EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO
Alfredo Cardona Tobón
Como las secuelas de esta tragedia aún se sienten en Cartagena y en Colombia, es conveniente recordar los sucesos de hace 44 años, para conservarlos en la memoria colectiva, pues, seguramente, hay gente interesada en sepultarlos en el olvido .
Ese ocho de diciembre, de 1977, a las nueve y media de la noche una explosión sacudió a Cartagena; nubes letales de amoníaco se esparcieron por el sector de Mamonal amenazando al caserío de Pasacaballos y dejando como saldo la destrucción de la Planta de Úrea de la empresa Abocol , la muerte de 22 operarios y decenas de heridos, uno de ellos ciego por los productos químicos y otros con lesiones de por vida.
Por ese entonces yo era Superintendente de Mecánica de Abocol, con apenas seis meses de antiguedad en la empresa y el convencimiento de haber hecho un mal cambio, al pasar de Cementos Samper en Bogotá a una Compañía manejada por un negrero que trataba a la gente a las patadas.
La tragedia me impactó muchísimo, sobre todo porque la desgracia pudo haberse evitado, pues contra todo criterio sano, el gerente ordenó la reparación de un equipo que estaba desde meses atrás en un patio, sujeto a la intemperie y atacado por la salinidad de la zona.
El gerente decidió reparar el reactor viejo en vez de comprar uno nuevo y para el efecto contrató los servicios de un técnico gringo quien con un soldador de Barranquilla, retiró la cubierta interior de plomo y volvió a recubrirlo con soldadura de ese metal, sin contar con suficientes elementos de seguridad ni el seguimiento de las normas internacionales para ese tipo de reparaciones. El técnico gringo iba de vez en cuando a ver el trabajo, así que la soldadura corría por cuenta y decisión del operario contratado que no reportaba a ningún ingeniero de la planta.
El gerente decidió reparar el reactor viejo en vez de comprar uno nuevo y para el efecto contrató los servicios de un técnico gringo quien con un soldador de Barranquilla, retiró la cubierta interior de plomo y volvió a recubrirlo con soldadura de ese metal, sin contar con suficientes elementos de seguridad ni el seguimiento de las normas internacionales para ese tipo de reparaciones. El técnico gringo iba de vez en cuando a ver el trabajo, así que la soldadura corría por cuenta y decisión del operario contratado que no reportaba a ningún ingeniero de la planta.
Para situarnos en el tiempo y lugar volvamos un poco atrás de esa luctuosa fecha:
Diciembre 1 de 1977
Fue un día soleado como la mayoría del tiempo en Cartagena. Desde la Planta de Fertilizantes Compuestos se veía el muelle donde se descargaba materia prima y se embarcaban abonos. A distancia. se escuchaban las voces de los estibadores y se podía observar al soldador mulato que terminaba, en medio de los mortíferos humos, la reconstrucción de la cubierta de plomo del reactor de urea.
Uno piensa ahora que el departamento de Seguridad de la Empresa debía haber suspendido esa labor riesgosa, pero en esos momentos la presión de la gerencia era mucha, pues por falta del segundo reactor de urea se estaban perdiendo centenares de millones de pesos cada día .
Diciembre 3
En el cielo despejado se veía el vuelo rasante de las gaviotas y las zambullidas impecables de los alcatraces. A eso de las diez de la mañana un matorral flotante llegó al muelle con una culebra enroscada en un madero podrido, hubo un gran alboroto de los trabajadores tratando de matar al bicho mientras al lado de la Planta de Urea una grúa levantaba el reactor recién reparado y lo ubicaba cerca del otro reactor de titanio en la planta de urea, que por cierto era la única que operaba en Colombia.
Diciembre 5
Una vez instalado el reactor de plomo y terminadas las instalaciones, a las dos de la tarde se selló la torre y empezaron las pruebas de presión: Primero se inyectó agua lentamente y se alcanzó la presión de prueba de acuerdo con los protocolos … Todo parecía normal, los circuitos respondieron, el equipo estaba listo para empezara a funcionar, salvo por una caída momentánea de presión que se atribuyó a un problema menor en un manómetro.
Diciembre 6
Después de seis meses ininterrumpidos de trabajo, sin festivos ni dominicales libres, visité un cementerio donde reposaban los huesos de familias norteamericanas que perecieron, víctimas del candente trópico. durante la construcción del ferrocarril entre Cartagena y Calamar que funcionó desde 1894 hasta 1951. Continué el recorrido con mi familia y conocimos un sitio extraordinario con pequeños volcanes de lodo situado a poca distancia de Turbaco.
