Alfredo Cardona Tobón *
En las mañanas soleadas, cuando
la bruma despeja el horizonte de la sabana,
desde los cerros de Bogotá se ven
las cumbres nevadas del Ruiz y del Tolima.; hacia esas cumbres nevadas y tras
las leyendas de Arvi salió el capitán
Baltasar Maldonado, un día de 1540, con tropa ansiosa de oro y aventura, perros
de presa, caballos y numerosos indios cargueros.
La expedición marchó sin
tropiezos desde Bogotá hasta el río Guarinó. Pero al adentrarse en los dominios
pantágoras, hombres desnudos pintados de rojo y negro, con la cabeza achatada
por tablillas laterales empezaron a acosarles de día y de noche, emboscados y
guarecidos entre la selva.
El calor es sofocante. Las
gruesas almohadillas de algodón no logran proteger totalmente a los españoles
de los dardos emponzoñados que traen una muerte lenta y dolorosa. Los arcabuces
son inútiles, solamente los perros contienen las sombras que aparecen y
desaparecen entre el follaje; los veteranos castellanos y los aguerridos
asturianos han de cambiar las tácticas que utilizaron contra moros y turcos
ante el acoso soterrado de los americanos.
Maldonado localiza un poblado
indígena. Con sesenta hombres se adentra en el rancherío. Desde bohíos y
palenques fortificados recibe una andanada de flechas, caen diez españoles y la
tropa se repliega fuera del caserío. Los europeos construyen un carro almenado
y avanzan protegidos por la estructura hasta las fortificaciones nativas. Los
defensores enlazan el carro, lo derriban y acribillan a la partida que lo está
empujando.
Baltasar Maldonado cambia la ruta
y se pone a salvo de los ataques de las tribus amaníes y zamanáes que poblaron
los vastos territorios orientales de los actuales departamentos de Caldas y Antioquia.
EL HOLACAUSTO DE INGRIMA.
En un sitio cercano a la moderna
población de Pensilvania había una fuente
adonde se acercaban los indígenas
a recoger agua salobre para condimentar sus alimentos.
En 1551 se oyeron sonidos
extraños en las cercanías de la fuente. Unos muchachos se internaron en la
espesura para averiguar que ocurría y a
poco cruzaron despavoridos, rumbo al caserío vecino, perseguidos por
alanos feroces. Detrás de los perros llegaron los españoles, que de dos en dos
entraron al pueblo pantágora con claras intenciones de saquear y hacer
prisioneros.
Los indios se parapetaron en sus bohíos y la alharaca y los gritos
fueron en aumento. Así estuvieron como media hora. Los unos sin animarse a
forzar los ranchos y los otros sin ánimo de repelerlos. De pronto una flecha
atravesó la cabeza de un español. Los españoles reaccionaron e incendiaron los
ranchos indígenas para obligarlos a salir.
Los nativos no salieron.
Prefirieron morir achicharrados o ahorcados en las lumbreras de los bohíos; fue
un espectáculo aterrador; se oían los llantos de los niños entre el crepitar de
las llamas, los ayes lastimeros de las madres con sus bebés de brazos, los
gritos de agonía de todo un pueblo que
perecía en las llamas.
GUERRA A MUERTE.
La Real Audiencia de Santa Fe de
Bogotá encomendó al capitán Asencio de Salinas la tarea de someter a los
pantágoras, con ese objeto Salinas fundó la villa de Vitoria en territorio de
los Zamanaes y designó lugartenientes, a cuál más cruel y violento, para que “
pacificaran” las tribus rebeldes.
Los pantágoras sembraron de
puyas, estacas y trampas los senderos y caminos de su territorio, emboscaron al
enemigo y atacaron con dardos envenenados, los españoles utilizaron perros
carniceros para localizar y destrozar a los indígenas como si se tratara de
fieras salvajes.
Al fin Asencio de Salinas prometió perdón y amistad , pero era mentira, pues a
quienes se sometieron los capturaron y los sacrificaron en medio de los peores
tormentos, los pocos pantágoras sobrevivientes fueron a parar a las minas de
oro de Vitoria y murieron en los socavones.
LA HISTORIA SE REPITE
Las atrocidades de Francisco
Núñez Pedraza y su tropa, las de Jorge Robledo y sus lugartenientes con los
carrapas y armados se han repetido continuamente en nuestra región, en la
guerra de los Mil Días las tropas de Pompilio Gutiérrez arrasaron el caserío de
Piedras en los llanos del Tolima; a
fines de 1949 los policías chulavitas al servicio del gobierno de Mariano
Ospina Pérez incendiaron el corregimiento de Ceilán en el Valle del Cauca y asesinaron
centenares de campesinos; y por esa época los seguidores de Gilberto Alzate
Avendaño, epónimo y celebrado “Prohombre” manizaleño, arrasaron el
corregimiento de Arauca en el departamento de Caldas, sin que los jefes
conservadores repudiaran tal vileza ni los dirigentes liberales tuvieran el
valor de acusar a los asesinos.
No se quedan atrás los bandidos liberales y conservadores, los
asesinos de la FARC, del ELN y otros grupos irregulares que
han revivido las dosis de salvajismo de
siglos pasados,
Lo de los pantágoras es apenas
una muestra del encono vil de una parte tarada de nuestra sociedad cuyos genes
europeos y americanos se han empeñado en mostrar a la humanidad que vivimos
entre hienas.
Sabes donde puedo conseguir dibujos o imagenes de los simbolos de los pantagoras?
ResponderEliminar¡Qué maravilloso texto!
ResponderEliminarla violencia de colonizadores arrasaron con las mejores perlas de estas tierras
ResponderEliminarEste texto de los pantagoras si es una vergüenza
ResponderEliminarcompletamente de acuerdo jajaja
Eliminar2 más 2 es 3 porque el dinosaurio de la esquina no tiene paracaídas.
ResponderEliminarQueda resaltar que los pantágoras no solo habitaron el oriente de caldas si no también el oriente de antioquia y que se desplazaban por el río samana norte, río samana su, río la miel y fue donde les empezaron a llamar por sus recorridos los zamanaes
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