Alfredo Cardona Tobòn
La bruma del pasado precolombino cubre las
orillas calientes del rio Cauca. El conquistador Vadillo avanzó rio arriba hasta encontrarse con las
tropas de Robledo en los dominios de los Ansermas y los irra. Los españoles
muertos de hambre recorrieron sus orilla en medio de sabaletas y guatines. Traición del cacique Cananao, señor de los irras, contra sus hermanos de raza al
aliarse con los invasores para masacrar
a las tribus de armados, carrapas y
paucuras.
Mucha historia ha corrido por los playones, los
raudales y los pasos del Cauca. Innumerables leyendas se encaramaron a las muladas que, como fuentes de vida,
cruzaron de ida y vuelta las provincias de Antioquia y el Cauca. Irra fue el
paso de la Conquista y el paso de Bufù, al frente de Marmato, marcó la época postrera de la Colonia y la
revolución independista: “ Yo creo- informó el sabio Caldas al terminar las defensas de Bufù, que hemos opuesto a los salteadores de España
barreras más difíciles de vencer que los muros de Babilonia…”. Se equivocó el
prócer , pues los
realistas cruzaron por los pasos de Monà y de La Cana,
y de nada hubieran servido las defensas de Bufù, pues podían cañonearse desde un pequeño cerro al lado de Supla, como
lo anotó José Manuel Restrepo, cuando huía de los españoles con rumbo a Popayán
en el año de 1813.
Los pasos de La Cana y de Monà, a orillas de
Marmato y Pàcora, cobraron importancia en el siglo XIX, por el primero pasaron
en canoa los mineros a la banda derecha a explotar el oro del Bureo
y en Monà pasaron en tarabita los colonos con rumbo a los baldíos de Anserma y el Tatamà.
El paso por el sitio de La Pintada, al igual que los pasos por La Cana, Moná, Bufú e Irra marcaron nuestro pasado, pero hubo otro, igualmente importante, pero menos mentado que comunicó a Manizales con la banda izquierda del rio Cauca y por décadas facilitó el comercio de una vasta zona, hasta que se construyó el puente de La Virginia.
El paso por el sitio de La Pintada, al igual que los pasos por La Cana, Moná, Bufú e Irra marcaron nuestro pasado, pero hubo otro, igualmente importante, pero menos mentado que comunicó a Manizales con la banda izquierda del rio Cauca y por décadas facilitó el comercio de una vasta zona, hasta que se construyó el puente de La Virginia.
EL PUENTE DEL PINTADO
En el año
de 1884 el gobierno nacional concedió privilegio a Juan N. Trujillo,
Francisco Arango y Bartolomè Chávez para
construir en sociedad un puente de acero en el punto de “ San Isidro de Picarà”
ubicado entre Riosucio y Filadelfia; los empresarios lo inauguraron el 22 de
septiembre de 1887, con el derecho de pontazgo de treinta años, transcurridos los cuales la
obra pasaría por partes iguales a los
distritos de Riosucio y Filadelfia.
Por esa época
Bartolomé Chávez y Hermanos en asocio con Pedro Orozco, el fundador de Támesis
y Belalcázar, obtuvieron el privilegio del paso en barcaza por el río Cauca por un sitio no lejos de La
Virginia que llamaron Puerto Chávez; en esa forma Bartolomé Chávez, propietario de minas en
Marmato, controló el tránsito entre las
provincias caucanas de Robledo y Marmato
y el sur antioqueño.
El
puente del Pintado fue un punto
clave en la guerra de los Mil Días; en las orillas selváticas encontraron refugio
las guerrillas liberales de Emiliano García, David Cataño, Ceferino
Murillo y Manuel Ospina y por el puente se desplazaron los alzados en armas en
sus incursiones a Neira, Filadelfia y
Salamina.
El 13 de abril de 1900 el coronel Ceferino
Murillo con 300 hombres organizó un
ataque a Riosucio; la noticia llegó a oídos
del prefecto Simeón Santacoloma quien con el coronel Tomás Clemente Díaz y 150 soldados marchó hacia el campamento
guerrillero situado en inmediaciones de
San Isidro de Picarà, en tanto que un emisario corría a marcha forzada hacia Filadelfia para solicitar a su alcalde que situara
tropas al otro lado del puente para embestir por dos frentes a los alzados en
armas.
El 19 de abril los riosuceños llegaron al punto
de Totumal tratando de sorprender a Ceferino, pero el guerrillero había alcanzado el puente de El Pintado,
cerrado sus puertas y desentablado un tramo para evitar el paso de
los perseguidores. Los riosuceños en
forma suicida trataron de llegar al otro lado, pero fueron detenidos por el fuego graneado del
enemigo atrincherado tras unas grandes piedras de la orilla opuesta. Como era
imposible avanzar la fuerza de Simeón Santacoloma se resguardó en un barranco
y se trabó un candeleo que duró desde
las doce del día hasta las seis y media de la noche.
Durante ese tiempo los gobiernistas esperaron los refuerzos de
Filadelfia y al no llegar se
dispuso que durante la noche pasara una parte de la tropa al otro lado
del rio mediante balsas que
los descargarían corriente abajo.
En medio de las sombras el enfermero gobiernista trataba inútilmente de
controlar la hemorragia de Rubén Betancur mientras en los matorrales las
hormigas cubrían los cadáveres de los riosuceños Jesús Villada, José León Becerra y Roberto Franco, Pese a todo,
Santacoloma y los suyos estaban
decididos a barrer a la guerrilla que asolaba sus campos. El capitán Matías
Becerra con varios voluntarios desafió
los remolinos del Cauca y la furia de la corriente y en la oscuridad,
apenas salpicada de luz por los cocuyos, alcanzaron la orilla antioqueña y con
sigilo llegaron al puente donde encontraron cinco guerrilleros muertos, entre ellos
a Rudecindo Ríos , uno de los macheteros
más guapos de la revolución. Los demás habían escapado monte adentro
dejando unas hogueras ardiendo para
engañar a los conservadores.
REQUIEM POR EL PINTADO.
Después de la guerra de los Mil Días el puente pasó
a manos del empresario supieño Joaquín Cruz que enloqueció dejando sus bienes al garete y el puente en
el más completo abandono. Ante tal situación el Ministerio de Obras Públicas
declaró caducada la concesión y la obra en ruinas quedó en manos de Riosucio y
Filadelfia.
Con las carreteras el Puente de El Pintado se convirtió en un recuerdo de arrieros; por
su orilla occidental resoplan las tractomulas y por el lado oriental los rieles oxidados del desaparecido
ferrocarril que conectaba a Cali con Medellín esperan la resurrección del tren.
Por El Pintado no volvió a cruzar la
mula del diablo, que tascando chispas y espumas trotaba al frente de las recuas para
sumergirlas en los turbiones del rìo. A
Los pasos de La Cana, de Monà, de Bufù y del Ciruelo con sus tarabitas,
barcazas y canoas los remplazaron las moles de hierro y de cemento de La
Felisa, Irra, Arauca y la Virginia que juntaron las dos orillas del Cauca.
Don Alfredo como lo contacto o me regala un mensaje a
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celular 316 2845720
ResponderEliminaratento saludo.
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