Alfredo Cardona
Tobón*
Como me lo contó
Hernán Martínez así les cuento esta historia, haciendo claridad que a mi amigo
se la narró su padre Agustín basado en los recuerdos del abuelo Alejandro.
Para dar claridad al relato recordemos que Agustín Martinez fue un caporal que trilló los caminos entre Salamina y Sonsón y Alejandro Martínez fue un arriero, aventurero y buscapleitos que se enroló en las tropas radicales del general Alzate, cuando hubo necesidad de bajarle los humos a los godos del general Cosme Marulanda.
Para dar claridad al relato recordemos que Agustín Martinez fue un caporal que trilló los caminos entre Salamina y Sonsón y Alejandro Martínez fue un arriero, aventurero y buscapleitos que se enroló en las tropas radicales del general Alzate, cuando hubo necesidad de bajarle los humos a los godos del general Cosme Marulanda.
ASÍ EMPIEZA LA HISTORIA
A los Álvarez de San Félix no les faltaron razones
para sentir ojeriza contra los curas. Aunque iban a misa, le sacaban el cuerpo a las sotanas y aseguraban que no necesitaban intermediarios para comunicarse con Dios,
a Quien sentían en la inmensidad del bosque, en la espuma de los arroyos y entre
las espigas y las mazorcas de los maizales.
Esos Álvarez que no pagaban diezmos ni se acercaban al confesionario, ayudaban a los vecinos en las cosechas, partían la carne de sus lechones con las viudas necesitadas y celebraban alborozados las medidas que el gobierno radical de Rengifo imponía a los eclesiásticos a quienes quitó el control de los cementerios y el manejo de las escuelas.
Los católicos paisas no aguantaron el acoso del general Rengifo y de los rojos caucanos que manejaban el poder en Antioquia tras la victoria en la guerra de 1877. Por ello los conservadores de ese Estado se levantaron en armas el 25 de enero de 1879, ante lo cual el general Valentin Deaza los combatió en Manizales y Neira, e mientras el general conservador Cosme Marulanda con la gente de Plancitos se apoderaba de Salamina
.
El gobierno envió varios batallones a someter al general Marulanda, que se retiró de Salamina y siguió a Santa Rosa de Osos donde lo derrotaron tras cruento combate. Sin embargo con lo que quedó de la maltrecha tropa y con refuerzos de Abejorral y Sonsón, Cosme Marulanda sorprendió a la guarnición de Aguadas, se apoderó de armas y pertrechos y retomó a Salamina.
LOS ESPÍAS DE SAN FÉLIX
Ni don Agustín ni don Alejandro Martinez supieron cómo
cayeron dos hermanos Álvarez en poder de las tropas conservadoras de Cosme Marulanda.
Todo hace presumir que esos dos jóvenes radicales naturales de San Félix se unieron a la tropa pacoreña de Fermín
Gaviria y como voluntarios o a la fuerza resultaron espiando las tropas revolucionarias amigas del clero..
.
.
Dice
Martínez, aunque no hay crónica que lo avale, que Juan Álvarez iba armado
con una escopeta de fisto y el otro, el más morenito, llamado Miguel Ángel, llevaba una peinilla de 24 pulgadas , de esas que
se amarraban los marmateños en la muñeca y que utilizaban los labriegos para
desbrozar el monte.
Dos
días antes, los inexpertos jovenzuelos, metidos a militares, se despidieron de
Don Ramón y de Ña Domitila. Cuando los capturaron aún tenían parte del comiso que su madre, en medio de llantos y bendiciones, les
envolvió en una jíquera para que no aguantaran hambre por el camino. Los
muchachos habían salido confiados como si fueran a una cacería de guaguas o de guatines,
ignorando que la gente de Marulanda no cerraba los ojos y se mantenía al acecho
por quiebras y hondonadas.
Los Álvarez esquivaron el camino real y por una trocha se acercaron a Salamina donde fueron sorprendidos por una avanzada conservadora. Cosme Marulanda no perdonaba a mentirosos, ni a los desertores ni a los espías. Eso lo sabían los Álvarez. Por eso cuando cayeron en manos de los católicos supieron que les habia llegado la hora, que sus vidas no valían un pucho y que la alternativa no era otra que encomendarse a Dios y esperar los plomazos.
