  salimos de Fátima a una casa en el barrio San Miguel, por los lados de Villahermosa y  luego  nos ubicamos en  otra   situada en Campo Váldez donde permanecimos unos pocos meses.

Mamá me matriculó  en  la Escuela Remington  hasta que no me dejaron entrar por falta de pago, al empezar el año  1951 mejoró la situación y  mamá  me inscribió  junto con mi hermano menor  en el colegio San Carlos de los hermanos Cristianos. Tras un examen infame con preguntas absurdas    un religioso me preguntó por la filiación política  de mi padre y me alistó en quinto de primarias. Allí ocupé  los primeros puestos y el director del curso viendo que estaba  sobrado me  promovió a  primero de bachillerato  donde también estuve entre los mejores de la clase..

En el barrio  San Miguel llegó  la navidad del año  1951,  en medio de globos y  voladores. Esta vez el  Niño Dios estaba “caleto”  y hubo natilla y buñuelos, regalos y comelonas. Un amigo de Papá  le financió un bus nuevecito para atender el  servicio de correspondencia hacia Pereira e intermedias, ante esta nueva circunstancia  salimos de Medellín en 1952  y  nos radicamos en  Pereira donde nació Martha Lucía, nuestra hermana menor y donde cursé segundo de bachillerato en el colegio La Salle y el tercero en  el Colegio Deogracias Cardona

Aquí  empezó otra etapa de la familia,   en 1954 regresamos a  Medellín donde papá construyó una vivienda  en el barrio Salvador   que ocupamos   hasta  el año 1957 , fecha en la cual  nos trasladamos a otra situada en el barrio Manrique Central. . .

Y sin que yo cambiara el mundo en un tris siquiera, el mundo siguió cambiandome. Era un excelente estudiante y un buan novio, tanto que  empeñé mi bicicleta para darle un regalito  a Lucerito  en el dia de los novios, pero en el camino adonde iba a comprarlo me encontre´ con mi amigo Chepe Toño y la buena intención quedó en el mesa de un cafetín en medio de tangos y milongas. Con 17 años  era dueño del mundo y en forma silvestre me iba acomodando a las circunstancias y a recibir mi diploma de bachiller con la intención de estudiar medicina.

 

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