Alfredo Cardona Tobón
Cuando Yavé dijo al pobre
Adán: “ ganarás el pan con el sudor de tu frente”, solamente esbozó una parte
de la maldición bíblica que acogotó a
sus descendientes, quienes además de remojar los surcos con su esfuerzo tenemos
que soportar la agobiante carga de los jefes.
En mi largo peregrinar por
este valle de lágrimas buscando aquí y allá el modesto sancocho, he tenido que
torear innumerables jefecillos. Es tal mi experiencia en este campo que la
Universidad de la Vida me expidió el título: “ Magister en lidia y aguante de mandones y especímenes
similares”.
En honor a la
verdad las experiencias han sido tan amargas y tan profundas las
cornadas en los ruedos laborales, que
como los amantes desengañados ya no creo en ningún jefe y evito tener uno fijo.
Cuando se habla de la
libertad y del respeto por las personas me dan ataques de risa y me burlo de la
Constitución y de las organizaciones de derechos humanos cuando pienso en los
supervisores, en los gerentes y superintendentes…. dueños y señores de la vida
de sus colaboradores inermes.
Muchos de esos amos son
peores que los esclavistas negrero y su tiranía es tanta que persigue a las víctimas hasta la intimidad de
la alcoba, no habiendo talanquera, ni ley ni sindicato que los detenga.
Cuando se llega a
casa con el ceño fruncido, la cabeza baja y todo por el suelo, póngale la firma
que todo ello es culpa del jefe y cuando el agobiado laborante sonríe como un idiota sin motivo
aparente, fue porque el abusivo soltó el
látigo esa tarde y se dignó saludarlo o le dio una palmadita en la espalda; a tal extremo llega el poder del jefe que alegra o entristece hasta las horas libres del subordinado.
CLASES DE JEFES
Los hay de todos los
tamaños, colores, sexo y estilo. Se encuentra de todo como en botica. Como caso
excepcional se encuentra un jefe bueno, unos pocos son paternales; la inmensa mayoría son chupasangres
y existen los invisibles, cuya presencia apenas se presiente en el trabajo.
En mi trajinar por el ancho
mundo he sufrido todo tipo de jefes; algunos quedaron en el olvido, excepcionalmente guardo uno o dos e mi corazón y
otros esperan turno para fusilarlos
apenas triunfe una revolución proletaria. Entre todos ellos recuerdo al
ingeniero Luis Calero, superintendente de Paz del Río, que sin darme tiempo de
desempacar la maleta me ordenó que
trajera la Stellita. Yo, un pobre y semianalfabeta pichón de ingeniero,
creí que necesitaba a Estelita, una hermosura de secretaria; así pues, la saqué de la oficina y la llevé
adonde Calero, que entre las risas de los mecánicos me mostró la enorme
diferencia entre Estella, el pimpollo de secretaria y unas barras de acero
especial denominado Stellite.
En Cartagena, en la planta
de Abocol, tuve por jefe un tal Manuel Martínez. Era un Calígula que me
mantenía al trote desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche.
Cuando por fin me retiraba de la planta
en Mamonal y me dirigía a mi casa en Turbaco, en mitad del camino sonaba el
radioteléfono para citar a una reunión para hablar de cualquier pendejada casi a media noche. Ese fulano de tal
se especializó en interrumpir los
paseos a la playa y en los días
de fiesta hacía sonar el radioteléfono
en el momento de la elevación en la misa o en las horas de la siesta cuando
estaba de lo más bueno con mi esposa.
LA SUFRIDA CLASE TRABAJADORA
Por muchos años envidié a
los rentistas, a los vagos con plata y a los intelectuales que a fuerza de
hambre y privaciones olvidaron las necesidades de este mundo. Uno alquilado pasa por las verdes y las maduras y tiene que apurar hasta el trago más amargo. En mis años mozos sin
llanta ni canas, en la flor de la lasciva juventud, hacía mis levantes en
Medellín; era aventado y pedigüeño hasta que me traumatizó la directora del colegio donde yo daba clases
de química. Una tarde, de cuya fecha no
quiero acordarme, la directora regordeta, bizca y sin aroma me arrinconó en el cuarto
de las trapeadoras y yo ruboroso y angustiado, tembloroso y con miedo a perder
la chanfa, no
atiné a defenderme de semejante abuso. Haciendo de tripas corazón cerré los ojos e imaginé que estaba retozando con Marta Pintuco.
