Alfredo
Cardona Tobón*
José
Oziel Hermann Gärtner Tobón nació el 16
de septiembre de 1933 dentro de una de
esas familias tradicionales, de valores
sólidos, donde sanamente suelen rivalizar los hermanos. Mario, el hermano
mayor, se perfiló como un notable dirigente político en el Viejo Caldas; Carlos
Alberto se convirtió en un fogoso
dirigente izquierdista, Absalón descolló en varias ramas del Derecho al igual
que Blanca Luz y Guillermo Aníbal, el menor de los hijos de don
Mario Elías Gartner y doña Esther Tobón.
Hermann
fue diferente de sus hermanos: soñaba con empresas, con el ancho mundo, con el poder, no tanto para
servir, sino para gozar sus mieles. Aunque nació en Quinchía, Herman le endosó
el corazón a Santa Rosa de Cabal. Allí
aprendió las primeras letras, nacieron sus primeros amores y florecieron sus
sueños.
En la
Ciudad de las Araucarias crecieron las espuelas del líder apoyando las campañas viviendistas de Carlos Alberto y las cruzadas de su hermano Mario. Hermann dirigió el primer paro estudiantil en el colegio
oficial de Santa Rosa de Cabal y en el colegio
Deogracias Cardona de Pereira organizó un grupo scout que recorrió montañas,
exploró los nevados, acampó en medio de la
selva y a bordo de una fragata recorrió la costa colombiana del océano Pacífico.
De
fácil palabra, sin temor escénico, de buena presencia Hermann fue el más garrido, el más ”cañero”, el de la
novia más bonita de la barra santarrosana; se encargó de los discursos de
coronación de las reinas locales y en
Córdoba, Argentina, fue escogido para pronunciar el discurso de fondo en los
actos organizados por la Embajada para celebrar el Día de la independencia
colombiana.
En
los años cuarenta del pasado siglo vivió en Santa Rosa de Cabal un señor
llamado Gumersindo Castro. Era un viejo alto, bronceado, de voz ronca, que
parecía un centauro sobre el caballo de paso. Era imponente el viejo. Un día le preguntaron a Hermann , que no
pasaba de los seis años, qué quería ser
cuando fuera grande. El muchachito no mentó a médicos ni doctores, bomberos ni pilotos, contestó sin
pensarlo dos veces. “ Yo quiero ser como don Gumersindo Castro”. Y punto. Pues
para el pequeño, Don Gumersindo representaba el compendio del poder y el dinero que anheló,
con variada suerte, a lo largo de su vida. Desde entonces los más cercanos a
Hermann lo seguimos llamando Gumer, sin que ese apodo trascendiera más allá de los límites
familiares.
En
los años cincuenta del pasado siglo estaba de moda estudiar en la Argentina, no solo por la calidad y la
gratuidad de las universidades, sino porque en los años cincuenta era más
barato vivir en Buenos Aires que en Bogotá o Medellín. Por ello, cuando en 1954 Hermann terminó los estudios secundarios viajó
a la Argentina con la ilusión de estudiar ingeniería mecánica. Pero la
vida tiene caminos que se pierden en los arcanos del destino, y Hermann
resultó estudiando Odontología en la Universidad Nacional de Córdoba en
la república sureña.
Fue una mala elección, pues no tenía la vocación de Odontólogo. Un
día el tutor, que seguía de cerca la trayectoria académica del colombiano, lo
llamó aparte y le dijo que buscara otro oficio: conductor de tranvía, diseñador
de cohetes, en fin cualquier otra cosa
que no tuviera que ver con sangre, con bisturíes y aliento proletario. Así que
José Oziel Hermann Gärtner, con vestigios de sangre aria y otro poco de
caucanos, paisas y fenicios olvidó la Odontología y resultó aprendiendo Aire Acondicionado y Refrigeración en una
importante empresa cordobesa..
En Ceres, provincia de Santa Fe, Hermann se enamoró perdidamente de una bella argentina
y quedó uncido al yugo matrimonial por
obra y gracia de Elba Amelia Xarau Nieva. Eran dos jovencitos en agraz envueltos en las redes del amor y
obligados prematuramente a luchar en un mundo difícil sin cartones ni
plata .
En
los años sesenta Hermann regresó a su tierra y se instaló en Pereira con su mujer y la primera hija Ana
Karina; llegó en el mejor momento, pues
la ciudad iniciaba su desarrollo industrial y fue el joven técnico quien introdujo la
ciencia del Aire Acondicionado y de la
refrigeración en la Perla del Otún
Hermann combinó el trabajo con los negocios
y la caficultura. Pero las cosquillas políticas picaron también
a Gärtner y lo engancharon a la campaña
de Unidad Liberal contra el cacicazgo de Camilo Mejía Duque, en una lucha de David
contra Goliath, de quijotes contra molinos de viento. En los recorridos de los dirigentes de Unidad
Liberal por el occidente del Viejo Caldas,
Hermann arengaba, ocupaba las tribunas de los pueblos y caseríos y empapelaba los muros con
propaganda que más tardaba en pegar que los adversarios políticos en
arrancarla. Las amenazas llovían y hubo peligrosas acciones de hecho, como en aquella tarde
lluviosa en Santa Cecilia cuando tuvo
que esconderse debajo de un entablado para escapar de la ira de los camilistas.
La
realidad de una política permeada por el
fanatismo y los compadrazgos terminaron por alejar a Hermann de los directorios
partidistas y dedicarse de lleno a la
gestión empresarial: Montó un taller en
Girardot, fue gerente de Aga Fano en Cali, y Jefe de ventas de esa empresa en Medellín.
Con
el paso de los años la salud de Hermann
fue resintiéndose hasta quedar postrado en el lecho. En octubre 16 de 2019,
Hermann se reunió con el Creador después de una vida de lucha, de realizaciones
y frustraciones. Murió plácidamente con la tranquilidad del deber cumplido; de
haber dedicado sus mayores esfuerzos a Santa Rosa y formado una familia que en todos los campos ha
contribuido al engrandecimiento de Risaralda.
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