Alfredo
Cardona Tobón*
¡Hola
Mister Branch! saludó Delfina, al fijar su mirada en los ojos de color azul
intenso del extranjero llegado a las minas de Marmato. Eso fue suficiente para que esa quinceañera
mestiza, pequeña de estatura, piel trigueña y andar flexible, conquistara la
voluntad de ese ingeniero inglés que repasaba las huellas de Bousingault, de Roulan
y de su padre John Branch..
James
imaginó estas tierras por las memorias de los viajeros y por los relatos de su
madre Mary Ann Rovor, aficionada a la geografía. Por eso, al graduarse como
ingeniero de minas quiso sentir la fragancia del bosque húmedo, ver estas
montañas tapizadas de verde esmeralda y palpar el aire luminoso que envuelve
sus selvas.
Los
años pasaron y los recuerdos se fueron desdibujando. Después de sesenta y siete
años de muerto James Branch, su bisnieto Alfonso Gómez Echeverri, descubrió
en una habitación de la casa solariega
en Anserma (Caldas) los retratos de Delfina Eastman Agudelo y de su esposo
James Branch. Rayos tenues se filtraban por las hendijas de los postigos
cerrados y en la penumbra Delfina y James parecían saludar, mientras Alfonso
les contestaba: ¡Hola don Mister!, ¡Qué tal mi Doña!, intuyendo que en esas
pinturas ajadas por los años se plasmaba el principio de su vida. Fue cuando Alfonso
empezó a internarse por los vericuetos mineros de Marmato en busca de sus
raíces.
Alfonso
Gómez descubrió que James no fue un aventurero cualquiera sino el
brillante ingeniero que introdujo entre
nosotros la organización científica del trabajo
preconizada por Fayol y Taylor; y
supo que Delfina era hija de una barequera
que había conquistado el corazón
de un descendiente de Tomás
Eastman.
En el
libro “Hola¡ Mister Branch!”,
Alfonso Jaramillo Echeverri recoge la vida de sus ancestros y condensa la
turbulenta época transcurrida en la
región entre los años 1870 y 1885. Es una obra de cien páginas que se lee con deleite
y de corrido, donde se combina la cotidianidad de la vida minera con los
sucesos y el paso de los europeos por los socavones de Supía y Marmato. El estilo,
la fluidez del escrito y los datos que aporta Alfonso Gómez, hacen de “¡Hola¡ Mister Branch” una contribución que enriquece las bibliotecas de quienes
estudiamos el pasado del occidente del Viejo Caldas: Se habla de los antecedente mineros, del entorno
social de las costumbres y del mestizaje que consolidó las familias conformadas
por los inmigrantes europeos con caucanas distinguidas o simples mozas del
pueblo al abrigo de la iglesia o al calor de la pasión y el deseo.
La
vida de James Branch fue una llamarada breve y luminosa. James Empezó como
herrero de su pueblo y en 1870 al graduarse en ingeniería de minas llega a
estas tierras como un especialista al servicio de la empresa que explotaba las vetas
auríferas de Marmato. En 1886 el Consorcio Minero de Londres, del cual hacía
parte The Western Andes Mining Company, lo requiere para una asignación
especial en Australia y James se embarca en Honda en el vapor “Calixto” que lo llevaría
a la costa del océano Atlántico con destino a los Estados Unidos
Por
ese entonces el rio Magdalena es escenario de una de las tantas guerras que han
enlutado a Colombia. La flotilla de la revolución liberal se enfrenta en el
sitio de “La Humareda” con las fuerzas del gobierno atrincheradas a ambos lados
del rio. Mientras el vapor “Calixto”, avanzada la noche, navega rio abajo
tratando de eludir los barcos liberales, lo intercepta el vapor “Once de
febrero” obligándolo a situarse a su lado. De repente el “Once de Febrero”
estalla en llamas y la explosión de sus municiones impacta al buque donde viaja
James Branch, quien muere al amanecer del 17 de junio de 1885 en manos de un remero que intenta salvarle la vida.
Alfonso
Gómez Echeverri retrata en su libro los últimos momentos de James Branch cuyo
cadáver se lleva a la población de El Banco y se sepulta como un NN.
Delfina
y sus cinco hijos esperaron años el regreso de su ser querido; la vida continúa
su marcha en los socavones y en Supía donde en 1879 Santiago Branch Eastman,
hijo varón de Delfina y James contrae matrimonio con su prima hermana Ana
Mercedes Eastman Chavarriaga.
Santiago
se convierte en un importante empresario, es dueño de las haciendas El Danubio
en el Valle de Risaralda, La Libertad, Cuerna y minas de oro en el Chocó. Cuentan que en el pináculo de su prosperidad
económica, don Alejandro Echavarría propuso a Santiago invertir en la fábrica
de textiles, que hoy se llama Coltejer, y Santiago le respondió que él “no se
ponía a hacer trapos”.
Los
Branch por la historia y la picaresca están unidos a nuestras comunidades. En la hacienda “La Cecilia” de Santiago Branch
se firmó el acta de fundación de Viterbo y en Supía se recuerda a Marina
Macías, nieta de James, que iba al templo siempre vestida de blanco. Cuando
estaba ancianita, con 97 años a cuestas, alguien le preguntó por qué vestía de
ese color y Marina le contestó: “El blanco es signo de pureza y yo soy
señorita, ¿o acaso ignora que todos me dicen Señorita Marina? “-.
Entre
episodios de guerra, apuntes en minas y salones transcurre “¡Hola!, míster
Branch” de Alfonso Gómez Echeverri y en sus líneas corren parejos el rumbar de
las balas y los secretos de alcoba dejándonos adivinar una época que empieza a
descorrer sus arcanos.
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