Alfredo Cardona Tobón.
Asesinaron a Luis
Carlos Galán y Colombia se cubrió de
desaliento y de pañuelos blancos; sacrificaron a Bernardo Jaramillo y a Alvaro
Gómez y el país sintió que se
agotaba la esperanza. Cuando mataron a Gaitán, hace 52 años, el pueblo se
encegueció y en un arranque caótico se estrelló contra un sistema que nos sigue
conduciendo por caminos de corrupción y de injusticia.
En todos sus tiempos Colombia ha sido una nación violenta A las guerras continuas del siglo diecinueve
siguió esa carnicería inexplicable que se agigantó con saña a partir de
1947.
El 22 de octubre de 1947 en “La Patria” de Manizales un
columnista escribió : “... las
esperanzas del conservatismo pueden fracasar por el empleo de la violencia. Un
grupo insignificante por el número pero terrible por su sectarismo, ha decidido
hacerle sentir al liberalismo que en esta tierra se puede gozar del cielo y
sentir el castigo del infierno..”. Eran horas de angustia, más terribles, aún,
que las que estamos viviendo.
Ante la ola de sangre que envolvía a Colombia , Jorge Eliécer Gaitán se
pronunció contra los violentos. En la Marcha del Silencio del 7 de febrero de
1948 una multitud sin palabras acompañó al caudillo hasta las gradas del Capitolio,
la voz de Gaitán fue la voz del liberalismo que se alzaba para decirle a Ospina
Pérez : “Señor Presidente no os
reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra Patria
no siga por los caminos que avergüenzan ante propios y extraños. Os pedimos
tesis de piedad y civilización. Os pedimos que cese la persecución de las
autoridades. Impedid Sr. Presidente la
violencia. Sólo os pedimos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo”.
Mientras Gaitán alzaba su voz para invocar el derecho a la vida de
miles de compatriotas, desde los balcones de la gobernación de Caldas unos asesinos anónimos dispararon contra la
multitud manizaleña que marchaba en silencio orando por la paz y el
derecho a la existencia. La tragedia se
repitió a esas mismas horas en las
calles de Pereira. Ocho humildes ciudadanos quedaron tendidos en la Plaza
Bolívar de Manizales. Su sangre sigue clamando justicia.
En esa época, quizás la más aciaga
de la historia de Caldas, los gobernadores Gerardo Arias y Carlos Arturo
Jaramillo negaron toda participación del gobierno en la ola de terror que
envolvía al Departamento. Muy pocos
dirigentes hablaron de paz en esos
momentos críticos. Se sembraba la venganza por todas partes. Algunos hombres eméritos, que hoy figuran entre los
próceres caldenses, fueron cómplices de la barbarie.
En la prensa, en la Asamblea y
ante el gobierno ,el Doctor Otto Morales Benítez hizo suyo el clamor de las víctimas de esa
violencia. Fue una voz corajuda que no temió a los asesinos Los nombres
de los caídos quedaron
registrados en los anales de los periódicos de la época y en el ‘ yo acuso’ del
senador Don Alejandro Uribe.
Cuando en la tarde del nueve de abril de 1948 la radio anunció el
asesinato de Gaitán, reacciones
encontradas envolvieron al liberalismo. En las zonas conservadoras los
liberales se escondieron llenos de
pánico. En las pocas cabeceras liberales la
gente salió a las calles a
manifestar el dolor por la muerte de su Jefe.
En Santuario el teniente de la policía se asustó con los gritos de los
manifestantes y entregó el cuartel al alcalde Aristóbulo Ibañez. El burgomaestre nombró una Junta y organizó
un cuerpo de policía cívica , que en asocio con algunos agentes que
permanecieron en sus puestos, tomó el control de la localidad y evitó los desmanes. En Balboa se constituyó una
Junta Revolucionaria con Epitacio Cruz
como Jefe civil y Epifanio Hernández como Jefe militar.
Siguiendo las órdenes de las emisoras bogotanas de tomar el poder y organizar juntas
provisionales los liberales de Norcasia se apoderaron del caserío; en el
corregimiento de Arauca los habitantes se sublevaron y desarmaron a los
pocos policías que atendían el puerto y en Pereira Camilo Mejía Duque instaló
una Junta que nombró a Don Jesús Cardona como alcalde.; en Victoria Caldas la
ciudadanía tomó el control de la población y en Armero, un populacho
desenfrenado asesinó al cura párroco.
Sin un líder y preso en su propia violencia la revolución se consumió
en sus llamas, la policía y el ejército con el apoyo de los chulavitas
boyacense retomaron la capital y en el resto del país el ejercito desbarató los
planes revolucionarios. Tras el fracaso
del levantamiento popular en Bogotá y Barrancabermeja llegó la reacción de los gobiernistas; un
piquete de policía de San Diego, Caldas, apoyado por gente del corregimiento de
Florencia atacó a Norcasia y saqueó el pueblo. Un avión del ejército lanzó miles de volantes sobre Santuario del antiguo
Caldas exigiendo la rendición inmediata, el pavor se apoderó de los vecinos que
cubrieron las calles con sábanas
blancas para señalar el sometimiento al
gobierno, no imaginaban los santuareños que un año más tarde tendrían que
abandonar el pueblo para salvar sus vidas.
Vecinos de Belalcázar con algunos policías entraron a Balboa, Caldas, a la medianoche del 11 de abril. Capturaron a
los cabecillas del alzamiento y los molieron a planazos y el 12 de abril el ejército retomó el control del
corregimiento de Arauca. Meses despues los antisociales matriculados en el conservatismo
quemaron el caserío , nunca se sabrá cuántos cadáveres arrastraron las aguas del río Cauca ni
cuántos muertos transportó el ejército
a Manizales cuando en acción tardía desalojó a los victimarios .
La violencia trajo más violencia. La barbarie localizada en unos pocos
focos hasta la mitad del siglo veinte, se extendió por todas partes. A
“Satanás”, el ”Celoso” y demás asesinos
con cintas azules, le siguieron “Chispas”, “Venganza” y otros compinches con
trapo rojo.
Y aquí estamos ahora, en medio de la delincuencia común, la guerrilla, los narcotraficantes y
paramilitares, preguntándonos hasta cuando seremos cómplices por acción o
por omisión de la gran tragedia que envuelve a
la Patria colombiana. Habría que empezar por bajar de sus pedestales a
tantos antisociales disfrazados de próceres y a exigirles cuentas a todos
aquellos que nos traído a la actual encrucijada, incluyendo a los mercaderes
del crimen que aprovechan hasta las telenovelas para lucrarse de la violencia..
Gran recuerdo de Clemencia, hermana de Bernardo Jaramillo Ossa, a quien conocí en Manizales yendo juntos por municipios de Caldas, como los mencionados arriba, y hablando un poco de la situación del país y de su hermano; me llevaba en su jeep para que yo guardara los viáticos de estudiante que me habían dado. Gran recuerdo de Luis Carlos Galán, a quien saludé con un apretón de manos en el Club Millonarios de Bogotá, donde fuí compañero de fútbol de sus hijos;lo recuerdo hablando con mi padre, quien después me dijo que Galán era hincha de Millos y se sabía de memoria la alineación de la época de ElDorado, gustando repetirla con tono de locutor deportivo, justo la época cuando empezó la violencia política del país. Niños ellos en ese entonces, y niño yo cuando los conocí, sin saber la realidad que vendría después y que intentamos comprender y transformar.
ResponderEliminarjotagé gomezó