.
Al atardecer estaban terminadas las pruebas en el reactor de plomo; el resto de Abocol funcionaba normalmente, la Planta de Compuestos trabajaba sin tropiezos y todo hacía presentir que se alargaba la hazaña de tres años sin un solo accidente en la Empresa.
.
Al atardecer estaban terminadas las pruebas en el reactor de plomo; el resto de Abocol funcionaba normalmente, la Planta de Compuestos trabajaba sin tropiezos y todo hacía presentir que se alargaba la hazaña de tres años sin un solo accidente en la Empresa.
Diciembre 8
Ese día celebraba mi hija mayor su primera comunión; la acompañé a la catedral y a eso de las diez de la mañana me dirigí a Mamonal a supervisar la puesta en marcha de una caldera y a ver cómo se iniciaba la operación del reactor recién instalado. Todo estaba bien, la producción de urea volvía a los niveles esperados y poco a poco se iba normalizando la situación en la Empresa.
ME SALVÉ DE MILAGRO
Mi intención era esperar el turno de la noche para dar algunas instrucciones al personal de mecánicos, pero mi hija mayor estaba en una finca de Turbana celebrando la primera comunión de una amiguita y como el carro de mi esposa falló, y no pudo conseguir un vehículo pues los choferes de Turbaco estaban de fiesta, tuve la imperiosa necesidad de dejar la planta de Abocol y viajar a recoger a la niña.
A las nueve y cuarto de la noche, cuando me acercaba a Turbana, un ruido sordo retumbó en los montes aledaños, pensé en muchas cosas, menos en una explosión en la Empresa. No había apurado el trago de ron blanco que me ofrecieron cuando me llamaron por el radioteléfono móvil para avisarme de la explosión de la Planta de Urea y la necesidad de bomberos y ambulancias para socorrer a las víctimas.
De inmediato me comuniqué con Termocartagena para que aislaran el circuito y evitar más tragedias con las líneas de alta tensión y llamé a Bomberos, clínicas y Defensa Civil y me dirigí a toda velocidad a la planta de Abocol. con el presentimiento de la explosión de una caldera que había acabado de poner en servicio y que era, por tanto de absoluta responsabilidad mía.
.DESAPARECE LA PLANTA DE ÚREA
¡Hubo una explosión- .Hay muertos y heridos, todo Abocol está ardiendo, esto es un infierno¡
Como un bólido repase el trayecto hasta Mamonal; era tal mi desasosiego que olvidé la falta de un puente al frente a al Planta de Soda al que en días anteriores remplazaron por dos canales metálicos de seis pulgadas. De repente me encontré con el boquete y aceleré , las dos ruedas izquierdas quedaron sobre una canaleta y las derechas en el aire; con el impulso el campero voló y alcance la otra orilla, en ese momento no sentí susto sino rabia, pensé que si me había librado de la explosión era ridículo morir en ese maldito hoyo..
LA ANTESALA DEL INFIERNO
El viento soplaba en dirección a la aldea de Pasacaballos a pocos kilómetros de Abocol; sus habitantes celebraban con un fandango la fiesta de la Virgen. Al escuchar la explosión la música cesó y todos vieron con temor una nube negra que se recortaba con la luz de la luna, pronto sintieron el olor a amoníaco y la asfixia empezó a afectar a los ancianos y a los niños.
La nube mortífera se aproximaba al caserío con toda su estela de destrucción, pero Dios protegió a los vecinos al cambiar el viento que siguió con la carga fatal de amónico hacia mar abierto. En Abocol la visión era dantesca: hierros retorcidos por todos lados ; fumarolas de gases que brillaban con la luz de las linternas y un vaho de desolación, dolor e impotencia.
Con una máscara especial llegué hasta los escombros del cuarto de control, seguí a mi oficina donde estaba incrustada la cabeza del reactor y continué la ronda entre los destrozos . En medio de la oscuridad encontré varios cadáveres que se deshacían como gelatinas cuando quería levantarlos, mis uñas y mis dedos se cubrieron de una sustancia viscosa que posteriormente solo pude retirar con piedra pómez y cuyo olor a muerto se me pegó a la piel por varios días.
