LA CRÓNICA: UN PUENTE ENTRE LA NOTICIA Y LOS HECHOS

La crónica, es el género literario que florece donde la noticia encuentra su eco para expandirla, interpretarla y  vestirla con las galas de  la narrativa. En este escenario, el cronista, un artífice que no se ciñe a las etiquetas de poeta, historiador o escritor, despliega su magia, tomando un poco de cada uno para crear un tapiz único.

ALFREDO CARDONA TOBÓN: UN CRONISTA EN LAS RAÍCES DEL GRAN CALDAS

Sin la arrogancia de trazar nuevas fronteras ni la vanidad de reclamar méritos innecesarios, me aventuro a compartir mi travesía como cronista. Una búsqueda que me ha llevado a escudriñar el pasado del Gran Caldas en fondas, archivos polvorientos y libros vetustos, para así condensar el alma de sus comunidades.

¿Cómo se encendió la chispa de este peregrinaje por los senderos de la crónica?

Corría el año 1953 cuando el colegio La Salle de Pereira organizó una expedición estudiantil al valle de Risaralda, culminando en un certamen literario apadrinado por el hermano Estanislao Luis, una lumbrera de la lengua castellana en Latinoamérica. El desafío era plasmar en una crónica las vivencias del viaje. Y vaya que hubo material: mordeduras de serpientes, insolaciones y una noche aciaga sobre rocas cubiertas de musgo, con el hambre como fiel compañera tras el fatídico vuelco del sancocho, ansiado desde el mediodía.

Yo, un joven de segundo de bachillerato, vi mi crónica elegida por el reverendo Estanislao, superando a mis compañeros de grados superiores. Así, fui investido como cronista de los scouts del colegio, un honor que me permitió dejar mi huella en los anuarios lasallistas.

Los años transcurrieron, y con el título de ingeniero mecánico bajo el brazo, descubrí que la tecnología y las humanidades podían danzar en armonía. Con esa convicción, toqué puertas, y las musas me abrieron paso en periódicos y revistas antioqueñas.

Mi llegada a la Federación de Cafeteros me sumergió en el universo campesino, donde desarrollé programas de poscosecha, me adentré en la ruralidad colombiana y exploré culturas de África, Europa y Latinoamérica. Mi paso por Acerías Paz del Río y Cementos Samper me llevó a compartir la vida de los mineros, a descender a las entrañas de las minas, a conocer la realidad del obrero. En los surcos, los hornos y las turbinas, nacieron más de mil crónicas, relatos que cobraron vida al calor de un tinto o al aroma de un aguardiente amarillo.

La experiencia acumulada encontró su cauce en las aulas universitarias, donde tuve el privilegio de transformarla en textos académicos. La docencia universitaria me brindó la oportunidad de plasmar mis vivencias en libros que son un mosaico de historias, leyendas e inquietudes: "Ruanas y bayonetas", un fresco costumbrista; "Crónicas de Opirama" y "Los caudillos del desastre", testimonios de conflictos sociales, al igual que la novela "El canto del barranquero"; "Quinchía mestizo" y "Carambá, un viaje a la historia de mi pueblo natal; "Indios, curas y maiceros", un homenaje a la cultura ancestral; e "Historia de un poema", un canto al amor escrito a cuatro manos con el poeta Baudilio Montoya en una noche bohemia.

También vieron la luz "El patio de las brujas", una fusión de ficción y realidad; "La princesa maga", cuentos navideños; "La historia rural de Pereira", un recorrido por los corregimientos de la capital risaraldense; y la cruel amargura de la violencia en “Los caudillos del desastre” mientras en el horizonte se adelanta, "Relatos de un país inconcluso" y "Las crónicas del Tigre Jaramillo", donde brujas y aparecidos cobran vida.

Mis crónicas nacen de cuentos, conflictos, mitos y leyendas, y encuentran su espacio en textos, suplementos y revistas. Su propósito: reafirmar la identidad y rescatar el pasado, complementando conversatorios y conferencias con el blog "Historia y región". En ellas, las letras se entrelazan con la palabra, la realidad se funde con la ficción y los recuerdos despiertan los sentimientos. El historiador Eliecer Zapata afirma que mis crónicas son un valioso aporte a la literatura afrocolombiana e indígena en una región mestiza como el Gran Caldas, donde el mestizaje da forma a la rica realidad que nos rodea.

En mis crónicas, busco tocar el corazón del lector, trascendiendo la noticia fría, la ficción y el retrato, para sacudir los sentimientos, una tarea ardua en un medio ensordecido, cegado y enmudecido por siglos de violencia.

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