SAN SEBASTIÁN Y NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA
Alfredo Cardona Tobón*
Iglesia de San Sebastián
Dos templos conjugan la
historia de la zona urbana de Riosucio, Caldas: en la parte alta de la
población se ubica la iglesia de San Sebastián y en la parte baja está la
iglesia de Nuestra Señora de la
Candelaria. En1819 se fusionaron las
comunidades de La Montaña y la de Quiebralomo para conformar la población de Riosucio; sin embargo, la
integración no fue completa, pues cada una de esas comunidades levantó su
templo y su plaza en sectores separados unidos tan solo por una calle
corta que enlazaba las dos plazas.
El historial del Real de
Minas de Quiebralomo y del Resguardo de La Montaña es
extenso y en gran parte gira alrededor de sus templos y de los ministros del
culto. Tal es el caso del padre Cataño y la
mina del Tabernáculo junto con la mina de El Cristo donde se
conjugan la historia con la leyenda.
LA MINA DEL TABERNÁCULO
En 1627 el Oidor Lesmes de
Espinosa y Saravia reunió varias comunidades indígenas en el Resguardo de La
Montaña. Una humilde capilla congregó a
los vecinos hasta que el dos de febrero
de 1744 el Obispo de Popayán Francisco de José Figueroa y Victoria, inauguró la
primera iglesia tras un tortuoso viaje por caminos
escabrosos, atravesando torrentes en
medio de montañas cerradas. Después de quince
años de trabajo, el sacerdote Bernardo Cataño Ponce de León
terminó el templo que entregó a la feligresía con la pompa propia de una catedral; en la inauguración no se escatimó boato ni
magnificencia: una custodia de oro tachonada de esmeraldas y perlas, costeada
por el presbíteros con su propios
recursos albergó al Santísimo, mientras miles de cirios iluminaron el recinto donde
confluyeron el Resguardo pleno y los curas de las doctrinas cercanas. Fue un
esfuerzo magno del padre que en los 54 años de su magisterio en La Montaña no se apartó un minuto de la feligresía.
Asombra el celo y la entrega del padre Cataño al Resguardo de
La Montaña; hubiera podido ocupar altísimas posiciones en la Iglesia Católica
por su distinción y preparación académica. Luego de graduarse en el colegio San
Bartolomé en Bogotá, estudió ciencias eclesiásticas
y derecho canónico; fue doctor en Teología y una vez recibida las órdenes
sacerdotales viajó por Europa. Al regresar a la Nueva Granada, aceptó de buen
grado el curato de La Montaña, al que dedicó
su vida y también su fortuna, pues con sus recursos trajo de Quito la
imagen de Nuestra Señora de la Candelaria. Colaboró en la construcción del
cementerio de la aldea; fue juez y vicario del partido de la Vega de Supía,
comisario general de la Santa Cruzada y visitador de Santiago de Arma y de Anserma
La generosidad del levita fue
imitada por los fieles quienes haciendo eco de la enorme devoción del párroco
por el Santísimo Sacramento, donaron a la Iglesia parroquial una rica mina de
oro conocida después como la “Mina del Tabernáculo” cuyos rendimientos
sirvieron para celebrar con lujo las Fiestas de Corpus Christi. Pero esto no fue
todo, pues los parroquianos además de la
mina establecieron una capellanía
o fondo de 15.500 castellanos de oro para atender el alumbrado del templo y las honras al Santísimo Sacramento.
El padre Bernardo Cataño nació en Medellín en el
año 1690 y murió el 10 de mayo de 1772
en La aldea de La Montaña. El sacerdote heredó una cuantiosa fortuna que al
fallecer dejó a la iglesia y a los pobres de la parroquia; además, estableció
una capellanía de 10.000 castellanos de
oro para que celebraran misas por su
alma y la de sus progenitores. La muerte del señor cura fue un acontecimiento
dolorosísimo para los nativos del
Resguardo de La Montaña, tanto que muchas familia abandonaron el caserío pues
decían que no podían vivir allí sin el pastor de sus almas.
El padre Cataño fue
uno de los pioneros del moderno Riosucio.
Batalló incesantemente por el traslado de la comunidad de La Montaña al sitio de la actual cabecera
municipal, pero fue inútil su esfuerzo ante la oposición del Resguardo de Quiebralomo que reclamaba las
tierras cercanas al cerro Ingrumá. Hubo que esperar varias décadas hasta que
los sacerdotes Bonafont y Bueno pusieron de acuerdo a las dos
comunidades para que se establecieran donde hoy está la cabecera del municipio de
Riosucio.
LA
MINA DE EL CRISTO
Así como la iglesia de La
Montaña se financió con la mina del Tabernáculo, una leyenda citada por Purita Calvo, cuenta que una vez terminado el templo de Quiebralomo
los vecinos quisieron celebrar una suntuosa Semana Santa, pero les faltaba la
imagen de un Cristo, elemento indispensable para las ceremonias religiosas. Al no poder
recaudar los fondos para encargar la imagen, uno de los mineros que tenía ilusiones en una veta, ofreció el primer oro que sacara
para conseguir el Cristo y celebrar la Semana Santa.
“-Si esa es la esperanza-
dijeron los otros mineros- no lo veremos nunca pues esa mina solo produce
gastos.” Pero a la semana siguiente el minero pobre descubrió una veta
riquísima que le permitió cumplir la promesa y adquirir en Quito la bella la imagen del Señor de las
Misericordias que se veneró por décadas en la iglesia de Quiebralomo. La Mina mencionada se llamó la mina de “El Cristo” y como la del Tabernáculo de los
fieles de La Montaña, la mina de “El
Crsito” ayudó a sostener el culto de Semana Santa en la parroquia de San
Sebastián .
LOS
PAREDONES SANGRIENTOS
Las iglesias de San Sebastián
y de la Candelaria no escaparon de la profanación de los violentos que
utilizaron sus paredones como cadalsos para asesinar a los enemigos. En 1841 el tenebroso general Eusebio
Borrero ejecutó a varios prisioneros capturados después del combate en “El Chocho” en un costado del templo de San Sebastián y en la guerra de los
Mil Días, el Jefe Civil y Militar gobiernista de Riosucio asesinó al guerrillero Clemente Castañeda frente al templo de La
Candelaria, pese a la oposición del padre Gallón que estaba seguro, como otros riosuceños, de que
el reo era inocente del homicidio que se
le achacaba. Júbilo y muerte, alegría y dolor han cercado las casas de oración
de los riosuceños que siguen siendo un punto de unión de su comunidad
fragmentada.
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