TERRIBLE EXPERIENCIA
Contabilizamos 22 muertos y según datos de la Defensa Civil en los hospitales y clínicas de Cartagena se atendieron 24 heridos y 37 personas con síntomas de asfixia, entre ellos varios niños de Pasacaballos
Ningún investigador de las aseguradoras me preguntó sobre el accidente , tampoco tengo noticias de que se hayan publicado los resultados de las investigaciones o establecido las causas del siniestro
Ningún investigador de las aseguradoras me preguntó sobre el accidente , tampoco tengo noticias de que se hayan publicado los resultados de las investigaciones o establecido las causas del siniestro
En mi concepto fue la soldadura de plomo aplicada sobre una superficie oxidada la causante del desastre, pues el carbamato atacó la parte débil y colapsó el equipo, también pudo contribuir la fatiga del metal, pues el cilindro de acero inoxidable sobre el cual se aplicó el plomo llevaba muchos años de operación y un cambio súbito de temperatura pudo desencadenar la falla..
9 de diciembre de 1977
En las horas de la tarde del día siguiente, sepultamos a los 22 compañeros en un cementerio reseco, con flores de plástico y cruces recalentadas por el sol. Añoré el clima fresco de Bogotá y las flores con abejas de sus camposantos, me hastié de la tiranía del gerente Manuel Martínez y di vuelta atrás en mis proyectos.
En mi pasado quedó el mar, las gaviotas jugando con las olas y los alcatraces clavándose entre la espuma. y sobre todo el recuerdo de esa gente noble y laboriosa que podría estar viviendo si en vez de reparar un equipo desgastado, ABOCOL hubiera comprado un reactor moderno.
A pesar de los destrozos y la postración de los sobrevivientes, a los tres días de la hecatombe puse a funcionar la Planta de Abonos Compuestos; los trabajadores y empleados en forma admirable siguieron su vida pese a la pena y la ausencia de los amigos perdidos.
Por esa gente excepcional recuerdo este episodio, que es una muestra más del capitalismo salvaje donde las ganancias priman sobre la vida de las personas. Infortunadamente esta tragedia no ha sido la única en Cartagena; en mayo de 2017 se derrumbó un edificio y perecieron diez obreros: una muestra más del desdén por la vida de los humildes en una ciudad noble en manos de una élite deshumanizada y corrupta.
LISTA DE MUERTOS POR LA EXPLOSIÓN
Alberto Díaz - Alfonso Cantillo- Carlos Barros- Guillermo Rincón- Guillermo Martínez- Gustavo Casasbuenas- Ignacio Babilonia- Ignacio Martínez- José Tinoco- Julio Calazans- Julio Quintana- Luis Magallanes- Luis Ocampo- Luis Simancas- Macario Babilonia- Manuel Gómez- Miguel Reyes- Nelson Babilonia- Nelson Pitalúa- Ramón Chigullo- Sixto Figueroa- Guillermo Florez.
TESTIMONIOS
Por esa gente excepcional recuerdo este episodio, que es una muestra más del capitalismo salvaje donde las ganancias priman sobre la vida de las personas. Infortunadamente esta tragedia no ha sido la única en Cartagena; en mayo de 2017 se derrumbó un edificio y perecieron diez obreros: una muestra más del desdén por la vida de los humildes en una ciudad noble en manos de una élite deshumanizada y corrupta.
LISTA DE MUERTOS POR LA EXPLOSIÓN
Alberto Díaz - Alfonso Cantillo- Carlos Barros- Guillermo Rincón- Guillermo Martínez- Gustavo Casasbuenas- Ignacio Babilonia- Ignacio Martínez- José Tinoco- Julio Calazans- Julio Quintana- Luis Magallanes- Luis Ocampo- Luis Simancas- Macario Babilonia- Manuel Gómez- Miguel Reyes- Nelson Babilonia- Nelson Pitalúa- Ramón Chigullo- Sixto Figueroa- Guillermo Florez.
TESTIMONIOS
Nadya L. Cardona B. ha dejado un nuevo comentario en su entrada "LA EXPLOSIÓN DE LA PLANTA DE ÚREA DE ABOCOL-CARTAGENA..":
"Fui testigo del dolor y todo el proceso que implicó la destrucción de la planta...y sobre todo el sentimiento de todas las familias que llamaron ese mes como "Diciembre negro"...imposible olvidar a mi padre llegando al amanecer deshecho en llanto contando como ayudó a recoger cadáveres...con un "no pude hacer más"...y contando como se tuvo que devolver al quedarse sin oxígeno en su máscara...
