(La Guerra de los Mil Días
desde una perspectiva internacional)
-Carlos
Vidales-
Cipriano Castro- Presidente venezolano
En 1898 el liberalismo
colombiano estaba dividido en dos corrientes: los guerreristas y los
civilistas. Los primeros crecían cada día más en número y recursos, empujados
por la necia política de la intolerancia conservadora. Los civilistas, al mismo
tiempo que argumentaban contra la guerra y procuraban negociar prebendas con el
régimen, preparaban la infraestructura de los negocios jugosos que la inminente
guerra prometía: acaparaban alimentos, almacenaban ropas, herramientas y
armamento, concentraban miles de caballos y mulas en sus haciendas. Pronto
llegaría la ocasión de hacerse millonarios. El pueblo llamaba a estos
especuladores "los pasteleros" y hay que decir, en justicia, que
había "pasteleros" liberales, conservadores, radicales y sin partido.
En junio de 1898 se reunieron en Zipaquirá los liberales guerreristas Foción
Soto, Rafael Uribe Uribe, los hermanos Neira, Zenón Figueredo, MacAllister,
Pablo E. Villar y otros, para trazar los planes conducentes a la declaratoria
de guerra civil y el inicio de las hostilidades. Unánimemente se acordó que el
departamento de Santander fuera el escenario de los primeros combates, no
solamente porque la mayoría de su población era liberal sino además porque era
fronterizo con Venezuela y se pensaba coordinar los movimientos con la
revolución que fomentaba el general Cipriano Castro en el país vecino.
No era Venezuela el único
aliado potencial de los revolucionarios colombianos. Los principales jefes del
alzamiento liberal habían establecido contactos con los gobiernos de Nicaragua,
El Salvador y Ecuador, y con los caudillos liberales de Venezuela. Cipriano
Castro contó desde el primer momento con las simpatías más calurosas de los rebeldes
colombianos. Tanto antes de iniciarse la guerra civil como durante los períodos
más ardorosos del conflicto, el general Rafael Uribe Uribe, caudillo de las
fuerzas liberales, mantuvo estrechas relaciones con Cipriano Castro y ajustó
más de una vez sus operaciones a las necesidades de su aliado venezolano. De
hecho, las primeras demoras en la ruptura de hostilidades tuvieron relación con
esta alianza: el 22 de mayo de 1899 el general Cipriano Castro partía desde
territorio colombiano, cruzó la frontera al frente de 63 partidarios, y el día
siguiente lanzó su proclama de guerra en Capacho: "No más farsa, no más
opresión, no más tiranía". Los liberales colombianos lo habían apoyado y
alentado, ahora esperaban que él les devolviera el favor.
Ahora bien. Aunque ya a
mediados de 1898 se había resuelto romper los fuegos de la guerra civil en
Colombia, todavía debia esperar el país más de un año para que se produjera la
apertura de hostilidades. Tanto el partido liberal como el conservador (éste en
el poder) se hallaban profundamente divididos y sus disputas internas impedían
una adecuada coordinación de esfuerzos para la guerra que todos esperaban. En
medio de vacilaciones, retardos, salidas en falso, motines locales y regionales
prontamente sofocados y otros disturbios de menor cuantía, los futuros
contendientes tuvieron tiempo para aprovisionarse de armamento y equipos,
ajustar sus alianzas políticas y disponer sus efectivos militares.
La guerra estalló, finalmente,
el 14 de octubre de 1899. Las fuerzas rebeldes iniciaron las operaciones en el
Socorro (Santander), pero luego de unas cuantas derrotas estruendosas se
concentraron en Cúcuta para esperar allí las armas, municiones y refuerzos que
debería traer el caudillo Foción Soto desde Venezuela, por la vía de Maracaibo.
Esos efectos no tardaron en llegar: en enero de 1900 penetró en territorio
colombiano la primera columna de tropas, compuesta por liberales colombianos y
voluntarios venezolanos, armada y financiada por el presidente Cipriano Castro.
Éste había hecho una campaña militar admirable, cosechando estruendosas
victorias y asumiendo el poder el 22 de octubre de 1899.
Una circunstancia curiosa
beneficia todavía más a los liberales colombianos. El "Mocho"
Hernández, caudillo popular, se alzó en armas contra Cipriano Castro, pero sus
fuerzas fueron aplastadas por las tropas del gobierno. Viéndose perdido, el
"Mocho" Hernández obsequió sus armas a los liberales colombianos,
para evitar tener que entregarlas a Cipriano Castro. En otras palabras, las
fuerzas colombianas de Uribe Uribe y Benjamín Herrera recibieron armas y
municiones tanto de Cipriano Castro como de su enemigo el "Mocho"
Hernández. En marzo de 1900 llegaron desde Maracaibo 1.500 fusiles y un cañón,
enviados por el gobierno venezolano.