El caso más sorprendente me
ocurrió en Manizales con el peor jefe de todos, un salamineño, bruto y aliñado de nombre Edgar Echeverri Gómez. Ese
señor, que alcanzó una alta posición en la Federación de Cafeteros, me volvió invisible e insonoro, en forma tan crítica
y aterradora, que aún hoy, me despierto sudoroso y me tocó para cerciorarme de
que ocupo un espacio en el mundo. Yo maliciaba, desde tiempo atrás, que no era de la devoción de ese calvo agropecuario,
pero no pensé que su aversión fuera tanta, como para inventarse un método de hacerme desaparecer sin borrarme de la
nómina. Le quedó tan perfecto el sistema que por más fuerte que yo hablara no
me oía y las veces que lograba llegar a su oficina para solicitar algo no detectaba mi presencia, pues conversaba con su
secretaria a través de mi humanidad como si yo fuera un vidrio transparente.
UN ARTE DIFÍCIL
Manejar a los jefes es un arte complicado; deberían
dictarse cursos para aprender a darles gusto y conservar el puestico. En
FUTEC, una desaparecida metalúrgica de
Medellín, pensé que hablando duro y maltratando a mis colaboradores me
convertiría en un jefe exitoso. Aún tengo remordimiento de esa etapa
negra de mi vida. Casi me echan por detestable, pero al cambiar de trabajo la luz llegó y me fui para
el otro extremo: Al ocupar la gerencia de Planta en Siderúrgica del Muña me
convertí en una madre… y me fue peor, pues
por defender a los trabajadores de un españolete, dueño y jefe supremo, me gané
la animadversión de los explotadores que a los pocos meses de entrar me echaron de
la empresa por blandengue.
En la Fábrica de Muebles de
Palmira , el jefe y dueño Héctor, Rodríguez, no permitía que se moviera una
silla sin su consentimiento. En una
ocasión me atreví a reformar un secador de madera sin su venia. Eso fue una
tragedia. - ¿Qué es esto Jesucristo?- Exclamó indignado, como si hubiera malogrado un gran invento, ignoro si mandó desbaratar lo que yo había hecho , porque ese mismo día presenté mi renuncia irrevocable. ¡
Dichosos días aquellos sin responsabilidad ni bocas para mantener¡.
En CIMETAL , otra empresa
metalúrgica de Bogotá, el jefe no intervenía para nada; “ Usted es el técnico
me dijo- No me miente fierros ni latas,
yo administro la plata y usted se encarga del resto- Eso sí- me dijo- no me coloque viejas feas ni cismáticas..”. Lo mejor
que hizo en su vida Edgar Betancur fue
contratarme, pues convertí un empresa quebrada en un exitosa compañía y las
oficinas en su harén con un muestrario de bellezas
QUE HACER DIOS MIO?-
Para no caer en desgracia
con el jefe se deben observar varias normas:
En el sector oficial o en las universidades debemos acomodarnos a los planteamientos políticos del mandamases. En el sector empresarial no debemos prestarle plata al jefe; corremos el riesgo de que nos eche si le cobramos la cuenta. Tampoco debemos presentarle las amigas, pues nos tildará de celestinos y si su mujer de da cuenta nos hará echar por corromper al marido.
En el sector oficial o en las universidades debemos acomodarnos a los planteamientos políticos del mandamases. En el sector empresarial no debemos prestarle plata al jefe; corremos el riesgo de que nos eche si le cobramos la cuenta. Tampoco debemos presentarle las amigas, pues nos tildará de celestinos y si su mujer de da cuenta nos hará echar por corromper al marido.
Es necesario hacer creer al jefe que usted no le
llega a los tobillos en erudición y
conocimientos... y ojo, mucho ojo... tenga muchísimo cuidado de no hablar mal del jefe
pues todo lo que diga podrá ser empleado en
su contra por los lambones que quieren su puesto. Cuidado con los vitrinazos,
es un riesgo salir en la prensa o en la televisión; no publique ni avisos
funerarios, recuerde que los segundones no tienen libertad de expresión y por
ningún motivo llene cuestionarios con el objeto de mejorar la marcha de la empresa, es peligrosísimo pues por cualquier observación lo tildarán de resentido, desleal y comunista.
CONSIDERACIONES FINALES
Al buscar trabajo húyale a
los gringos, esos como el latifundista del Uberrimo solo piensan en trabajar y
trabajar y desconocen los viernes culturales, el lunes del zapatero, la Semana
Santa, el Carnaval del Diablo, la Feria de Manizales, la salida de la suegra etc... etc.
Si aspira a portero, barrendero
o mensajero húyale a las entidades estatales… acuérdese que esos puestos son
los primeros que declaran insubsistentes en los cambios de gobierno.
Témale a los antioqueños y a
los costeños, para los primeros los únicos que sirven son sus paisanos y los
otros aborrecen a los cachacos.
Por último: si se tiene la
dicha de tener un jefe medio regularcito hay que cuidarlo y cepillarle todo el tiempo.. y si el jefe es malo, que es lo normal, como buen cristiano recuerde que está pagando cuotas del purgatorio para que cuando muera pueda administrar alguna seccional en el ala donde duermen las doce mil vírgenes.
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