LEYENDAS DE SALAMINA

 

LEYENDAS DE SALAMINA*

Alfedo Cardona Tobón



En un salón de puertas de roble y piso de ladrillo el doctor “Toño” Mejía  guardaba zamarros, aperos, rejos, lazos, códigos y una ruana vieja. Un bombillo atornillado a una viga añosa iluminaba el recinto con olor a eternidad presidido por un cuadro de Bolívar con cara de tísico y un anémico Corazón de Jesús.

Esa oficina   parecía poblada de fantasmas, decían que estaba embrujada, que los personajes  de los escritos de “Toño” recorrían las calles empedradas en las noches de bruma y se aseguraba, además, que el poeta guardaba misterios como una pluma del arcángel  Miguel  y una novena del hermano Maya que el mártir  leía cuando venía de otro mundo a aplacar al  Puto Erizo.

A ese depósito de cosas varias lo  llamábamos  “ La cueva del oso” por la columna con ese nombre que publicaba semanalmente Antonio Mejía en el periódico  LA Patria de Manizales. Pero por más que se le buscara el profano no lograba hacer rimar flores con el tétrico nombre de la “Casa del degüello” con el que se conocía esa bella edificación ubicada en el  marco del parque  de Salamina.

Toño Mejía parecía convivir con la  triste memoria de decenas de reclutas bisoños asesinados por las tropas caucanas en  1885, él decía que estaba tratando de convencerlos que estaban muertos sin posibilidad de gozar el amor ni recorrer los caminos que se perdían en las montañas. }

 Toño afirmaba que estaba muy cerca de enderezar sus caminos, pero había algo más que atormentaba a “Toño”. Era el  fantasma de Francisco Quintana, un guapo que boleteaba a cuanto nuevo inquilino osaba ocupar  el inmueble  clamando venganza y asegurando que era el más valiente de los caballeros, el más audaz de los arrieros, el más versátil de los gariteros, el más garrido de los toreros, el más generoso, el más más verraco de todos y el  mismo putas de Aguadas.

Pero el tiempo pasaba, los árboles se fueron quedando sin flores, los pájaros hicieron nidos con las insignias de los reclutas y uno a uno los espíritus desertaron y buscaron sus tumbas en Liborina y Santa Rosa de Osos en tanto Francisco Quintana se convirtió en sepulturero y fue enterrando a los ilusos que en vez de gloria se cubrieron de olvido.

LAS PIEDRAS VERDES DEL RIO POCITOS

Con el poeta Daniel Echeverri  fueron muchos los recuerdos que nos acercaron en las  reuniones en la cueva del Oso. Unos recuerdos desaparecieron y otros poco a poco se convirtieron en leyendas como el de las piedras verdes del rio Pocitos que movieron a guaqueros y  aventureros a recorrer el rio Pocitos en busca de fabulosos tesoros.

Así contaba la leyenda   doña Hortensia López:

“En 1899 estaba en su furor la guerra de los Mil Días y Salamina estaba desierta  pues sus jóvenes  se habían alistado en el ejército y marchaban tras la gloria, o más bien hacia la muerte,  en los campos sangrientos de la Costa Atlántica,

Mientras el destacamento militar guardaba las zonas pobladas los insurrectos del páramo picaban aquí y allá a las tropas del gobierno conservador y aprovechando las circunstancias  entraron a Salamina a sangre y fuego, desocuparon las tiendas,  robaron las casas y saquearon el banco.

Entre los asaltantes estaba un boyacense de nombre Pedro Lebron, apodado “El Culebrón”  quien al igual que sus compinches echó mano a los billetes y a las alhajas . En la busca de libras esterlinas   topó con una bolsa llenas de piedras verdes y como era de Muzo se dio cuenta que había encontrado un  tesoro.

Con disimulo guardó la bolsa y se retiró del lugar en tanto el cura clamaba al cielo por el robo de las  esmeraldas que iba a utilizar para engastar el cáliz  y los vasos sagrados. Ante la proximidad de la tropa del gobierno las guerrillas se desbandaron por el cañón del rio Pocitos y el Culebrón al verse acorralado arrojó las esmeraldas al agua en medio de truenos y fogonazos.

Contó doña Hortensia López  que el agua se detuvo, el diablo emergió de las profundidades y el bandido aterrado  le dijo al demonio: Te regalo las piedras Satanás.

El Patas trató de agarrar las piedras pero no pudo pues se resbalaban de  sus garras. Nadie pudo recuperar el tesoro, el cáliz, los vasos sagrados se quedaron sin las esmeraldas de engaste y los buscadores de tesoros  siguen buscándolas en las cuevas y remolinos del río Pocitos.

*Historiayregion.blogspot.com

 

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