- Presentación del libro Historia de Guacuma en acto solemne en Quinchía-
- Alfredo Cardona Tobón
Ningún municipio del departamento de Risaralda tiene una historia tan
fascinante como Quinchía, cuya comunidad ancestral, aferrada a esta hermosa
tierra, conserva las raíces y el espíritu que animó a sus mayores pese a
todos los vaivenes y circunstancias adversas.
Por aquí pasaron los conquistadores españoles como una tromba destructora y
al contrario de lo que ha sucedido en
otras poblaciones que rinden culto a la barbarie europea, en
Quinchía prefirieron rescatar y honrar
la memoria de Chiricha y Riterón, de Cananao y Ocuzca, de Opirama y Tuzarma y
del pueblo cobrizo cuya sangre levantisca fluye por las venas de la inmensa
mayoría de los quinchieños.
En la tierra del Gobia y del Batero no se habla de linaje montañero ni de
aristrocracia de alpargatas, porque por aquí nunca hubo latifundistas ni
potentados con ínfulas castellanas, este es un pueblo distinto, con el aporte
caucano que trajeron los Trejos, los Bermúdez y los Díaz, y la presencia
antioqueña que en dosis menor llegó con los Gómez, los Arangos y los Uribes.
Alejandro Ugarte, Merardo Largo y Fernando Uribe nos ilustran sobre el
pasado y el presente de Quinchía con su libro Historia de Guacuma.
Al hablar de Guacuma retroceden en
la bruma de los tiempos para rescatar el
pasado de los Tapascos y de los Guapachas, de los Bateros y los Mápuras, de los
Aricapas y los Bañoles que sobrevivieron a la crueldad española, a la
explotación de doctrineros y encomenderos, a las levas caucanas en las guerras
civiles y la violencia política traída por gente extraña.
Los nativos hablaron de Guacuma y los españoles de Quinchía. Que son lo
mismo, porque los conquistadores, como lo hicieron después los antioqueños,
borraron los nombres de las regiones, de los rios y de las montañas como si fueran los creadores,
como si lo que veían o descubrían
hubiera estado en blanco sin un nombre que lo distinguiera.
El término de Guacuma se olvidó con el paso de los años y por fortuna
quedaron algunos vocablos indígenas como Sausaguá, Insambrá, Irra, Guaspaya que
dan testimonio de lejanos tiempos. La palabra Quinchía la inventaron los
españoles por los quinchos a
trincheras de guadua que usó Chiricha en
su lucha contra Vadillo, en tanto que los
doctrineros cristianos cambiaron gran parte de los gentilicios nativos por otros europeos
de tal forma que a los guaqueramaes, tapascos e irras los siguieron apellidando
Ladino, Bartolo, Chiquito, Largo .
Alejandro Ugarte Rico, Merardo Largo y Fernando Uribe escribieron La
Historia de Guacuma con dedicación filial,
con el cariño de quienes aman a Quinchía con todo su corazón. Me alegro de estar aquí para felicitar a Alejandro: educador, gestor
cultural y líder cívico. Desde el cielo doña Olga Rico está sonriente viendo
esta obra de su hijo.
Al hablar de Alejandro me permito recordar a doña Olga Rico. Debía haber figurado en la Historia de Guacuma, pero la modestia pudo más que la justicia y su memoria no quedó en las páginas del libro de historia escrito por su hijo. En 1981 conocí a doña Olga , cuando después de muchos años de ausencia regresé a mi pueblo, fundé una Sociedad de Mejoras Públicas y recogí parte de la historia de esta comunidad en un libro titulado “Quinchia Mestizo” que se ha divulgado por toda Colombia y ha llegado a las manos de numerosos investigadores de Europa y Estados Unidos; desempeñaba la alcaldía Hermes Vinasco, un gran alcalde, y doña Olga era su mano derecha en las actividades culturales, pues como encarnación del civismo estaba en todo junto con Rogero Trejos.
