Alfredo Cardona Tobón
Para evitar la intromisión de Napoleón en América, las Cortes de Cádiz
propusieron la formación de Juntas de Gobierno ajenas a las influencias del rey
impuesto a los españoles por las tropas francesas.
El 22 de mayo de 1810, Don Antonio de Narváez, diputado del Nuevo Reino de
Granada a las Cortes de Cádiz, y Don Antonio Villavicencio, comisionado de la
Regencia, se reunieron con el gobernador de Cartagena de Indias, los miembros
del Cabildo y los ciudadanos más distinguidos del puerto, para establecer una
Junta donde habría un co-gobierno de peninsulares y criollos.
Aunque el gobernador Montes aceptó inicialmente la Junta, después se
arrepintió del pacto suscrito con los criollos y siguió dirigiendo la provincia
de Cartagena a su antojo. Los miembros del Cabildo tacharon la conducta del
alto funcionario de despótica y arbitraria y corrió el rumor de que los
franceses en asocio con el gobernador iban a vender a los cartageneros como
esclavos. El malestar contra el gobernador creció en los barrios populares y el 14 de
junio de 1810 una rebelión de notables y populacho permitió el derrocamiento de
Montes y el nombramiento de un
gobernador interino.
LA JUNTA DE CARTAGENA
La Junta del 22 de mayo se reorganizó a fines de 1810 con representantes de Tolú, San Benito,
Mompox y Simití. Era una Junta de notables de toda la provincia, sin presencia
del pueblo, cuyos miembros gobernaron en nombre de Fernando VII en forma
autónoma y sin contar con el resto de la
Nueva Granada.
Por la importancia militar y comercial del puerto, la Junta de Cartagena se consideró al mismo nivel de
la Junta establecida en Santa Fe el 20
de julio de 1810. Pronto se enfrentaron las dos Juntas pues Cartagena proponía
una organización federal con provincias soberanas y Santa Fe buscaba un sistema
centralista. Desde los primeros meses del gobierno criollo, y sin haber
decidido si continuaba dependiendo de España, la Nueva Granada se dividió,
creando las barreras que más tarde dieron al traste con la llamada Patria Boba.
La Junta de Cartagena con sus secciones de Gobierno, Justicia y Hacienda
administró la provincia en nombre del rey pero no acató las órdenes de la
Regencia española, que decía representar a Fernando VII, entonces prisionero en
Bayona. La ambigüedad de los notables
los hacía sospechosos a los ojos de los peninsulares, cuyos suboficiales del
Regimiento Fijo, acantonado en Cartagena, decidieron recuperar el control de la
plaza. El plan fue descubierto y la
ciudad amurallada se libró de quedar
bajo el dominio español como lo estaban las ciudades de Santa Marta y Riohacha.
LOS SUCESOS DE MOMPOX
La libertad ha florecido en la costa
del Atlántico, donde el hombre en simbiosis con el trópico y la naturaleza, no
se resigna al escarnio de los opresores.
Fue feroz la resistencia de las tribus al invasor europeo; allí surgieron los
palenques negros que mantuvieron a raya a las autoridades coloniales, y el
coraje costeño dio ejemplo a la nación en la lucha por la independencia y contra los tiranos de todos los partidos.
En la costa empezó el movimiento libertador y fue Mompox la primera ciudad
granadina que rompió definitivamente sus lazos con la metrópoli. En junio de
1810 los mompocinos, dirigidos por los hermanos Gutiérrez Piñeros, se rebelaron
contra las arbitrariedades del coronel Talledo y establecieron su propio
gobierno. Después de los sucesos del 20 de julio en Santa Fe, el Cabildo firmó
su adhesión a la Junta de Santa Fe, declaró la independencia de España y
desconociendo la autoridad cartagenera
erigió a Mompox como cabecera de una provincia soberana.
EL 11 DE NOVIEMBRE DE 1811
La Junta de Cartagena crea un caos con sus tesis federalistas. Algunas
provincias reconocen a Fernando VII y a
la Regencia, otras solamente a Fernando VII y unas pocas se declaran por la
libertad absoluta.
Los notables de Cartagena tildan a Nariño de demagogo y de tirano y al
pueblo santafereño de “ plebe insolente de miserables indios”. Desean una
satrapía oligárquica y absolutista, para atender sus propios intereses, y por
eso van contra el gobierno santafereño y contra la autonomía de Mompox, al que
reducen y dominan con las armas.
La beligerancia de la clase dominante cartagenera, que hace causa común con
la oligarquía santafereña, enardece a
los hermanos Celedonio, Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres, que levantan el
pueblo del puerto amurallado, como lo hicieron en Mompox, y se van lanza en ristre contra los notables que
se aferran al poder.
Los Gutiérrez Piñeres consiguen el apoyo de las milicias cartageneras,
compuestas en su mayoría de negros e indios, y proponen a la Junta de Gobierno
la declaración de Independencia del monarca y la nación española.
Llega el 11 de noviembre de 1811. Las horas pasan, los debates se alargan
y parece que los representantes no quieren
hablar de la emancipación de la provincia. Al caer la tarde y viendo que se
levantaba la sesión, los Gutiérrez Piñeres movilizan las barriadas
cartageneras, como lo hizo Carbonell con el pueblo santafereño, y una masa armada
de palos, lanzas e instrumentos de labranza toma el Palacio de Gobierno, y a la
fuerza obliga a los notables a desconocer el gobierno español y firmar el acta de independencia.
El 12 de noviembre la multitud oscura y parda del puerto continuaba celebrando
el triunfo: ¡ Viva la Independencia!. ¡ Viva Santa Fe!. ¡Viva Cartagena! – eran
los gritos que resonaban en los rancheríos del Morro, los Castillos y
Bocagrande.
El pueblo de Santa Fe- relata Indalecio Liévano Aguirre- celebró como
propia la victoria del pueblo cartagenero. Pero los Gutiérrez Piñeros, como
sucedió con Nariño, no aprovecharon el furor popular. Los criollos tibios
quedaron al mando en Cartagena, al igual que en Santa Fe, pensando más en sus bolsillos que en el
futuro y la felicidad de la Patria.
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