LA GRIPE ESPAÑOLA-

LA PANDEMIA DE LA GRIPA ESPAÑOLA
PARECE ESCRITA  HOY EN TIEMPO DEL CORONAVIRUS

Circula por las redes, esta carta que Laureano Gómez le mandó el 24 de octubre de 1918 a su amigo y socio de varias empresas políticas y periodísticas José Arturo Andrade, quien entonces se encontraba en el archipiélago de San Andrés, al que Gómez se refiere siempre así, “el Archipiélago”. Pero la verdadera importancia de la carta, la razón por la que hoy todo el mundo la comparte, está en el relato a la vez detalladísimo y tétrico de los primeros embates de la ‘gripa española’ —la pandemia de principios del siglo XX que mató a más de 50 millones de personas en el mundo

Según una nota de este diario por esos días, la peste, “la epidemia que azota a Bogotá de manera cruel y terrible”, había llegado al país a finales de septiembre. Y era la misma que hacía estragos en el mundo entero: la misma ‘gripa’ (hoy ya sabemos que un virus de influenza del tipo H1N1) que desde la primavera de 1918, en su oleada inicial, y luego en el otoño del mismo año, estaba matando a más gente que las balas de la  Primera Guerra Mundial. La perspectiva era aterradora, con cadáveres regados por las calles en medio del desastre.Manuscrito de la carta que Laureano Gómez envió el 24 de octubre de 1918 a José Arturo Andrade y que refleja cómo la historia se repite.  Archivo particular 
Laureano Gómez era entonces un ingeniero civil y periodista de 29 años y era también una de las jóvenes promesas —quizás la mayor de ellas, y la historia lo confirmó— del Partido Conservador. Sin embargo, y por distintos motivos, estaba en la oposición al gobierno de ese mismo partido, en una disidencia que incluía a contemporáneos y amigos suyos del Partido Liberal como Eduardo Santos y Alfonso López Pumarejo: la ‘Generación del Centenario’. El presidente del momento, Marco Fidel Suárez, elegido en febrero de 1918, era visto por ellos como el símbolo de un proyecto político corrupto y retardatario.

De hecho, en su carta dice Gómez que en Estados Unidos ha muerto por la peste “Gabriel Suárez O, hijo de D. Marco”. Era el hijo del Presidente, y no deja de ser una macabra paradoja, pues por esa tragedia tuvo que contraer Marco Fidel Suárez un empréstito para repatriar los restos de su hijo, y ese empréstito lo fió con su sueldo y sus gastos de representación; un hombre pobre y probo Suárez. Pero fue ese, el empréstito, el argumento con el que Laureano, como congresista, lo tumbó del poder tres años después en un debate brutal.

Aunque esta carta refleja sobre todo la forma como la historia se reproduce de manera recurrente; la forma en que se repite, aunque sea siempre distinta. La angustia ante la muerte y la pandemia, los efectos devastadores y globales de la cuarentena, los debates políticos locales en torno a la gestión de la crisis: todo eso y mucho más, que parece escrito hoy, está en este documento de 1918 que también enseña la lección de que la historia no se acaba y siempre, por difíciles que sean los tiempos, vienen otros nuevos.

A continuación reproducimos fielmente la carta, dictada por Gómez y firmada con su puño y letra.

“Bogotá, octubre 24 de 1918.

Mi muy querido Arturo:

.Mis dos últimas cartas las he dirigido directamente al Archipiélago, directamente, porque Miguel Aguilera me aseguró que así iban más directamente y también más seguras. Que con el intermedio del Suro corrían riesgo de que a él se le olvidarán; pero como no he vuelto a tener noticias tuyas, temo que el camino no haya resultado muy seguro y que ya estés inculpándome incumplimiento. Hoy vuelvo a usar el antiguo camino.

