La historia de Ansermaviejo reposa en los archivos apolillados del Cauca
y en los archivos de España, esperando que alguien la descubra y dé a conocer el
pasado de la aldea paupérrima del siglo XIX y de la ciudad encomendera de la época colonial.
Los cronistas
de la conquista hablaron de las crueles hazañas de Jorge Robledo y en forma
circunstancial se refirieron a Ocuzca y
a los demás combatientes nativos que dieron la vida por la libertad de su
pueblo; apenas se mienta la avanzada de Guntras
en tierras chamìes, y unos pocos
reglones se ocupan de la aldea de Úbeda, una fundación establecida por los
primeros vecinos de Anserma en la orilla derecha del río Cauca.
VOLVIENDO
ATRÀS
En las
cercanías de las fuentes de sal explotadas
en la época precolombina, los indígenas de
las regiones de Umbra y de Guacuma levantaron las aldeas de la sal de Opirama y
Mápura: la primera ubicada a orillas del río de ese nombre y la otra, cerca del actual corregimiento de
Irra.
Al empezar la
época colonial los religiosos franciscanos establecieron las doctrinas de
Tachiguí y de Quinchía al lado de las cuales se congregaron centenares de
nativos dando vía a los caseríos de Tachiguí
y de Nuestra Señora de la Candelaria de Quinchía, que soportaron mangas de
langosta y prolongadas sequías a través de varios siglos.
En 1601
las tribus de noanames, zitaraes y chocoes se unieron a las tribus panches y
atacaron a varias poblaciones españolas; arrasaron a Guntras y diezmaron las comunidades de Quinchìa, Guàtica y Tabuyo que se enfrentaron
a los invasores pensando que la ofensiva era contra ellos. En el
año 1684 esas mismas comunidades
acompañaron al capitán Don Diego de Bolívar,
Procurador General de la ciudad de Anserma, en
su campaña contra los rebeldes del Citará y fueron cargueros y
combatientes al servicio de los europeos en la larga guerra contra las tribus
levantiscas del Chocó.
La región
aledaña a Ansermaviejo se despobló por
la viruela y la gripe, los desplazamientos forzados, la salida de los nativos a la selva profunda
para escapar a los ataques y el reclutamiento en las tropas españolas. Ante tal
situación el Oidor Lesmes de Espinosa y Saravia
en el año 1627 concentró a los nativos
sobrevivientes en varios resguardos,
entre los cuales estaba el de Tabuyo, en
cercanías de Anserma.
Como había tan
pocos vecinos, en 1730 se agregó su doctrina a la aldea de Opirama.
De ahí en adelante nada se sabe de Opirama ni de Màpura; un manto de olvido
cubre la existencia de esas comunidades que parece se integraron a Guàtica y a
Quinchìa. Tambièn desapareció el pueblo
de La Sabana a orillas del río Risaralda y al finalizar el siglo XIX los
habitantes de Tachiguí se trasladaron a Arenales, hoy Belén de Umbría
EL DESTINO DE ÚBEDA
La efímera
vida de la población de Úbeda a orillas del rio Cauca va ligada al tormentoso pasado
de la Anserma encomendera, destino de
frailes y aventureros, pesadilla de esclavos africanos y de los indios doblegados por la ambición y la
crueldad de los cristianos.
En uno de esos
días grises en la loma ansermeña llegó un soldado perulero con una princesa
inca y en cualquier atardecer de 1570 pisó tierra ansermeña un rústico vecino de Jaén con las alforjas llenas
de oro o con una cuadrilla de africanos para arrancárselo a la tierra.
El recién
llegado ambicionaba títulos y tierras y para
lograrlo acudió a Andrés de Valdivia, un
leguleyo de palabra fácil y vastos
conocimientos de las intrincadas leyes españolas, que lo representó ante el Consejo de Indias en los engorrosos y costosos trámites para conseguir
la gobernación de un extenso territorio
situado entre los ríos Cauca y Magdalena
.
El acucioso e inescrupuloso
abogadillo viajó a España con dineros de su representado. Tras un año de
intrigas en la corte madrileña y en las dependencias de Sevilla, Andrés
Valdivia regresó en 1571 a la ciudad de Anserma trayendo el nombramiento de
gobernador, no para su cliente, sino a nombre suyo, engañando y traicionando a
quien había puesto confianza en su buena fe.
Se ignora la
reacción del rústico vecino. Nada se sabe del destino del engañado español; se
conoce por la exigua información
conseguida, que Valdivia envolvió en sus redes a otros ansermeños en su empeño de establecer la nueva
gobernación.
Sin embargo la
dicha del embaucador no duró mucho; pues
en 1572 el Consejo de Indias le entregó una gobernación selvática, ocupada por
indios indómitos, sin jurisdicción sobre los pueblos y ciudades ya pobladas. No
obstante lo anterior, Andrés Valdivia enroló
en sus huestes a 46 españoles, veinte
esclavos africanos y quinientos indios sometidos con los cuales cruzó el río
Cauca, desbrozó terreno, tumbó selva, levantó chozas y dio vida a Úbeda en las riberas frente a la serranía
ansermeña.
Úbeda fue un
mero espejismo, un sueño imposible en medio de un territorio malsano y enemigo.
No había oro para robar ni tributos para cobrar; así, en medio del calor y los zancudos, el carácter de Andrés Valdivia, de por sí
dicharachero y simpático, se fue tornando
agrio y malhumorado hasta convertirlo en un dictador odiado por todos.
El 16 de
octubre de 1576, en plena temporada de lluvias, los ruidos de los grillos velaban el sueño de los residentes de Úbeda. De pronto una
algarabía se confundió con el lejano aullido de los perros de monte y una turba
coaligada de esclavos y aborígenes irrumpió en el poblado. Ardieron los
ranchos, las pavesas encendidas se perdieron entre el follaje de la selva, la
sangre española empapó las callejuelas y el Úbeda americano desapareció para
siempre.
Diccionario Biográfico y Bibliográfico- Joaquín Ospina- pag 852-
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