EN LA REGIÓN DE LAS ÁNIMAS

 
Alfredo Cardona Tobón*
En una noche aterida y neblinosa, como la describió Tomás Carrasquilla,  la llovizna insistente   empapaba la fila de pinos de los extramuros del pueblo. Sería  la medianoche y el viento arreciaba;  una puerta alumbrada por un bombillo rojo se abrió lentamente y de la casa de  la “Cucaracha” salió Andrés con sombrero aguadeño y arropado hasta el cogote por una gruesa ruana de lana.
Andrés cruzó la acera y empezó a caminar bajo la fila de pinos, de improviso una luz titilante y mortecina salió de la nada y se acercó flotando sobre el empedrado. Aterrado alcanzó a decir- ¡ Ave María Purísima sin pecado concebida¡- y con los pelos de punta y la boca seca, Andrés voló  hasta el cafe de Lelo. No  podía hablar, casi no podía respirar y el corazón se le salìa por los poros. Al fin, con la ayuda de dos aguardientes dobles pudo decir con frases entrecortadas que lo habia asustado un espanto.
DICEN LOS ENTENDIDOS
Entre resoplos y gagueos  Andrés habló de la luz titilante  y de una mujer de ojos saltones envuelta en llamas, con los brazos amarrados con cadenas,  pidiendo en forma lastimera una oración por el descanso de su alma.

-Es el ánima sola- aseguró un viejo caratejo medio borracho, reputatado en el pueblo como experto en brujas  y apariciones.
Recuerden que hoy es dos de noviembre, agregó Don Bonifacio el peluquero. Sin duda es un alma en pena que se escapó del purgatorio para pedir oraciones por su descanso eterno.
- Pobre ánima - dijo el caratejo mientras se tomaba otro aguardiente. Ahí está pagando caro lo que le hizo a Nuestro Señor cuando dio de beber a Dimas y Gestas y le negó un sorbo de agua al pobre Chuchito.
 Sin embargo- terció Silvio el boticario, la generosidad de Dios es tan grande, que nos dio una oración para rebajar la pena a esa pobre alma solitaria.
 ¿Y cuál es?- preguntó Bonifacio intrigado.
Es una plegaria poco conocida  del tiempo de los Templarios, agregó Silvio, pero en vista de las circunstancias la voy a divulgar para que saquen del fuego y dejé de asustar por las calles de Opirama
.
Silvio carraspeó, se senté en el mostrador para que lo vieran todos y con entonado acento empezó a rezar:

! Oh alma, la más sola y desamparada del purgatorio. Yo os acompaño en vuestro dolor, compadeciéndoos de verte gemir y padecer en el abandono de tan dura y estrecha cárcel de llamas y deseo aliviar vuestra aflicción y desamparo ofreciendo todos mis obras meritorias…”
Suso, el embolador  que no creía ni en los rejos de las campanas,  cortó el arrebato místico del boticario; alzó la copa dijo que todas esas cosas eran sandeces inventadas por los curas para recoger plata y   retó al ánima sola y a cuantos espantos, duendes  y aparecidos hubiera para  cortarles  las pelotas y mandarlas derecho al infierno.

El cantinero cerró su negocio  y el pobre Andrés todavía tembloroso le rogó al boticario que lo acompañara a la casa por si acaso. Silvio le recordó que era noviembre, mes de las ánimas y era mejor salir acompañado. Era noviembre y en ese mes podía suceder cualquier cosa.
LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
En las cerradas madrugadas de los noviembres, de piedras emparamadas y techos con olor a pantano, el pavor atormentaba los sueños de los habitantes de la aldea. En las madrugadas un cojo enfunddo en una capa negra hacía sonar una campanilla y con pasos descompensados pedía un padrenuestro por las benditas ánimas, al paso del animero los  grillos enmudecían y los perros buscaban refugio bajo los entablados y los niños muertos de susto metían la cabeza bajo las cobijas mientras en el silencio sepulcral su voz de ultratumba retumbaba por calles y solares
En tiepos pasados noviembre era el mes de los responsos, de las novenas a las  ánimas, de las misas cantadas por  el descanso eterno de los difuntos…Sin embargo ese mes no era el tiempo exclusivo de las ánimas, pues su influjo y su presencia  se notaban durante todo el  año en la vida antioqueña. Se les recordaba a diario en las campanadas que sonaban a las ocho de la noche; con las veladoras que permanentemente se prendían en las iglesias y en los requem y leta´nías para abogar por su suerte..
Según afirmaban, las ánimas eran milagrosas, los galleros, los jugadores de dado y  los negociantes establecían  sociedades  con ellas para impetrar su apoyo. Hasta mi mamá, lo recuerdo bien, en cada cluecada marcab dos huevos para que reventaban con los pollitos más lindos, más emplumados y más sanos. Como a mamá le encantaba criar animales, en mi casa las ánimas tenía  una pingüe renta de pollos gordos y pollas ponedoras que engrosaban las arcas de la parroquia.
LA DEVOCIÓN A LAS ÁNIMAS
La Virgen del Carmen es la intercesora oficial  de las almas del purgatorio. Los viejos padres de la iglesia decían que su castigo era verse privadas de la presencia de Dios;  el imaginario popular, con raíces en la España colonial, las acomodan en un mar de crepitantes  llamas. Ese cuadro de lamentos y de candela, importado del Viejo Mundo, lo vemos en las fondas y casas montañeras: en lo más alto está la Virgen del Carmen con el Niño en brazos y a sus pies las almas achicharradas, con las manos en alto, pidiendo ayuda a la Augusta Señora.
En la región paisa, que parece ser el país de las ánimas circulan todo tipo de almas en pena. Por pueblos y caminos, en el páramo y en la tierra caliente vagan muchas almas en tránsito, que por alguna razón no se han despegado de la tierra para asentarse en el cielo, en el infierno o en el purgatorio. En los caminos solitarios aparece el  sacerdote que busca la cabeza que le cercenó un bandido, en casas en ruinas se siente el avariento que no se despega de sus tesoros…  y en los muladares se oye el llanto del suicida que reclama un lugar en el cementerio…
Definitivamente  nuestra identidad está ligada a las ánimas, ellas son el ají en la literatura costumbrista. Sin ánimas no existiría Tomás Carrasquilla, ni tendrían gusto los relatos de Efe Gómez  o de Rafael Arango Villegas. Las ánimas remacharon nuestra hombría, cuando los imberbes de antaño, para mostrar que merecian los pantalones se aventuraban por los tragadales oscuros para desafiar a los espantos o se internaban en las noches sin luna por los lóbregos camposantos a dialogar con los muertos con una rasca avanzada y una botella de aguardiente de refuerzo.
Hubo caminos plagados de ánimas, por ejemplo entre la Virginia y Balboa el callejón de La Giralda estaba atestado de espantos. Nadie pasaba por allí despues de las seis de la tarde, excepto Pedro Benjumea, un arriero gigantesco  con fuerza para levantar una mula con una mano y que, dicen las malas lenguas, tenía pacto con el Putas.

*alcartob@gmail. com

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