JAVIER FLÓREZ MORALES Y LA FONDA LA UNA

Alfredo Cardona Tobón



Es muy gratificante ver cómo las comunidades barriales y rurales de Pereira cuentan con líderes comprometidos con el bienestar de la gente; en el caso de Altagracia se destaca don Javier Flórez Morales, un hijo del corregimiento que está jalonando su progreso y  va presentando nuevas alternativas a este sector rural de la capital del departamento de Risaralda.

Don Javier es un referente para la comunidad, es un ejemplo por su tesón, capacidad de trabajo y la visión para los negocios. Es un gran empresario, de esos que  “saben dónde ponen las garzas” y sabe levantar recursos hasta en un desierto. Sin cartones universitarios, con unos cursos del SENA y la sagacidad propia de los hombres exitosos, don Javier arrancó a trabajar con una pequeña tienda en Cali, adonde llegó en busca de fortuna.  Tras dura lucha y muchos sacrificios llegó a tener un supermercado en Jamundí, Valle.  Pero el 30 de enero de 1980 un incendio volvió cenizas los esfuerzos de don Javier, que tuvo  que empezar de nuevo en un local húmedo que habían sellado por malsano. Como era muy buena paga los acreedores le dieron crédito para volver a surtir y la gente de Jamundí,  a quien cambiaba cheques sin cobrar comisión y atendía en los momentos difíciles, le tendió la mano. Unos soldadores le regalaron la estantería y el local, que no era el más lujoso ni el más moderho del pueblo, se vio colmado de clientes que se solidarizaron con don Javier e hicieron la vista gorda a las incomodidades del nuevo negocio.

En unas vacaciones don Javier viajó a Tumaco y con el ojo vivo del negociante vio que en el puerto todos se movilizaban en bicicleta y tenían problemas ya que faltaba un negocio que las reparara y suministrara los repuestos a un precio justo. Entonces dejó el entable de Jamundí en manos de un hermano, y se trasladó al puerto del Pacífico con cien bicicletas, equipo y repuestos.

Al negocio de las bicicletas le sumó el turismo, pues al ver desierta la bella playa de Bocagrande, al frente de la Isla del Morro, don Javier consideró oportuno construir allí unas cabañas. Se convirtió, entonces, en el pionero del turismo en Tumaco en unas playas que aparentemente no tenían dueño  y  que posteriormente  tuvo que legalizar su ocupación ante  el Estado.

En ese entonces Tumaco era una zona aislada de Colombia;  a los tumaqueños les era muy difícil enviar y recibir giros, pues por falta de comunicaciones el trámite era demoradísimo. Ante esas circunstancias don Javier utilizó el bus que salía  todos los días del puerto y  después  utilizó el avión que decolaba todas las mañanas para montar una agencia de giros; primero atendió giros y remesas a  Buenaventura y después lo hizo  con Cali. Para ofrecer un servicio inmediato don Javier se valió de una frecuencia de radio que operó con claves que cambiaba continuamente; así nació la empresa de Giros del Pacífico que luego se convirtió en Giros Nacionales con  corresponsales en centenares de puntos de Colombia.

-       Este hombre es un verraco- pensé yo mientras oía las hazañas de este  empresario nacido en Altagracia en el hogar de un comisionista de ganado dueño de una pequeña parcela de café.

“Nosotros fuimos once hermanos y la vida no fue fácil- confiesa don Javier. Yo estudié en la escuela de la vereda y luego en otra del barrio Cuba.  Cuando empecé a trabajar en Cali tenía solo quince años.  Tuve que luchar duro,  no todo fue un paseo en coche, pero creo en Dios;  jamás he inclinado la cabeza ante la adversidad y nunca me han oído quejarme o maldecir.

La empresa de giros tuvo más de 810 puntos en el país,  pero todo tiene su fin- agregó don Javier- Pues  el negocio se dañó cuando las disposiciones del Ministerio de Comunicaciones  permitieron la aparición de oficinas de giros en todos los garajes.

Don Javier fue el pionero nacional en ese campo lo que le reconocieron al condecorarlo por el inmenso servicio que prestó a Tumaco y a toda Colombia en el campo de la transferencia de dineros.

La tarde avanzaba, la entrevista se estaba prolongando y varios artistas que pintaban un mural estaban esperando.

-       ¿Por qué regresó a la vereda  después de tantos años de ausencia?-

“En el año 2005 vine a visitar unos familiares. Dimos una vuelta por Altagracia y me mostraron un lote con vista por todos lados.  Y lo compré. Fue un impulso como el de las cabañas en la costa de Tumaco. Lo mandé a organizar y empecé a construir el Eco hotel La Comarca,  que va avanzando, despacio, muy despacio, porque yo no tengo plata para hacerlo de la noche a la mañana como sucedió con  el  Price Smart que levantaron en un cerrar de ojos… Después de empezar el Eco hotel  interesé a unos parientes que viven en Estados Unidos y compramos la fonda de la Una, que fue la primera fonda de Altagracia, y ahí vamos, también despacio, para convertirla en un centro de convenciones y de esparcimiento familiar, con vacas y con caballos pony.”

La labor de don Javier en Altagracia va más allá del Eco hotel y de la Fonda.  Como presidente de la Junta del Corregimiento  está al frente de un gran proyecto de embellecimiento de las fachadas en asocio con los alumnos, los profesores del  colegio Gonzalo Mejía Echeverri;  con todos ellos y con el corregidor, doctor Luis Alfonso  Páez Trujillo, don Javier Flórez  está empeñado en otros programas de talla de maderas y de murales que harán de Altagracia, el pueblito más hermoso de todo el  territorio pereirano.

Hace poco las autoridades de Pereira reconocieron la labor cívica de don Javier, cuyo empeño ha ido  mucho más lejos de los consabidos cabildeos de los dirigentes comunales. con la Fonda La Una, que fue el embrión de Altagracia, el corregimiento será un centro gran centro turístico que complementado con el Ecohotel La Casona abrirá las puertas a pereiranos y visitantes. Indudablemente  don Javier es un impulsor de realidades, merecedor de las más altas distinciones.

 

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