Alfredo Cardona Tobón
Al empezar el año 2018 muchas inquietudes nos hacen
reflexionar sobre el futuro inmediato de nuestra Patria, los retos de la
implantación de los acuerdos de paz y el relevo de la presidencia de la república.
Aún se ven personas que se oponen a un arreglo negociado con
los grupos insurgentes; uno imagina que
son personas que nunca sintieron la angustia de oir a media noche los ladridos
de los perros anunciando la presencia de gente desconocida en una finca dejada de
la mano de Dios y del Estado, o gente que no sintió los aguijones del hambre y
el frio que atormentan a tantos desplazados o no han perdido un hijo, un
hermano, un pariente a manos de
guerrilleros y de soldados.Qué sabe la Paloma Valencia, o Uribe Vélez o cualquiera de
esos personajes resguardados por la fuerza pública, o protegidos en sus
alcázares citadinos, del dolor de las
víctimas que no dudan en brindar perdón y olvido con tal de reanudar sus vidas libres de las
amenazas de los violentos?
- En todas las épocas y en todos los rincones del mundo las
guerras terminan en un escritorio y en todas ellas ha habido amnistías y perdones. Al finalizar un conflicto el
asunto no es cobrar venganza sino reconocer el mal y tener el valor de confesar
las faltas con el propósito de no volver a cometerlas. El perdón es un
principio cristiano y no se por qué no se reconoce cuando a voces nos
identificamos como cristianos.
Hace pocas horas terminé de leer el libro “El Poder de la
Decencia” de Sergio Fajardo. Recomiendo
a quienes estén hastiados de ofensas y diatribas y estén hastiados de la
clase que ha gobernado a Colombia, que lean este libro de 195
páginas, escrito en forma coloquial y fluida, donde un colombiano de clase
media, como usted o como yo, propone
ideas distintas a las tan trilladas por los políticos de todos los colores y
pelambres.
En “ El Poder de la Decencia” , Sergio Fajardo muestra como
un paisa perteneciente a una familia
tradicional de sólidos principios éticos, se ha convertido en una opción de
cambio en esta sociedad permeada por la corrupción, el crimen, el dejar hacer y
el egoísmo.
Las propuestas de Fajardo no son utópicas, piensa como
pensamos millones de colombianos que inexplicablemente seguimos eligiendo a los incapaces que nos gobiernan y
permitiendo la inequidad que abruma a esta sociedad que parece no conmoverse con
tanto asesinato, el hambre de nuestros niños, el dolor de los huérfanos, la
miseria de gran parte de nuestra población. Fajardo, como tantos de nosotros, no acepta que el fin justifique los
medios, que el poder sea para
enriquecerse, que el voto se considere una mercancía y que las oportunidades sean el derecho exclusivo de
unos pocos.
Fajardo ha mostrado que sus ideas se pueden convertir en realidad
como se vio cuando fue alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia. En sus mandatos dio prelación a la
educación de calidad con programas
innovadores y mostró que se
puede agrietar y tumbar el muro de la desigualdad que impide el
desarrollo de las comunidades desfavorecidas. Fajardo no hace parte de los
clanes del poder ni es parte de las camarillas que reparten el botín del
Estado; es un hombre pulcro y decente que no promete puestos ni adjudica
contratos en pago de coimas. Es un hombre cuyas banderas son la honestidad y la
trasparencia y considera que la belleza y la comodidad pueden ir de la mano con
las soluciones populares como se vio al establecer modernas bibliotecas,
parques, colegios y centros comunitarios en los barrios pobres de Medellín y en
las poblaciones antioqueñas.
Estamos acostumbrados a las campañas de desprestigio:
calumnien, calumnien que algo queda de la calumnia, decía Laureano Gómez y
Alzate Avendaño pregonaba que para
conseguir el poder todos los medios se permitían, hasta los más innobles. Es lo
mismo que piensan los actuales políticos
que se resisten a cambiar el viejo estilo. En las campañas de Sergio Fajardo no
vemos ofensas ni descalificaciones, vemos solo propuestas e ideas. Siendo
alcalde y gobernador, Fajardo no hizo componendas con el Concejo o con la
Asamblea a cambio de su apoyo y rechaza la “mermelada” que corrompe y tapa los desfalcos
y demás robos.
Para conseguir votos se habla de atajar la corrupción y poner en
cintura a los “padres de la Patria” con sus prebendas, sus mañas, su descaro y
la falta de compromiso con el pueblo.
Llegó César Gaviria y acabó con la industria nacional al dar paso al libre
mercado cuando no estábamos preparados, vino Pastrana y se fortaleció la
violencia, luego Uribe con la plutocracia y su carga de odio y ahora Santos con
el reinado de bogotanos alejados del resto de Colombia y cuyo mérito es la
vinculación con los clanes de parásitos que han vivido del estado y figurado
como próceres de la Patria.
Fajardo es un académico a quien el pueblo lo acercó al mundo
real; tiene la ventaja de que no siente que el mundo está en deuda
con él y siente que su misión es liderar un compromiso de cambio. No adora al
becerro de oro, no pertenece a los clanes del poder, es un hombre de hogar que
le apuesta a la educación, a la
pedagogía por la paz, a la tolerancia y la solidaridad, al campo de la mano con
la tecnología.
Fajardo acaba de
construir una coalición con Claudia López, del partido Alianza Verde, y
con Jorge Robledo, del Polo Democrático, reúne asi tres tendencias positivas. Es hora de cambiar de tercio y
llevar al Palacio de la Carrera a una nueva clase dirigente, con propuestas
frescas, con amor a la patria. Es hora de
arrojar a las tinieblas a quienes como lapas han vivido del sudor del pueblo.
NOTA
Con profunda decepción escuché una entrevista a los candidatos a la presidencia. Petro estuvo bien pero Fajardo, en especial, mostró una deficiente cultura general y hasta afirmó no llenarse el cerebro con cosas sin importancia, que para eso estaba el Internet, lo que expresó cuando le preguntaron por cuantos páramos había en Colombia y cual era el más grande.
La falla de Fajardo es común en los matemáticos que creen que el conocimiento solo encaja en ecuaciones. Mala seña. Muy mala seña.
NOTA
Con profunda decepción escuché una entrevista a los candidatos a la presidencia. Petro estuvo bien pero Fajardo, en especial, mostró una deficiente cultura general y hasta afirmó no llenarse el cerebro con cosas sin importancia, que para eso estaba el Internet, lo que expresó cuando le preguntaron por cuantos páramos había en Colombia y cual era el más grande.
La falla de Fajardo es común en los matemáticos que creen que el conocimiento solo encaja en ecuaciones. Mala seña. Muy mala seña.
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