Alfredo
Cardona Tobón*
El
16 de agosto de 1907 Rafael Navarro dirigió un largo mensaje al ministro de
Obras Públicas en solicitud de protección a “los pobres indígenas” de Tachiguí,
pues el Cabildo del municipio de Apía pretendía, según su denuncia,
arrebatarles unos lotes para adjudicarlos a los hermanos Salazar, de Ansermaviejo.
Al
defensor de marras no lo movía la caridad o la justicia ni el deseo de servir a
los nativos. Era un vividor, un ladrón, que se lucraba de los pleitos de las
parcialidades indígenas y se aprovechaba
de las circunstancias para arrebatarles sus bienes.
En
1898 Rafael Navarro, en calidad de
representante del Resguardo del Chamí, adelantó algunas gestiones ante el
gobierno central para que se
reconociesen los derechos del Resguardo. Como los comuneros no contaban con
dinero en efectivo para cancelar los honorarios, le cedieron un lote, que el
indelicado personaje limitó a su antojo. Cuando los indígenas cayeron en la
cuenta de la operación, Navarro les había arrebatado las dos terceras partes de
sus tierras.
No
contento con el extenso globo, Navarro
trató de extender los linderos hasta la
tierra de los guáticas, quienes acudieron al leguleyo Juan J. Bayer para que
los amparara ante la ley. Pero el defensor resultó de igual calaña que el
invasor, pues al final del pleito se quedó con las tres cuartas partes del
terreno disputado.
UN
TRÍO EXPOLIADOR
Autoridades
corruptas, empresarios deshonestos y administradores pícaros conformaron el
trío tenebroso que dio el puntillazo a varios Resguardos de la banda izquierda del río Cauca..
Del
vil negocio de la expoliación de tierras
indígenas se lucraron procuradores, latifundistas, tinterillos, políticos,
funcionarios de poca monta, patricios y militares.
Rudecindo
Ospina consiguió enormes extensiones en los Resguardos de Tachiguí y Tabuyo, Benigno Gutiérrez intentó
arrebatarles las salinas a los indios de Riosucio y hasta Rafael Uribe Uribe,
por intermedio de un pariente consiguió un lote en las faldas del Tatamá.
Los
empresarios y técnicos de las minas de Marmato lograron jugosas tajadas en el
despojo. Ante las exigencias del gobierno, que exigía planos de los Resguardos
para reconocer los derechos de los nativos, el topógrafo
William Martin deslindó las tierras de algunas parcialidades.
En 1874 el técnico extranjero midió y loteó el Resguardo de Quinchía por la
suma de $24.560. Obviamente los nativos no contaban con semejante platal y
debieron pagarle con tres enormes lotes
que hoy ocupan varias veredas de Quinchía y Anserma.
En febrero de 1878 Guillermo Martin
efectuó la mensura del Resguardo de Tabuyo y por sus trabajo recibió un gran
lote en la tierra fría, que al igual que los lotes anteriores, vendió de
inmediato a Rudecindo Ospina.
Como la legislación colombiana
consideraba a los indígenas menores de edad, estos debían nombrar un
administrador o apoderado que los representaba ante el Estado y “cuidaba” los intereses del Resguardo. Era un cargo
apetecido por abogados y políticos inescrupulosos que se enriquecían ilícitamente con el robo y el despojo de las
comunidades americanas en asocio con
notables y autoridades venales.
Uno de esos censurables personajes
fue Gregorio Trejos, administrador durante varios años el Resguardo de Supía y
Cañamomo. El citado Trejos dilapidó alegremente la tierra de los nativos
cediendo grandes extensiones a los distritos de Supía y de San Juan sin ninguna
contraprestación, vendiendo a bajo precio numerosos lotes y regalando vetas de
oro y plata a los empresarios de las minas.
Otro individuo de triste recordación
fue Salvador Pineda, administrador del Resguardo de Guática, que engatusó a los nativos con su devoción a
la Virgen y su pomposo catolicismo. En 1888 los vecinos cedieron
a Pineda la tercera parte de los salados, le escrituraron grandes lotes
y le dieron en usufructo las maderas de
algunos bosques.
A partir de 1875 el gobierno exigió
títulos para reconocer los derechos indígenas. Varios abogados se
especializaron en desenredar la maraña de documentos coloniales que reposaban
en Popayán y en Bogotá. Ante la falta de fondos para pagar honorarios los
nativos debieron cancelarlos con tierra. El Resguardo de Quinchía cedió la
fuente salada de Anchurria, que era su mayor entrada monetaria, al abogado
Ramón Palau. Dos años más tarde el Resguardo de Guática le entregó a Miguel
Palau, hermano del anterior, un globo de terreno que abarcaba como la cuarta
parte de lo que quedaba de su territorio.
FUNCIONARIOS Y POLÍTICOS
A fines del siglo diecinueve el
político conservador Ponciano Taborda hizo y deshizo en Ansermaviejo . En
calidad de administrador del Resguardo de Tabuyo y de regidor de la aldea,
vendió lotes y remató baldíos a precios ínfimos para favorecer a socios y
amigos.
León Hernández un militar liberal,
guapo y matón, recibió donaciones cuantiosas de sus protegidos en Guática y en Quinchía.
Los blancos de Riosucio hicieron de
las suyas con sus paisanos oscuros. Rafael Tascón ocupó sin resistencia, la
parte alta del Resguardo de La Montaña; Zacarías Cock aprovechó sus contactos
con Manizales para apoderarse, en 1907, del sitio de “La Rueda”. Poco después
el gobierno de Reyes dio protección a los nativos y permitió que regresaran a
su tierra. Los amigos de Zacarías Cock, oriundos de Medellín y de la capital
caldense, escribieron al presidente apoyando los derechos “irrefragables y
diáfanos” de Zacarías y rechazando las pretensiones de los indios de La Rueda,
que consideraban intrusos cuando, valga la verdad, esa pobre y desvalida gente
había ocupado esos peladeros desde tiempos inmemoriales.
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