Con ella libramos valerosas batallas contra la desidia y la desesperanza que flotaba en el municipio después de décadas de violencia. Con doña Olga editamos un periódico, organizamos la Asamblea de Sociedades de Mejoras Públicas del Viejo Caldas, se montaron representaciones teatrales y literarias que doña Olga organizaba.. era actriz y declamadora.... fue un renacer quinchieño pese a las trabas de algunos políticos de turno que pensaban que les estábamos sonsacando el electorado.. ¡Que gratos recuerdos tengo de doña Olga Rico y de su esposo don Luis Ugarte, uno de esos raros personajes que el mundo hace anclar de tanto en tanto en nuestro pueblo.
Al hablar de Alejandro me permito recordar a doña Olga Rico. Debía haber figurado en la Historia de Guacuma, pero la modestia pudo más que la justicia y su memoria no quedó en las páginas del libro de historia escrito por su hijo. En 1981 conocí a doña Olga , cuando después de muchos años de ausencia regresé a mi pueblo, fundé una Sociedad de Mejoras Públicas y recogí parte de la historia de esta comunidad en un libro titulado “Quinchia Mestizo” que se ha divulgado por toda Colombia y ha llegado a las manos de numerosos investigadores de Europa y Estados Unidos; desempeñaba la alcaldía Hermes Vinasco, un gran alcalde, y doña Olga era su mano derecha en las actividades culturales, pues como encarnación del civismo estaba en todo junto con Rogero Trejos.
Con ella libramos valerosas batallas contra la desidia y la desesperanza que flotaba en el municipio después de décadas de violencia. Con doña Olga editamos un periódico, organizamos la Asamblea de Sociedades de Mejoras Públicas del Viejo Caldas, se montaron representaciones teatrales y literarias que doña Olga organizaba.. era actriz y declamadora.... fue un renacer quinchieño pese a las trabas de algunos políticos de turno que pensaban que les estábamos sonsacando el electorado.. ¡Que gratos recuerdos tengo de doña Olga Rico y de su esposo don Luis Ugarte, uno de esos raros personajes que el mundo hace anclar de tanto en tanto en nuestro pueblo.
Merardo Largo Trejos, coautor de La Historia de Guacuma, de rancia prosapia
quinchieña pertenece a las nuevas y destacadas generaciones que orgullosamente
están dejando muy en alto el nombre de su pueblo; es un etnolengüista con
estudios internacionales, fue gobernador
de la parcialidad Escopetera-Pirza y tiene el enorme mérito de estar
reviviendo y redescubriendo la lengua umbra de las tribus ansermas.
El otro autor de la Historia de Guacuma es Fernando Uribe Trejos, mezcla de
paisa y quinchieña, de profesión quinchieño, que ejerce las 24 horas del día, a
quien conozco desde que estaba chiquito, porque mi familia Tobón era íntima,
como dicen, de los Uribes que llegaron del norte de Caldas. Al fin y al cabo
por esas calendas los paisas apenas estaban entrando al casco urbano y todos
ellos eran amiguísimos.
Fernando es una persona especial: fue el motor de una de las generaciones
que transformaron a Quinchia, porque las
buenas generaciones son como las buenas cosechas que no se dan a reglón
seguido; la primera de esas generaciones
en las épocas modernas fue la de los
años veinte del siglo pasado, cuando el sacerdote Marco Antonio Tobón
fundó el colegio de San Agustín, primera institución de estudios secundarios de
Quinchía, que preparó una “camada” de líderes que sirvieron de punta de lanza
al liberalismo en el occidente del Viejo Caldas, cuando ese partido tomó las
riendas del poder en 1930.
Por ese entonces solo había dos
municipios liberales en la región, uno era Santuario y el otro Quinchia, y el
partido no tenía con quien gobernar porque los únicos preparados eran los “lanudos” de Manizales y del norte caldense de
filiación conservadora; así que el San
Agustín fue una cantera providencial de donde salieron Mario Gartner Gómez, Delfín Quintero, Johel Trejos, Zócimo Gómez,
Jorge Henao, Efraim Tobón, Emilio García, Emilio Betancourth y otros tantos que
ocuparon altas posiciones en la región.
