RAFAEL TASCÓN Y LA ALDEA DEL ROSARIO


Alfredo Cardona Tobón.*



Con gran sigilo un sujeto enruanado se acercó al despacho del Prefecto de Riosucio, prendió la mecha de un taco de dinamita y lo lanzó por la ventana entornada; la explosión destruyó tejas y agrietó las tapias de la oficina. El humo  espeso inundó los corredores, los amanuenses y gendarmes corrieron despavoridos hacia la calle empedrada, mientras el sujeto enruanado  se confundía entre la multitud de curiosos que se agolpaban frente a la edificación semidestruída con la certeza del deceso del Prefecto, que todos imaginaban estaba estrozado entre los escombros.

Pero no fue así. Don Rafael Tascón había salido minutos antes a una diligencia dejando el despacho con las ventanas abiertas y la puerta medio cerrada. Las obligaciones del cargo burlaron las intenciones del matón y corrieron por muchos años más la  cita de don Rafael con la muerte.

LA FUNDACIÓN DEL ROSARIO.

La familia Tascón, de origen bugueño, sobresalió en varias actividades en el norte caucano. Algunos Tascones fueron mineros exitosos, otros negociantes y en el caso de Rafael Tascón  se combinó la política, con la colonización y las actividades culturales y sociales.

En el año 1896 el Sr. Rafael Tascón en compañía de algunos paisas del suroeste empezó a descuajar montaña en las tierras altas de Riosucio, en una zona que se consideraba baldía pero que por derecho pertenecía al Resguardo indígena de La Montaña.

La nueva comunidad creció sin oposición  de los nativos, a quienes poco interesaba esa tierra mala para el cultivo del maíz y sin aluviones auríferos conocidos.

Don Rafael y los antioqueños establecieron potreros, trajeron ganado blanco orejinegro y rebaños de ovejas,  y fundaron una aldea que llamaron El Rosario, donde pronto se oyó el traqueteo de los telares manuales y el ruido rítmico de un molino de trigo.

El Señor Tascón construyó una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario, que decoró lujosamente con la conveniente ornamentación; el 21 de octubre de 1898, día de San Rafael Arcángel, el sacerdote Clímaco Antonio Gallón bendijo la capilla y a los vecinos, que continuaron primero bajo la tutela espiritual del padre Anselmo Estrada y luego del sacerdote Marco Antonio Tobón.

Don Rafael no se contentó con el ganado, las tierras y una amplia casa en el marco del poblado. En la inmensa casona hizo espacio para acomodar los pequeñines de uno y otro sexo, que recibieron esmerada educación con un maestro y una maestra pagados por el generoso fundador.
Como el Rosario estaba situado al lado de las tierras de los chamíes de Arrayanal, el Señor Tascón creó los talleres de San José con el designio de cristianar a los nativos. Y allí estableció, además,  cursos de carpintería, zapatería, herrería y tejidos que los aprendices aprovecharon sin pagar un centavo.

En 1902  Don Rafael completó el proyecto con el Instituto de La Merced, que se encargó de la educación  secundaria  de los pobladores del Rosario.

UN PREFECTO NOTABLE.

En 1906 el gobierno de Caldas nombra a Don Rafael Tascón Prefecto de Riosucio. El funcionario crea de inmediato la Escuela Alejandro Gutiérrez, casi con fondos de su bolsillo, y  se enseña gratuitamente el arte de la zapatería a numerosas mujeres y la confección de sombreros de iraca a 64 jovencitos huérfanos o de familias muy pobres.

Para que pudieran sufragar los gastos el Prefecto les ayudó con 50 pesos mensuales hasta que estuvieran en capacidad de producir elementos de calidad y poder sostenerse. Además de los talleres, Don Rafael impulsó la educación rural y organizó los cuadros de honor en las escuelas para premiar a los mejores alumnos.

EL CANIBALISMO PROVINCIAL

El carácter fuerte de don Rafael, el antiguo cargo de protector de indios y sus actividades políticas en contra de los conservadores históricos le enajenaron la voluntad de algunos dirigentes de Riosucio.

Tras el atentado dinamitero de agosto  de 1908,  Don Rafael decidió radicarse en Ansermaviejo donde empezaron a marchar muy mal sus negocios.

El condiscípulo de Marco Fidel Suárez, el hombre acaudalado que derrochó gran parte de sus recursos apoyando a los riosuceños, murió en Anserma el 5 de marzo de 1926 en la mayor pobreza en una casita que le cedió la Sociedad de San Vicente de Paul. Su viuda pudo sobrevivir el resto de sus años con un pequeño auxilio que le brindó la Sociedad Pedagógica de Anserma.

La aldea del Rosario desapareció víctima del canibalismo político, pues los riosuceños creyeron que los inmigrantes paisas, de filiación liberal, eran un peligro para el conservatismo; y los talleres fracasaron sin un mecenas ni un doliente que los sostuviera.


De Don Rafael Tascón no quedó una cruz  con su nombre en  el cementerio de Anserma, ni un escrito riosuceño que agradeciera su obra

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