JOSÉ JESÚS URIBE Y EL CURA AGUSTÍN
CORRALES
Alfredo Cardona Tobón
En la guerra de los Mil Días las tropas gobiernistas apresaron a José Jesús
Uribe Chavarriaga en el caserío de
Marmato y a rastras lo llevaron amarrado
hasta Cartago. Al recuperar la libertad y curado de sustos y moretones José
Jesús se radicó en Ansermaviejo donde sus trovas irreverentes y anticlericales
le valieron la fama de masón y ateo.
El parentesco con el general Rafael Uribe Uribe le sirvió para conseguir el
puesto de Administrador de Rentas y Licores en el municipio de Apía, adonde se
trasladó con el tiple y su esposa Efigenia Botero y una muda de ropa, porque
nada más había conseguido en su vida errabunda y bohemia.
Por esas calendas oficiaba de cura el sacerdote Agustín Corrales, hombre
ilustrado, activo servidor de la iglesia, buen administrador, godo a carta
cabal pero terca, puntillosa, intransigente y soberbia.
El día de Corpus de 1912 José Jesús departía con algunos amigos en la calle
principal de la localidad con el acompañamiento anisado de algunos aguardientes cuando los sorprendió la solemne procesión
con el Altísimo, estandartes y el murmullo de mil viejas rezanderas.
Precisamente frente a su mesa sobre el amplio andén de la casa de Don Ruperto
Alzate, el padre Corrales hizo un alto para impartir la bendición. La
feligresía en pleno se hincó sobre el
duro empedrado menos José Jesús, que permaneció de pie, no por irrespeto sino
por una lesión en la rodilla que le impedía ponerse de hinojos ante su Majestad
Santísima.
LOS ANTECEDENTES PESAN
La fama que traía José Jesús Uribe y los chismes de algunos parroquianos
mal intencionados bastaron para que el
cura Corrales montara en sacra ira y en el sitio e ipso facto excomulgara al
Administrador de Rentas por su irreligiosidad e irrespeto por las cosas santas.
Lo triste del caso fue que Uribe Chavarriaga pese al liberalismo y su
aparente indiferencia por los asuntos de la iglesia, era una persona creyente,
con escapulario de la Virgen del Carmen, Rosario diario en la casa y comunión
por cuaresma. Por eso la excomunión le cayó como una patada en el hígado. Ni la
pérdida de una mina de oro y de una finca
durante la guerra, ni la marcha del único hijo a tierras lejanas,
entristecieron tanto al Pelón Uribe como la medida injusta del padre Corrales,
que a partir de entonces se le vio triste, alejado y flaco.
Una tarde de verano sin una nube en el cielo, un ave desconocida revoloteó sobre la plaza de Apía, Uribe salió
de la oficina y siguió con atención las acrobacias del extraño pájaro. De
repente el alcatraz, nativo de las
costas chocoanas y perdido entre las serranías, se encumbró y en picada cayò
muerte a los pies de José Jesús.
Hubo un gran revuelo en el pueblo, todos comentaban el peregrino
acontecimiento y las Hijas de María y las Esclavas del Corazón de Jesús , al
igual que las Adoratrices del Santísimo Sacramento tomaron el hecho extraordinario como una
señal de perdón divino. Ese mismo día el cura Corrales atendiendo el clamor de
la feligresía levantó la excomunión del Pelòn en solemne ceremonia
LAS ARBITRARIEDADES DEL CURA
No todos los anatemizados por
Corrales tuvieron la suerte del “ alcatranazo”
que redimió a J-J Uribe. En la Semana Santa de 1916 Luis Saldarriaga
cometió la torpeza de dejar abierto el negocio al paso de la Procesión de
Ramos, ello bastó para que el sacerdote lo insultara desde el púlpito y lo
amenazara con convertirlo en espíritu de nitro si osaba hacer lo mismo el
miércoles santo.
Apía se dividió, unos apoyaron al cura
y otros, cansados de las arbitrariedades del levita azuzaron y carearon
Saldarriaga para que abriera el negocio a ver si el cura era capaz de hacérselo
cerrar.
La situación enfrentó al pueblo, a medida que pasaron las horas se fue
tornado gravísima pues los bandos se armaron y
se estaba fraguando una verdadera guerra entre godos sectarios y godos
progresistas. Las autoridades intervinieron y en solución inteligentísima,
propia del rey Salomón, aconsejaron un
viaje pastoral al corregimiento de Viterbo. El
periódico “ Pendón Rojo” de la vecina población de Santuario satirizó la
salida inusual del párroco, afirmando que Saldarriaga había ganado la partida y que había mostrado tener
pantalones, al contrario de Juan de Dios
Agudelo y de Daniel Toro y de otros vecinos
que abandonaron la población por presión de Corrales.
EL PODER CLERICAL
El control que ejerció el cura Corrales en el municipio de Apía es una
muestra del poderío de la iglesia en las mentes y actividades de sus
parroquianos en èpocas pasadas. Había que consultar a los presbíteros para
nombrar alcaldes, rectores de colegio y funcionarios públicos; algunos dictadorzuelos con sotana
decidían quien vivía y quien tenía que emigrar en ciertas localidades.
La arbitrariedades del párroco de Apia motivaron la salida del médico
Ricardo Eastman y la reacción de ochenta notables de Apía, que firmaron un
extenso memorial quejándose de las inicuas medidas del levita.
En 1935 las autoridades
eclesiásticas trasladaron al párroco Corrales a la iglesia de la Valvanera en
Pereira. Su conducta parece anecdótica en los tiempos actuales, pero su
comportamiento fue nefasto para Apía, pues enfrentó a los vecinos y lo más
grave de todo fue que incitó a la violencia, abonando inconscientemente la
dolorosa hecatombe que ensangrentó a
Apia y a los pueblos vecinos en la nefasta época de mitad de siglo XX.
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