Mario Vargas M, Ramiro Tabares Idárraga, Luis Alfonso Palacios López, Alejandro Ugarte Rico, Alfredo Cardona Tohón
Mario Vargas M, Ramiro Tabares Idárraga, Luis Alfonso Palacios López, Alejandro Ugarte Rico, Alfredo Cardona Tohón
La segunda generación que marcó rumbos a Quinchía fue la que surgió tras la violencia de mitad del siglo pasado; el gobierno nacional entendió, entonces, que se necesitaba más que armas para pacificar esta región y neutralizar el poder del Capitán Venganza en Quinchía y zonas vecinas; había que pensar en trabajo y en estudio y el Estado abrió carreteras, construyó escuelas, trajo sacerdotes y monjas de España para desarmar los espiritus y se fundaron los colegios de San Andrés y de Nuestra Señora de los Dolores.
A los quinchieños, que jamás tuvieron las oportunidades de acceder a una
Universidad se les abrió las puertas del mundo con becas y otras ayudas y los raizales de este pueblo empezaron a ocuparon secretarías y altos puestos en la
administración del departamento de Risaralda..
Por el año de 1983, Fernando Uribe les puso oficio a la muchachada ilustrada
y organizó la barra de “Las Tapas” que
dinamizó la cultura y afirmó la identidad de la comunidad. A partir de entonces
se divulgaron las leyendas del pueblo, los jovenes organizaron espectáculos con
coreografía de Xixaraca, de Michua, de los Tamaracas y otras leyendas locales.
Esta nuevas generaciones con Fernando
Uribe a la cabeza hicieron conocer los valores quinchieños en el resto de
Risaralda y la gente de la capital empezó a ver a Quinchia con otros ojos.
Con Alejandro Ugarte, Merardo Largo y Fernando Uribe comparten méritos
quienes diseñaron y diagramaron el libro y
quienes aportaron dibujos, planos y fotografías. Allí está Olga Lucía
Carrillo Rojas que sigue engalanando a Quinchía con su belleza y simpatía; el
lente de sus cámaras ha captado la vida de Quinchía, desde cuando jovencita,
como reina del carbón, ensayaba sus primeros pinitos como fotógrafa.
Hay varios aspectos destacados en la Historia de Guacuma; al contrario de
libros similares de otros municipios, se da importancia al papel de las
parcialidades indígenas que continúan siendo la base de la comunidad. Merardo
rescata la lengua umbra y en el libro se bosqueja el pasado de los resguardos,
particularmente el de Pirza-Escopetera que en tiempos de la colonia abarcó las
veredas de Moreta y de Batero.
Otro aspecto interesante del libro es que descubre el rico filón, sin
explotar, del turismo: sus paisajes, sus cerros, sus leyendas, los salados que
dieron el nombre de Anserma y alrededor de los cuales surgieron las aldeas
indígenas como Opirama, da a conocer las
artesanías y la gastronomía local, donde, como en Riosucio, reinan el
chiquichoque, los envueltos y las nalgas de ángel.
En el futuro, cuando los estudiosos hojeen La Historia de Guacuma escrita
por Alejandro, Merardo y Fernando, verán el esfuerzo de nuestros joyeros, artesanos, empresarios y
mineros. para salir adelante en un municipio mediterráneo, aislado de las
grandes carreteras,
Habrá que continuar el trabajo de
los autores de este libro. Ellos están señalando un camino a otros
investigadores, falta mucho por registrar en los archivos locales, en los de
Popayán, Buga, Cartago y Manizales y profundizar en aspectos como la minería y
los conflictos sociales.. Con la Historia de Guacuma se abre el camino que
empezó “ Quinchía Mestizo” para mostrar a Colombia los valores de una comunidad que está
construyendo uno de los municipios más florecientes y progresistas del Eje Cafetero.
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