Los Álvarez esquivaron el camino real y por una trocha se acercaron a Salamina donde fueron sorprendidos por una avanzada conservadora. Cosme Marulanda no perdonaba a mentirosos, ni a los desertores ni a los espías. Eso lo sabían los Álvarez. Por eso cuando cayeron en manos de los católicos supieron que les habia llegado la hora, que sus vidas no valían un pucho y que la alternativa no era otra que encomendarse a Dios y esperar los plomazos.
Al principio los Álvarez intentaron pasar por labriegos que estaban buscando unas novillas extraviadas , pero alguien los identificó como los hijos
de Don Ramón, ese ateo y ‘comecuras’ que le hacía juego a los caucanos y a los
radicales. Ante esas circunstancias los condenaron a muerte sin oir descargos sindicándoles de auxiliadores de los nefandos enemigos de los buenos.
Mi amigo Hernán Martínez ignora la fecha de los acontecimientos; según cálculos del abuelo Alejandro sería por el mes de marzo de 1879; yo me atrevo a suponer que sería entre el 19 y 20 de ese mes, cuando liberales y conservadores se alistaban
para el encuentro que anegó en sangre la plaza de Salamina.
El
fusilamiento de los Álvarez seguramente se iba a ejecutar en un amanecer nublado, pues una alborada con sol no rima con semejante espectáculo. Los pájaros no cantaban y los colibries presintiendo el espectáculo se mantuvieron ocultos entre las ramas; los hermanos no clamaron clemencia, ni solicitaron el acompañamiento de un
sacerdote, pues como radicales y machos no temían a la muerte.
Como
es costumbre, el jefe del pelotón les concedió un último deseo: quizás una
carta dirigida a Ña Domitila o una misiva a la mujer amada. Juan solicitó un trago doble de aguardiente y Miguel Ángel el resto del fiambre que llevaban en la jíquera, que como caso
raro los captores no habían confiscado.
Miguel Ángel partió el fiambre con su hermano y lentamente desenvolvieron las estacas de maíz, los trozos de panela y unos
pedazos de queso y empezaron a comer con lentitud, muy despacio, sin afán, como
disfrutando los últimos minutos de sus vidas.
Cosme
observaba a corta distancia.; miró el escapulario en el pecho de los muchachos que pese que los consideraban ateos creían en la Virgen del Carmen y en Jesús Crucificado. Cosme detalló a los presuntos enemigos y solo
vio unos mozalbetes vigorosos y plenos de sueños como sus hijos, como los hijos de los campesinos
que le ayudaron a tumbar monte y a fundar la aldea de El
Cedral.
¡Yo
no soy capaz de matar a estos berracos!. dijo muy quedo.
Eso
de matar a sangre fría es cosa de los liberales- Le remachó su conciencia
.
.
Entonces Cosme Marulanda se acerco al pelotón de fusilamiento y ordenó que liberaran a los dos jóvenes labriegos..
Agradezcan que me cogieron de buen genio y confesado- dijo Caosme - Lárguense antes de que me arrepienta- gritó a los prisioneros- y que no los vuelva a coger espiando o ayudando a los rojos porque ahí sí los ahorco y los fusilo ..
Agradezcan que me cogieron de buen genio y confesado- dijo Caosme - Lárguense antes de que me arrepienta- gritó a los prisioneros- y que no los vuelva a coger espiando o ayudando a los rojos porque ahí sí los ahorco y los fusilo ..
Los Álvarez se internaron en el monte y no pararon hasta llegar a su casa, donde Don Ramón y Ña Domitila los daban por muertos.
Contaba
Don Agustín Martínez que de todas maneras a los Álvarez los
perjudicó Don Cosme Marulanda, pues desde ese entonces todos ellos, incluyendo
a Ña Domitila, se volltiaron, dejaron de ser liberales y se volvieron godos y camanduleros como señal de aprecio y reconocimiento al general Cosme Marulanda, que en esa mañana neblinosa había dejado vivir a los muchachos.
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