Al mismo tiempo, los liberales
colombianos refugiados en Venezuela se organizaban, con ayuda de Cipriano
Castro, quien les dió pertrechos, dinero y barcos en que transportarse hacia
Colombia para participar en la guerra. En mayo de 1900 llegó un fuerte contingente
de estos refugiados, bajo el mando del general Siervo Sarmiento, a bordo de los
barcos "Rayo" y "Gaitán".
Estos barcos regresaron a
Venezuela para traer el resto de las fuerzas, pero entonces se produjo la feroz
derrota liberal en la batalla de Palonegro y el gobierno de Colombia se irguió,
arrogante, como un implacable vencedor. Ante esta situación Cipriano Castro optó por asumir una
actitud neutral y se incautó de los barcos y el resto de los pertrechos,
paralizando la ayuda a sus aliados colombianos. Esta situación no duró mucho,
por dos razones: primera, porque gran parte de los rebeldes liberales,
destrozados en Palonegro, se dispersaron en guerrillas y la guerra se expandió,
en lugar de extinguirse; y segunda, porque el general liberal Rafael Uribe
Uribe se dirigió a Venezuela y logró convencer a Cipriano Castro de que el
triunfo liberal dependía de la ayuda venezolana. En consecuencia, en diciembre
de 1900 partió de San Antonio del Táchira una fuerza colombo-venezolana de
2.200 hombres, pertrechada y financiada por Cipriano Castro, cruzó la frontera
y se puso a disposición del ejército liberal.
En febrero de 1901 se produjo
la cuarta invasión de liberales colombianos y venezolanos. Esta penetró por los
llanos del Casanare y obligó a las fuerzas conservadoras colombianas a dividir
sus efectivos para atender este nuevo frente.
Es en ese momento cuando el
régimen conservador colombiano, pese a las advertencias y reparos de muchos de
sus seguidores, resolvió organizar una invasión contra Venezuela para derrocar
a Castro. La medida, además de ser profundamente impolítica porque ponía a la
guerra civil colombiana en riesgo de convertirse en una conflagración
internacional, era además innecesaria porque las fuerzas liberales colombianas
se batían en derrota en casi todos los frentes de batalla.
Probablemente nunca se sabrá
cómo se jugaron las cartas diplomáticas de las grandes potencias en este
episodio. Pero es un hecho, reconocido por historiadores venezolanos y
colombianos, que Cipriano Castro apoyaba a la revolución liberal en Colombia
porque existía el proyecto de reconstituir la Gran Colombia con
Castro como primer magistrado y, además, incorporando a Nicaragua en esta nueva
nación.
El general ecuatoriano y caudillo liberal Eloy Alfaro, el presidente Zelaya de
Nicaragua y el caudillo liberal panameño Belisario Porras estaban al tanto de
los planes y ya desde comienzos de 1900 se hicieron invasiones militares desde
el Ecuador y Nicaragua (por Panamá) para apoyar la sublevación liberal. En
consecuencia, no se requiere mucha malicia para deducir cual podría ser el
interés de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia: hacer abortar el plan
grancolombiano, desmembrar el istmo propiciando la separación de Panamá e
impedir por todos los medios cualquier unión o entendimiento entre Colombia,
Venezuela, Ecuador y Nicaragua.
Así, frente al proyecto de
unión grancolombiana de los liberales se alzó el proyecto conservador de las
confrontaciones fronterizas. La guerra civil daría paso a una sucesión de
guerras internacionales. Se invadió al Ecuador, el 12 de mayo de 1900. Se
amenazó con la invasión a Nicaragua, porque los liberales panameños habían
recibido ayuda de esa nación para hacer un desembarco en la región de David. Y
se organizó un ataque en gran escala contra Venezuela, con la esperanza de
transformar el conflicto liberal-conservador en una guerra entre dos pueblos
hermanos.
Para realizar sus proyectos,
el régimen conservador colombiano contaba con amigos y aliados en Venezuela. El
doctor Carlos Rangel Garbiras, caudillo tachirense de los conservadores, ex
Presidente del Gran Estado de Los Andes , enemigo furibundo de los
liberales y refugiado en Colombia, fue puesto al frente, en calidad de General
en Jefe, de 6.000 hombres de línea del ejército colombiano y unos cuantos centenares
de refugiados venezolanos. Y con esta fuerza, poderosa sin duda para la época, se invadió la tierra venezolana el 27
de julio de 1901. Se daba así la primera curiosidad de este conflicto
internacional: el ejército invasor colombiano iba comandado por un general
venezolano, Carlos Rangel Garbiras.