Triste fue la imagen que quedó en la niña de ese entonces, viendo como su padre trataba de quitarse sin éxito pedazos de piel adheridos a sus dedos....
Bendito sea el día que por cumplir con su responsabilidad de padre, se salvó de una muerte segura!"
NOTA
Agradezco a los supervivientes el envio de sus impresiones y recuerdos de la tragedia para anexarlos a este artículo. Pueden enviarlos a alcartob@gmail.com o como comentarios del blog.
NOTA
Agradezco a los supervivientes el envio de sus impresiones y recuerdos de la tragedia para anexarlos a este artículo. Pueden enviarlos a alcartob@gmail.com o como comentarios del blog.
Don Alfredo
Cardona, soy Jorge borré.
Mi padre laboraba
esa noche en el cuarto de controles de la planta,
tengo entendido que
la fatiga de metales de un reactor que ya había sido dado en deshuso
fue la causante de
la tragedia, acompañado de la irresponsabilidad industrial por parte de
los directivos de
la misma.
Mi padre Antonio
Borré, fue uno de los sobrevivientes que internamente estaba dentro de la
planta.
Sufrió graves
quemaduras de los pulmones, la vista y estuvo 15 días en coma, todos sus
compañeros
murieron.
Hace 2 años,
falleció a causa de las graves lesiones en su cuerpo, acompañado de un cáncer.
Cordial saludo, Sr.
Alfredo.
Responder
|
Reenviar
|
|
4:49 p. m. (Hace 10 minutos.)
|
|||
|
Posiblemente el
material fatigado junto con una mala soldadura fueron las causas de la
tragedia. Yo me inclino a pensar que fue lo primero.
Fue un milagro que
tu padre sobreviviera. Yo entré a la zona del desastre a los veinte minutos de
la explosión, era un espectáculo dantesco: llamas, carbamato corrosivo, corto
circuitos y destrucción total. Fue horrible. La tragedia pudo ser peor si la nube
de amoníaco hubiera seguido hacia Pasacaballos. Yo era superintendente de
mecánica pero estaba recién entrado a la empresa, estaba en período de
inducción, así que no me di cuenta del grave riesgo de poner en servicio un
equipo viejísimo que estaba casi entre la chatarra. Por otra parte el gerente
era un tal Manuel Martínez, que parecía un dictador y hacía lo que le daba la
gana sin contar con los técnicos.
Lamento lo de tu
papá. Cordial saludo.
Tengo entendido que la linea de ferrocarril cartagena-calamar, construida por los norteamericanos,(algunos de los cuales fallecieron y fueron enterrados en el denominado cementerio ingles) si funcionó, por algunos años...
ResponderEliminarEl ferrocarril funcionó desde 1894 hasta el año de 1951. Ese fue otro de los pecados mortales de quienes los acabaron para dar paso a los camiones y los intereses de los norteamericanos y la familia Barco.
ResponderEliminarLamentable, lo ocurrido en Abocol y triste que a la fecha no se conozca la real causa del siniestro. Conoci al Sr. MANUEL MARTINEZ, y la impresion que me causo, es que era un Sr bastante arogante y sobervio
ResponderEliminarHola, de hecho existe un documento donde se refleja el arbitraje que resultó de la reclamación de Abocol hacia las aseguradoras, las cuales solicitaron a cuenta de ellas un peritaje entre el dueño de la patente del proceso (Mitsui Toatsu Chemicals) y un ajustador de siniestros. Ellos presentarion varios informes. En estos momentos estoy investigando para obtener eso documentos.
EliminarBuenas tardes abra una lista de heridos de ese accidente ? Mi papá trabajo en esa empresa y estuvo en el accidente habrá alguna indemnización? El tiene muchos años en fuera de Colombia y estaba en la lista de los muertos pero un médico se dió cuenta que estaba vivo y lo ayudó el doctor se llama J
ResponderEliminarJulio César Maturana en la clínica cartagena si saben de algo porfavor escribir al correo richardricardo77@hotmail.com mi papá toda su vida sufrió después de ese accidente de problemas en el estomago
ResponderEliminarMi papá fue sobreviviente. Él nos contó que se tiró al suelo donde el amoniaco no llegaba, a ras de piso y herido y ahogándose gateó. Estuvo hospitalizado un tiempo. JORGE RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ era mi padre.
ResponderEliminar