Alfredo Cardona Tobón*
Mario Elías Gartner Gómez
Al empezar el año 1914 el padre
Juan Herrera Buitrago salió de Ansermaviejo y apurando la mula tomó
el camino polvoriento de Mismís que los llevó hasta el caserío
de San Clemente. Al llegar al alto dio de beber a la bestia y luego
se descolgó hasta la base del cerro Opiramá. En este recorrido el
sacerdote repasó las huellas del científico Juan Bautista
Boussingault y por la tierra de los antiguos tamaracas, o demonios
de los nativos de Anserma, cruzó la quebrada La Maldecida y se
adentró en un destino que solamente Dios conocía.
Con
un peón de estribo como acompañante, el padre Herrera pasó por
Currumbí y Murrapal y siguiendo una trocha llegaron al portalón
de la casa cural situada en la esquina sureste de la plaza de
Quinchía. Al contrario de las fundaciones paisas donde recibían a
sus curas con arcos y con flores, al padre Herrera lo esperaban
solamente unas ancianas adoratrices y el padre Anselmo Estrada, el
viejo cuidandero de almas que durante varios años había atendido
a los ariscos quinchieños.
Juan
Herrera había nacido en junio de 1883 en Santa Rosa de Cabal en
medio de una familia que veía a los liberales como la encarnación
del diablo; con apenas 31 años de edad le faltaba experiencia para
enfrentarse a la extensa parroquia, que para el Obispo Nacianceno
Hoyos era un nido protestante y para los dirigentes manizaleños, un
enclave de caucanos anticlericales. Cuenta Teófilo Cataño en uno de
sus periódicos escritos a mano, que una bandada de pájaros negros
cruzó el firmamento y una racha de viento caliente sopló desde el
cerro Batero al cruzar el padre Herrera el zaguán de la Casa
Cural. No se imaginaba el joven sacerdote que se estaba metiendo
en la boca del lobo, pues sus intenciones más íntimas eran llevar
a los Aricapa y Guarumo, a los Guapacha y Tapasco a los
abrevaderos del conservatismo.
EL
“OBISPO” GARTNER
Mientras
aumentaba la presencia paisa en el municipio, se levantaba una
generación ilustrada en las aulas del colegio San Agustín fundado
por el sacerdote Marco Antonio Tobón Tobón, un antioqueño alejado
del altar a causa de sus tendencias modernistas y liberales.¡Es un
antro de masones! -tronaba el padre Herrera desde el púlpito al
referirse al colegio, mientras anatemizaba a los promotores de la
carretera, que según el levita ponía en riesgo la virtud de las
doncellas quinchieñas..
En
el año 1920, el “Centro Ariel” fue la trinchera contra las
pretensiones partidistas del padre Herrera; allí afilaron su pluma
José Trejos, Emilio García, Diosdado Medina, Luis Eduardo Cataño,
Emilio Osorio de la Cuesta, Rafael Gironza y Mario Elías Gartner
Gómez. Por su parte, Emilio Osorio de la Cuesta editaba el
periódico “Flecha Roja” que fue un botafuego del liberalismo
regional durante el ocaso del régimen nuñista. El padre Herrera no
se cruzó de brazos ante la arremetida liberal y para neutralizar a
“Flecha Roja” apoyó la aparición de “Justicia”, un
periódico dirigido por Francisco Betancur, el sacristán de la
parroquia.
Las
posiciones entre la iglesia y el liberalismo quinchieño acabaron de
radicalizarse el día que el juez Mario Elías Gartner Gómez casó
a Juan de Dios Trejos con la dama María Mercedes Taborda; ese 16 de
diciembre de 1922 fue el primer matrimonio civil en Quinchía y una
afrenta para el padre Herrera quien de inmediato lo demandó ante
las autoridades civiles. Semanas después, el juez Gartner unió por
lo civil a 23 parejas de campesinos protestantes; el padre Herrera
lanzó rayos y centellas sobre el juez Mario Elías a quien llamaba
irónicamente “el Obispo Gartner” por su intromisión en los
asuntos eclesiásticos.