Las tropas de línea de
Venezuela salieron al encuentro del invasor. Cipriano Castro proclamó
solemnemente que "el sagrado suelo de la patria ha sido invadido por un
ejército de colombianos". Se combatió con fiereza y heroísmo por ambas
partes durante tres días y medio, al cabo de los cuales quedaron tendidos en el
campo más de 1.500 muertos, entre ellos el general venezolano Rosendo Medina.
La última escaramuza, en San Cristóbal del Táchira, decidió la suerte: el
ejército invasor colombiano fue derrotado y debió retirarse con el rabo entre
las piernas y con su jefe venezolano descalificado para siempre ante la opinión
pública de ambos países.
Y aquí se dio la segunda
curiosidad de esta confrontación: el ejército de línea venezolano que rechazó
la invasión iba comandado por un general colombiano, Rafael Uribe Uribe.
El general Uribe Uribe no fue
nunca un militar de valía. Sus errores tácticos y estratégicos eran
proverbiales. Cosechó derrotas toda su vida y sus méritos guerreros están en
razón inversa de sus brillantes cualidades de polemista, parlamentario y líder
civil. Debe suponerse, en consecuencia, que la brillante victoria venezolana en
San Cristóbal del Táchira se debió principalmente a un factor sicológico
universal: el soldado raso que defiende su propio territorio tiene motivaciones
mucho más fuertes para luchar y vencer que el soldado raso que es llevado a
invadir la patria de otros. Fue la tropa humilde, sufrida, de peones y
vaqueros, artesanos y campesinos, la que decidió la defensa de su tierra.
Uribe Uribe, derrotado tantas
veces en Colombia, logró una vez más el apoyo de Cipriano Castro. A mediados de
septiembre de 1901 una quinta invasión liberal, compuesta de 800 hombres y
apoyada por tres barcos de guerra que durante varias horas bombardearon
Riohacha, logró desembarcar en las costas colombianas. El día 13, bajo el mando
del general venezolano Ramón Guerra, sufrió su primera derrota en Riohacha, y
el día 22 fue definitivamente aplastada en el combate de Carrapacera. Con ello
quedó frustrado todo el apoyo venezolano a la revolución liberal en Colombia y,
también, condenado al fracaso el plan grancolombiano.
El periódico británico Herald
publicaba por aquellos días la siguiente nota:
Hay
muchas razones para creer que Cipriano Castro ha entrado en una conspiración
con los presidentes del Ecuador y Nicaragua y los jefes revolucionarios de
Colombia, animados por el propósito de unir 4 países en una sola confederación,
con Bogotá por capital. Se sabe en los círculos diplomáticos de Bogotá, Caracas
y Quito que durante un año el presidente Castro ha estado fraguando aquel plan
y que ha dado abiertamente poderosos y frecuentes auxilios a los
revolucionarios de Colombia, con absoluto menosprecio de todo principio de
neutralidad y aun de decencia. Detrás de ese aparato teatral de la unión de las
cuatro repúblicas mencionadas con un solo gobierno, se descubre un plan
financiero. Se le ha ocurrido al presidente Castro que este plan, por el cual
él y sus socios pueden obtener posesión de todo el Istmo de Panamá y de todas
las rutas del canal, es quizá una grande empresa de muchos y provechosos
resultados. Un diplomático europeo.
Como se ve, la prensa inglesa
no perdía la ocasión de descalificar moralmente los proyectos de control
grancolombiano sobre Panamá. Ellos consideraban normal que el Istmo cayera en
poder de alguna gran potencia, pero los parecía insoportable la idea de una
unión grancolombiana ejerciendo soberanía sobre este territorio estrategico.
En julio de 1901 escribía a su
gobierno, desde Londres, el diplomático colombiano Gutierrez Arango:
Me
enteré en Londres que Venezuela está comprando armas y buques de guerra para
prepararse contra Colombia. El Ecuador envió
agentes a comprar armas en Francia. De Bélgica despacharon ya 40.000
rifles y varios millones de cartuchos. Buscan por todos los medios el triunfo
del partido liberal colombiano, aun haciendo una guerra internacional si fuere
necesario. Nicaragua es el país encargado de hacer las provocaciones que den
este resultado y Zelaya (su presidente) sigue enviando invasiones a Panamá.
Todos estos incidentes
condujeron a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre el gobierno
colombiano del presidente conservador Marroquín y el régimen liberal de Castro
en Venezuela, en noviembre de 1901. Desde entonces, ambas opiniones públicas
han sido convenientemente aleccionadas por sus respectivos historiadores,
publicistas y maestros de escuela: según ellos, se rompieron las relaciones a
causa de las agresiones e invasiones "del otro". En ambos países se
ha ocultado que la línea divisoria no estaba entre venezolanos y colombianos,
sino entre liberales revolucionarios de ambas nacionalidades y conservadores
pro-imperialistas de ambas nacionalidades.
