EL HERMANO JOSÉ MARÍA TORTI SORIANO


EL PODER DE LOS GUAYOS

Alfredo Cardona Tobón

 

En los peores momentos de una comunidad  surge el líder que señala el rumbo; así ocurrió en Quinchía en los años sesenta del pasado siglo, cuando el municipio estaba azotado por la peor violencia que ha sufrido su gente en todos los tiempos.

El pueblo estaba rodeado de enemigos políticos que trataban de acabar con la gente debido a su filiación política.  Quinchía era el último municipio liberal en un mar conservador y las chusmas del partido de gobierno asolaban los campos y sumían en la miseria a los pobladores. La autoridad era enemiga, no había a quien acudir en demanda de ayuda y fue entonces cuando los campesinos liderados por Medardo Trejos, alias el “Capitán Venganza,”  se organizaron en bandas de autodefensa y se enfrentaron a  los antisociales que  martirizaban al municipio.

Pero esas bandas de autodefensa se convirtieron muy pronto en grupos asesinos tan criminales como la chusma que combatían y la comunidad quinchieña quedó en manos de antisociales de uno y otro partido, que sin Dios y sin Ley, sembraron de espanto los caminos y los caseríos de una localidad  que en tiempos viejos fue ejemplo de tolerancia .

Ante el colapso de todos los valores, el obispo de la diócesis de Pereira, Monseñor  Baltasar Álvarez Restrepo, pensó  que una nueva evangelización  traería, quizás, el renacer de los espíritus y para ello, con el apoyo del gobierno del Frente Nacional,  llamó a varios sacerdotes y religiosos españoles  para que  intentaran en Quinchía   la pacificación de las almas y el sosiego de los violentos.

EL HERMANO TORTI

José María Torti Soriano  nació el cuatro de febrero de 1932 en San Fernando, provincia de Cádiz en España. Fueron sus padres Pedro Torti de profesión barbero y Andrea Soriano, ama de casa. Fue, pues, un hombre  de extracción humilde, nacido al pie del mar en la Isla de León, plena de historia y uncida al pasado libertario de América.

La familia Torti Soriano sufrió las atrocidades de la guerra civil  española y   las hambrunas  y la escasez que siguieron al conflicto que terminó en 1936.. Fueron años duros que fortalecieron el carácter de José María   dentro de un hogar  donde el trabajo fue un principio tutelar; por  ello, a  la vez que adelantaba los estudios básicos, el jovencito se desempeñó como botones en un hotel y más tarde como auxiliar de mecánica en uno de los astilleros del puerto..

De la isla de León  zarparon las carabelas que cruzaron el Atlántico; era un mundo con los pies en la tierra y la imaginación flotando sobre las olas; así, pues, . José María en una u otra forma estuvo relacionado con la marinería, con los barcos y los procesos de construcción de las naves al trabajar en un taller como moldeador de piezas ferrosas.

 Su hermano Francisco describió a José María  como un chico  abierto, alegre, avispado que después de cumplir su servicio militar obligatorio sintió la necesidad de abrirse al mundo, de ayudar a la gente, de saltar sobre las olas y adentrarse por mundos desconocidos como lo hicieron sus ancestros de sangre cartaginesa, árabe y visigoda  que poblaron la isla de León en remotos tiempos..

Torti viajó a la ciudad de Burgos  y en   1957  se consagró como misionero de la comunidad, no fue ni siquiera sacerdote, se resignó a ser un hermano  lego, una especie de auxiliar de los Padres que tenían el privilegio de oficiar la misa y presidir los oficios religiosos.

En  1961 varios sacerdotes de Burgos y el hermano Torti desembarcaron en Cartagena, habían llegado a un mundo nuevo  con muchos interrogantes y un cargamento de sueños. Los misioneros no tenían un plan definido: repitieron los mensajes cristianos, fortalecieron la presencia religiosa en el campo y dieron impulso a la educación. Eso hicieron los sacerdotes Celestino Peña, Aventino Hernández y las religiosas de la comunidad  “Las hijas del Calvario”. Pero mientras ello ocurría el hermano  Torti  no encontraba acomodo hasta que una tarde en una reunión en Callelarga con doña Otilia Taborda y con Alfonso Duque se encontró  el camino que despejó el futuro incierto de un pueblo sumido en el caos. La ruta sería el deporte y tras los balones el hermano Torti Soriano  movilizó toda la juventud quinchieña.

En cada una de las ochenta veredas el hermano Torti con su acento español, su don de gente y su alegría contagiosa fue ganando la voluntad de los campesinos y el respeto del “Capitán Venganza” y sus lugartenientes.  Los jóvenes guardaron las escopetas y enfundaron los machetes para hacer en cada caserío un campo deportivo, con gradería y arcos de guadua. Con el gobierno departamental el hermano Torti consiguió recursos para guayos e implementos deportivos y organizó campeonatos  con  medallas y madrinas de los equipos. Se uniformaron los campos y los  barrios de la población, las inauguraciones y las finales se  convirtieron en carnavales trasmitidos por emisoras manizaleñas. Llegaron a contarse  setenta equipos de futbol que compitieron en campeonatos en todas las categorías.

Ladrillo a ladrillo Torti construyó un estadios que puso a Quinchía a la cabeza deportiva de los municipios caldenses. Con carreteras, caminos, obras de infraestructura, colegios, escuelas, pavimentación de las calles... el trabajo se multiplicó y  “Venganza”  se fue quedando solo.  Fue una revolución de paz y de guayos que acabó con una época nefanda, donde los reinados, los actos culturales y el fútbol fueron l los principales actores.

“Venganza” cayó  bajo las armas oficiales y con la región pacificada Torti  dio por terminada su misión. Así, pues, en 1970 el religioso se despidió de Quinchía y por orden de su comunidad se  trasladó a Aguachica ,en el César, donde la violencia había sentado su dominio;  pero como  allí no encontró respaldo se trasladó a Pelaya, un corregimiento de Tamalameque, donde estableció   un Jardín Infantil, que fue  el germen de un importante proyecto educativo que  cimentó el  desarrollo del poblado.

El hermano Torti murió el  nueve de enero de 2003;   sus cenizas reposan en el colegió que Torti Soriano fundó en Pelaya. Fueron muchas las distinciones con las cuales se honró al  religioso, pero más importante que todas ellas son las generaciones que rescató y la infinidad de jóvenes que preparó para  la Patria  y cuyo influjo sigue sintiéndose en Quinchia, en  Pelaya y donde quiera que se multiplicó la semilla de ese portentoso religioso..

 

 

 

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