Aquí hay de nuevo una epidemia de grippa que tiene alarmada la ciudad. Por lo pronto tiene paralizada la vida; las oficinas están casi todas cerradas; los colegios lo mismo; se han suspendido los exámenes hasta en las facultades; se han ordenado cerrar teatros y cines y por las calles no se encuentra un alma de noche. Al principio fué cosa de risa: todo el mundo estornudando. Pero luego empezó una forma que llaman cerebral y empezó a morir gente de repente en la calle, especialmente entre los obreros. El pánico ha ido creciendo. Los entierros pasan continuamente. El problema se ha agravado por los sepultureros unos están enfermos, otros se han muerto en el oficio, no se consigue quien quiera hacerse cargo de él y según dicen, hay momentos en que más de cien cadáveres esperan regados en los corredores de las bóvedas que los pongan bajo la tierra. Por de contado nadie quiere ir al Cementerio y los entierros, aun los de personas notables, van sin acompañantes. Tiene paralizada la vida; las oficinas están casi todas cerradas, los colegios lo mismo; se han suspendido los exámenes hasta en las facultades, se ha ordenado cerrar teatros y cines.
Entre las personas conocidas han muerto, el senador Antonio Regino Blanco y su esposa, con unas pocas horas de intervalo, el senador Manuel José Soro, antioqueño, el Dr. Fernando Cortés Monroy Gonzalo de Santamaría, Ricardo Vinagre Acevedo, la señora de D. Modesto Cabal, una muchacha Pradilla, muy bonita, que estaba dando golpe y se iba a casar; un sobrino de Chepe Guzmán, hijo de Ezequiel; el pote Camacho, el hijo de Nemesio, que era muy buen estudiante de medicina; y mucha gente pobre que cae fulminada en las calles.

Por lo que dicen los periódicos, la epidemia es universal, aunque en el resto del país no se conoce. Pero en los EE. UU. han muerto de élla, Gabriel Suárez O, el hijo de D. Marco, Luis Alejandro Caro y un hijo de Manuel E. Puyana.

Ya ves que cada año tenemos la visita de alguna calamidad pública. La de este año ha causado ya más víctimas que los temblores.
Las autoridades han dejado mucho que desear. Bien es verdad que con la mula de Santiago Castro de Alcalde poco hay que esperar. 

Se ha formado un comité de socorro que preside el Dr. Dávila F, formado por Julio Portocarrero, y gente por el estilo; por eso podrás calcular la estupidez del Alcalde. Julio Portocarrero se dedicará a socorrer a los horizontales, que como duermen siempre bien abrigados, son los que menos necesitan auxilio.

Por supuesto que hay escenas curiosas. Los peluqueros hace quince días están en la lata, porque nadie se manda afeitar ni recortar el pelo por miedo a la bronconeumonía.

Afortunadamente en las proximidades del grupo no ha habido hasta ahora ninguna desgracia. Al decir esto, mejor al escribirlo, toco madera para alejar el presagio.

Como comprendes lo que ocurre trae un apagamiento en las demás cosas, política inclusive. En materia de negocios la situación empeora. La prohibición de exportar café que acaban de hacer los EE. UU. ha traído el alarma más inconcebible. Hay hacendados que salen por las calles hechos unas furias, pidiendo que entremos en la guerra, que nos anexionemos a los yanquis, cualquier cosa, pero que les compren su café. Por su parte, el larguísimo verano arruinó las sementeras, atrazó los ganados y los orejones de la Sabana están también inconsolables. La grippa vino a determinar la carestía del mercado, lo que ha motivado conatos de bochinche. Un limón vale diez pesos. Una naranja cinco. Una botella de leche, doce. Una libra de carne veinticinco. Una pastilla de eucaliptol, tres pesos. Et sic de caeteris.

Y que opinas de la guerra? Sin duda contagiamos de nuestra jettattura a los alemanes. Ya ni los más optimistas ponen en duda que la guerra está perdida y en las peores condiciones; el aceptar en principio la devolución de Alsacia – Lorena indica cuanto ha tenido que doblegarse el orgullo alemán. Si al menos la paz nos trajera bienestar por otros caminos... Pero aun eso dudo. Como la guerra no nos perjudicó en exceso, tampoco la paz se preocupará de beneficiarnos.
De ayer a hoy han muerto de la peste Santiago Pombo Arboleda y Dña. María Brigard de Putman. Hace tres días había muerto Ana Brigard de Uribe, esposa de D. Carlos Uribe.

Ya vez que la crónica es nutrida aunque nada alegre. La novedad mas cercana al grupo le ocurrió al viejo León que se le murió una sirvienta en la casa. Amaneció rígida en el comedor con una panela en la mano.

Cuéntame detalles de tu vida insular. Y dime si ya te vas acostumbrando al trato de los adventistas. Aquí han aparecido varios artículos, entre otros uno de Salvador Iglesias, en los que propugnan por la conveniencia de vender el Archipiélago a los americanos antes de que nos lo quiten. Yo creo que en cuanto lo necesiten no se ponen en el trabajo de comprarlo, sino que lo toman.
Escríbeme y recibe el abrazo estrecho de tu fiel amigo,

Laureano”.

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