Alfredo Cardona Tobón*
El siete de septiembre pasado en una
ceremonia austera y plena de contenido se presentó el libro
“Quinchía- El Renacer de un pueblo” escrito por Jorge Alberto
Uribe Flórez, actual alcalde del municipio; un grupo de danzas
recreó la historia de Quinchía, un conversatorio sirvió para
ilustrar el alcance de la obra y varios artistas se encargaron de
amenizar el acto.
Este libro complementa lo escrito por
otros autores quinchieños, lo expuesto en las tesis de grado
desarrolladas en universidades nacionales y extranjeras y en los
numerosos ensayos sobre Quinchía, cuyos conflictos llaman la
atención a estudiosos de Colombia y el extranjero.
El trabajo de Uribe Flórez no agota
el tema ni da todas las respuestas a los interrogantes sobre una
comunidad que resume la tragedia colombiana; más bien presenta
nuevos interrogantes y suscita más inquietudes al manejar cabos
sueltos no tratados hasta ahora.
El libro tiene la virtud de estar
escrito por un testigo de los hechos de las últimas
décadas, desde el Frente Nacional hasta nuestros días.
Aunque empieza ubicando a Quinchía en épocas pretéritas, no es una
historia vieja ni decantada, es una historia actual, moderna, vivida
por las nuevas generaciones quinchieñas. A partir de hechos
particulares, de lideres anónimos, del campesinado, los obreros,
los indígenas... Jorge Alberto Uribe Flórez ha escrito un libro que
tiene, entre varias virtudes, la de no ensalzar a ningún personaje
de moda y tener el coraje de divulgar hechos que otros no
tocarían.
A medida que se leen sus páginas,
quienes han vivido alejados de los conflictos sangrientos pensarán
que están repasando una extensa obra de crónica roja, pero no es
así para quienes hemos crecido dentro de la Colombia amarga, pues
al ver la sucesión de tragedias se nos lacera el corazón a medida
que avanzamos, pues recordamos episodios que en sitios como Quinchía
nos arrancaron lagrimas y dolor.
Este libro es un “Yo acuso” a la
colombiana, donde una víctima de la mal llamada “Operación
Libertad”, desarrollada durante la presidencia de Uribe Vélez,
muestra la desfachatez de un gobierno que para mostrar resultados,
conseguir dólares y favorecer intereses electoreros no dudó en
sacrificar a más de un centenar de personas humildes, junto con sus
familias, acusándolos de terrorismo con base en chismes y en
testimonios de falsos testigos.
Se muestra también en el libro, el
temple de una comunidad y la lucha que han tenido que afrontar sus
campesinos, en un país donde se califica de comunistas y bandidos a
todos aquellos que defienden sus derechos contra la oligarquía
entronizada desde tiempos inmemoriales. Aunque Jorge Alberto Uribe
tocó temas tortuosos, quedó corto al enunciarlos, porque hay
mucho más sobre la tierra, la sal, el carbón, el oro y las aguas
que ahora quieren usurpar las compañías transnacionales que
explotan el subsuelo; habrá que ampliar el tema, aunque, valga
decirlo, no es nada fácil por los peligros que implica ir contra los
poderosos.
El libro retrata de cuerpo entero a
Quinchía y en sus crónicas está entretejida la vida del autor
con el devenir del municipio que es un campo de caza electoral
para los políticos foráneos: Primero fueron los liberales
radicales de Buga y Cartago, luego los riosuceños y ahora los
pereiranos; todos ellos han manejado los destinos de un pueblo cuyos
habitantes son actores secundarios en las comparsas montadas para
beneficio ajeno.
Uribe Flórez no habla de los paisas
ni enaltece su participación en Quinchía, es la excepción en la
historia del Viejo Caldas y es lo correcto; porque casi todo tiene
que ver con el Resguardo indígena, que fundó el primer pueblo, dio
el terreno para trasladarlo, ha defendido el territorio y ha
conservado a todo costo la identidad quinchieña. La presencia
antioqueña apenas empezó a notarse entrado el siglo XX y fueron
los caucanos, con los Trejos y los Bermúdez a la cabeza, quienes
por más de un siglo moldearon la idiosincrasia local.
En “El Renacer de un pueblo” se
reconoce a luchadores populares como Jesús Vinasco, Fabio
Betancur,el padre Leonel Alzate, Efrain Monroy, Gilberto Cano,..
infortunadamente no se recordó a Melquisedec Gómez, a Joel Trejos,
a Zócimo Gómez ni a Eunice de Cano; tampoco se tuvo en cuenta a
los quinchieños que desde afuera lucharon por su pueblo como la
exgobernadora del Quindío Lucelly Garcia, el médico Mario Gartner
Tobón, el antropologo Merardo Largo…
Si bien es cierto Jorge Alberto
Uribe tocó en su libro el tema de los indígenas, se refirió
esencialmente a los emberas que, sin ser quinchieños ocuparon los
espacios de los umbras, que son los nativos del territorio. Umbras
son los Guarumo, los Tapasco, los Largo, Taba, Útima, Guapacha..
unos están incluidos en el resguardo Escopetera- Pirsa y los otros
en el Resguardo Karambá; su cultura fue opacada por los indígenas
recién llegados, por fortuna desde pocos años atrás algunos líderes
umbras han estado rescatando su lenguaje y su cultura.
Quinchia como el Ave Fénix renace
una y otra vez de las desgracias. Detrás de cada racha maligna,
detrás de cada oleada de los tamaracas, o los genios del mal en la
cosmogonía quinchieña, la comunidad de este admirable municipio se
rehace; en este territorio desaparecieron las aldeas de Mápura y
Opirama ante el expolio español; la viruela acabó con Papayal, las
guerras civiles arrasaron a Tachiguí, los antioqueños acabaron con
Tabuyo, las carreteras agostaron a Llanogrande y El Rosario… sin
embargo la localidad de Quinchía, azotada por la violencia política
en todas las épocas, por el EPL, las FARC, los Magnificos, los
paras… sigue adelante y pese a todas las vicisitudes crece sin que
lo abrumen los contratiempos.
Las presentaciones sobre la cruda
realidad son necesarias. Poco se logra con las publicaciones rosas
que hablan de arrieros y de muleras y recuerdan a los bobos del
pueblo. “Quinchía, el Renacer de un pueblo” es una publicación
importante, es una obra que habrá que consultar para encontrar
pistas que expliquen el origen de la violencia colombiana.
Es el libro de un testigo que con
amor filial divulga una dolorosa etapa de la vida quinchieña.
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