El
conflicto entre el poder civil y el poder eclesiástico en Quinchía
se extendió a los cementerios, pues ante la amenaza de sepultar a
protestantes y lideres liberales en el llamado “muladar” contiguo
al Campo Santo, los disidentes organizaron cementerios en
diferentes veredas del municipio. La tensa situación aflojó con la
visita del Obispo Nacianceno Hoyos a la parroquia.
El
padre Marco Antonio Tobón, antiguo condiscípulo de alto jerarca
puso en pie al campesinado y entre arcos de flores recibió al
obispo; raudales de gente humilde llenaron el camino entre Bonafont y
el casco urbano de Quinchía para rendir tributo al ilustre visitante
y a los centenares de jinetes que lo acompañaron a lo largo del
recorrido.
Al
triunfar el liberalismo en las elecciones de 1930 el gobernador de
Caldas, Emilio Latorre, nombró a a Mario Antonio Montoya como
alcalde de Quinchía y de secretario a Marío Elias Gartner. Montoya
era un ex coronel liberal de la guerra de los Mil Días, de escaso
roce social y pocas luces; por su parte, Gartner era un joven lleno
de inquietudes y ambiciones que ejerció el poder detrás de la
figura de un alcalde en el papel.. A partir de entonces la generación
levantada en las aulas de los colegios establecidos por el padre
Tobón en Santuario y en Quinchía fue la avanzada del liberalismo
en el occidente caldense, donde encontró la oposición de los
sacerdotes Ramírez en Belén, Jesús María Idárraga en Balboa y
el padre Juan Herrera en Quinchía, quienes no se resignaron al
cambio de poder y como sucedió con los “curas guapos” de
Boyacá y los Santanderes crearon graves problemas de orden público
en la región..
PROBLEMAS
DE TODO TIPO
Por
Ordenanza No. 32 del 24 de abril de 1932 el departamento de Caldas
elevó a Quinchía como cabecera del municipio de Nazareth, lo que
deterioró peligrosamente las relaciones de Quinchía con Guática y
San Clemente que quedaron como corregimientos. Por esa época
numerosas familias del antiguo sur de Antioquia se desplazaron hacia
Quinchía: llegaron los Bernal de Filadelfia, los Quebrada de San
Bartolo, los Palacio y los Grajales de Caramanta, los Quintero de
Heliconia, los Uribe de Támesis y también Laura Álvarez, alias
“La Copetona”, que junto con Sixta Tulia López salió de la
población de Andes para instalar el primer burdel en la aldea
del Batero. Las familias de tendencias conservadoras se radicaron en
las veredas de la tierra fría en límites con Anserma y Guática, mientras las liberales se ubicaron en
el resto del territorio estableciendo una situación política que persiste hasta nuestros días.
Los
conflictos entre los Gartner y el clero de la región se extendieron
en todos los campos: a Mario Elías y sus hermanos les negaron el
bautismo hasta que un cura benevolente cristianó a los muchachitos
en presencia de David Cataño y sus guerrilleros; hubo necesidad de
una orden del Nuncio Apostólico para que el párroco uniera en matrimonio católico a Carlos Eugenio Gartner con Evangelina de la Cuesta y ante los desaires de los curas riosuceños, la familia
Gartner se vio obligada a construir su propio cementerio en
cercanías del casco urbano de Riosucio.
Los
encuentros del padre Herrera con el “Obispo Mario Elías”
podrían parecer folclóricos, pero no lo son; pues hacen parte de
una historia que se replicó por Colombia durante más de un siglo,
dando origen a numerosas guerras que desangraron un páís que pese a todo lo acontecido no
ha podido salir del oscurantismo.
Comentarios
Publicar un comentario