Alfredo Cardona Tobón.*
A mediados de 1857 la región estaba en plena
guerra; el general Melo había tomado el
poder y los liberales y conservadores
unidos en un bloque que llamaron Constitucionalista, se levantaron en armas contra
la dictadura, cuyos simpatizantes desorganizados y sin suficientes recursos les
hicieron frente en la Sabana de Bogotá y en
unos pocos lugares de la república.
El sur de Antioquia estuvo a favor de los
constitucionalistas, sin embargo en Salamina el melista Laureano Urrego en
acción relámpago se apoderó de la plaza y del armamento y marchó hacia el
Cantón de Supía donde los melistas tenían el control de la situación.
AL ROJO VIVO.
Con dinero de los empresarios antioqueños y las
armas suministradas por Estados unidos los opositores del dictador se movilizaron
desde el norte y el sur del país con rumbo a Bogotá. Se invocaba la defensa de
la democracia, pero en el fondo existían otras razones: el interés de los
comerciantes por la apertura económica que facilitaba sus negocios y el sueño
de Mosquera de controlar la nación a su antojo.
El 30 de julio de 1854, las pisadas de 500
combatientes estremecieron el camino que llevaba a la naciente aldea de
Manizales.
Volaron los pájaros barranqueros y las ardillas
se sumergieron entre el follaje aterrados por el ruido de alpargatas y de
cascos de caballos que se encajonaba en las montañas. El batallón cruzó el río
Guacaica bajo la mirada atenta de los centinelas que impedían la fuga de los
posibles desertores y de los ranchos
pajizos clavados en las lomas empezaron a salir muchachos y ancianos y las mujeres cuya maternidad o los
achaques las ponían a cubierto de las miradas lascivas de la tropa.
Según los informes militares no fueron muchos los manizaleños que se
unieron a Braulio Henao; el honor de la
batalla lo cedieron a los salamineños que por voluntad o por la fuerza iban a
luchar por unos principios que no conocían y poco les habían servido para
librarse de su endémica pobreza..
La guerra de 1840 había dejado amargos recuerdos a los colonos; ahora se repetía la dosis: les robarían el
ganado y les arrebatarían la comida y
las frazadas, las escopetas de cacería, los lazos y los brazos y la vida de los
hijos.
Días antes de la marcha hacia los llanos del Tolima, el comandante Henao ordenó a los alcaldes de
Neira y Manizales la conformación de una comisión de notables cuya misión sería
abastecer al batallón ; debían conseguir 23 toldos para 16 hombres cada uno,
4500 libras de panela, 6 arrobas de sal, 6 arrobas de chocolate y 4500 libras
de bizcocho, además 60 bueyes con 20 peones, leña para cocinar, madera para
armar las toldas y las reses necesarias para alimentar a los militares durante
seis días.
El batallón Salamina pasó por Manizales como la
langosta. Por la cuesta de la Elvira siguió camino a Lérida, cuyos vecinos
tendrían la desgraciada obligación de sostenerlo hasta que se uniera a la
columna de Mosquera que marchaba desde el Cauca.
En agosto de 1854, dos meses después del
desplazamiento de la tropa constitucionalista de Braulio Henao, un grupo de
melistas encabezados por Francisco de Paula Albarracín trató de tomar el
control de Manizales. Marcelino Palacio y
algunos gendarmes le hicieron frente, los pusieron en fuga y lograron
capturarlos en el paso de “ Totumal” a orillas del río Cauca.
BRAULIO HENAO.
La vida de Braulio Henao fue un rosario de
combates: Peleó contra Salvador Córdova en 1840, luchó en la guerra de 1850 y
en 1854 lo encontramos comandando las fuerzas constitucionalistas de Salamina, soñando con el honor y la fama en
los campos de batalla.
Al avanzar hacia el altiplano Henao se mezcló
con los antiguos enemigos caucano y el El blancaje paisa contrastó con el negro
retinto de los patianos que acompañaban al general Mosquera. Las ruanas de
lana, doblados sobre los morriones en las llanuras del Tolima volvían a
desenrollarse para abrigar a los maiceros
mientras los ponchos harapientos de los tolimenses apenas les servían para
encubrir la tiritadera que se acentuaba al acercarse a Bogotá.
Los constitucionalistas llegaron a la Sabana y
al llegar a Bosa, el Alto Mando militar de la coalición de liberales y
conservadores, ordenó a Braulio Henao y a su batallón Salamina situarse en el
extremo de un callejón de pircas y atraer a los melistas para cercarlos por los
flancos; pero el soberbio comandante paisa, en vez de retroceder para llevar al
enemigo hasta la trampa, decidió hacerle frente, pues según dijo, el batallón
Salamina nunca retrocedía.
Lo que pudo haber sido una victoria se
convirtió en una carnicería de salamineños y en la prolongación de una guerra
que pudo haberse terminado en Bosa.
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