Foción Soto y Rafael Uribe Uribe
Muchos venezolanos pelearon en las filas liberales colombianas durantela Guerra de los Mil Días . El
colombiano Benjamín Ruiz fue presidente del Zulia por aquellos años. Había sido
presidente de Carabobo, comisionado de Cipriano Castro ante el general Paredes,
hombre de confianza de Castro y perseguido por sus ideas revolucionarias en
varios países del continente. Ruiz ocupó la ciudad colombiana de Cúcuta durante
casi una semana (1900), pero debió evacuarla a causa del feroz sitio a que fue
sometido por las fuerzas gubernamentales colombianas. También hubo combatientes
cubanos, ecuatorianos, salvadoreños y nicaraguenses en las tropas
revolucionarias de Colombia. Uno de los más importantes generales liberales,
Avelino Rosas, había peleado en Cuba en favor de la independencia, a las
órdenes de Maceo, y trajo a Colombia el Manual de Guerrillas que los
mambises habían usado para su guerra patriótica. Avelino Rosas empleó los
métodos guerrilleros de Maceo en el frente del sur, pese a las protestas del
caudillo Uribe Uribe, que se oponía al uso de las guerrillas.
Muchos venezolanos pelearon en las filas liberales colombianas durante
En fin, la Guerra de los Mil
Días concitó un enorme interés entre todos los liberales antiimperialistas
de la región y en esa perspectiva debe entenderse el odio con que fueron
atacados Cipriano Castro de Venezuela, José Santos Zelaya de Nicaragua, Eloy
Alfaro del Ecuador y Rafael Uribe Uribe de Colombia.
Uribe Uribe terminó asesinado
por dos sicarios que le partieron el cráneo con dos hachuelas, en 1914, cuando
nuevamente su figura se levantaba en reclamo de la soberanía colombiana, en
vísperas de la inauguración del Canal de Panamá.
Eloy Alfaro debó enfrentar
conspiraciones conservadoras financiadas desde Londres y Washington, hasta que
finalmente fue descuartizado por una muchedumbre azuzada por agentes de la
reacción y de las embajadas extranjeras.
José Santos Zelaya fue
desalojado del poder a la fuerza, por una conspiración conservadora financiada
por los Estados Unidos, que colocó en el poder al incondicional Adolfo Díaz,
servil juguete del amo yanqui.
Cipriano Castro tuvo que
hacerle frente a una "Revolución Libertadora" financiada por Francia
e Inglaterra y organizada por venezolanos traidores a su patria. Fracasado el
intento, las potencias recurrieron al bloqueo y a la agresión armada, con el
apoyo diplomático cómplice de los regímenes conservadores del continente.
Solamente el gobierno argentino tuvo el coraje de proclamar su apoyo a
Venezuela.
En otras palabras, si hubo una
alianza liberal para reconstituir la Gran Colombia y para hacerle frente a las fuerzas
imperialistas en 1900, tambien hubo una alianza reaccionaria para frustrar este
proyecto histórico y para desmembrar nuestras naciones y nuestra identidad.
Hay que reconocer que, por
desgracia, los fracasos militares del liberalismo colombiano lo condujeron a
una situación desesperada y fueron caldo propicio para el desarrollo de
tendencias derrotistas y antipatrióticas. Ya en enero de 1902, acosado por la
desesperanza, el general Foción Soto intentó ganarse el apoyo de los Estados
Unidos en la contienda civil, con esta declaración vergonzosa:
Si
el resultado final de la presente guerra favorece a los liberales, nosotros
tomaremos sin duda posesión de esas propiedades (las obras del canal de Panamá)
en 1904 y las venderemos a los Estados Unidos.
Por su parte, el periodista
Manuel María Aya escribió en el periódico Sumapaz , organo de las
guerrillas liberales de Cundinamarca:
Es
difícil conservar lo que todo el mundo codicia. Solicitemos de los Estados
Unidos que tome la soberanía sobre el canal de Panamá, en vez de nosotros, y
nos de por cederle nuestro derecho, 100 millones de dólares.
Y así, mientras muchos
liberales de nota claudicaban y se hundían en el fango de la traición, el
caudillo de Venezuela se mantenía erguido frente a las potencias imperiales. La
figura de Cipriano Castro se engrandece cuando se estudian estos
acontecimientos con ojos sinceros y desprovistos de prejuicios.
C.V. (c)
Estocolmo, 1997.
Estocolmo, 1997.
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