Por:
César Valencia Trejos
“Vengo de una
provincia colombiana. Nací en Riosucio de Caldas. Allí me formé. Tengo el sello
de la marca de comunitaria y democrática unanimidad que allí nos congrega. Y no
quiero que nadie me confunda. Mi identidad no está en los papeles civiles que me entrega el Estado para avanzar
por mi patria y por el mundo, sino en el sello de autenticidad de mi gente”
Otto Morales
Benítez
Narrar, precisar, establecer crítica literaria o historiografíar sobre la Obra y Vida del humanista, es quizá replicar lo que un número considerable de escritores, investigadores y estudiosos han esbozado sobre este “Maestro de Maestros”: el que enseña a los que enseñan, como lo enunciara el ex presidente Belisario Betancur, al titular su Conferencia en la Academia de la Lengua, en homenaje al doctor Otto al cumplir 90 años de edad.
El Colegio Máximo de las Academias, en el año 2011 postuló al Maestro Otto al Premio Príncipe de Asturias, en el área de las artes y las letras y su presidente de la Academia de la Lengua, Jaime Posada argumentó: “Su legado es tan extenso que podría ser postulado en varias categorías de este importante galardón, nos pareció la categoría más cercana a su gran aporte”
LA INTELIGENCIA SOBRE OTTO
Multitud de rigurosos estudios se han plasmado sobre el
pensamiento de uno de los más eruditos colombianos. Sobre el particular se han
conocido 20 libros y probablemente en el futuro aparecerán otros. Se distinguió
por ser uno de los ensayistas más fecundos, reveladores y rigurosos sobre los
distintos asuntos de la nacionalidad colombiana.
Enumerar acerca de los logros políticos, académicos, de
sus 138 libros y de 41 sin editar, en la modalidad de ensayo, los prólogos a
cientos de libros de escritores, de las cátedras, premios y becas que llevan su
nombre; de los homenajes que en el Continente Indoamericano- como él subrayaba
a América Latina- y los que en la nación, en diversas regiones le tributaron,
es un prolongado compendio.
Se aproximaron más de dos centenares de escritores y
periodistas para comentar su Obra, citemos ligeramente los títulos y autores de
algunos libros editados por estudiosos:
Fernando Ayala Poveda: Otto
Morales Benítez: la palabra indoamericana; el historiador y crítico panameño
Carlos Alberto Mendoza, publicó dos libros: Trayectoria evolutiva del
liberalismo y posición de Otto Morales Benítez y el estudio: El Mestizaje e
Indoamérica: el mensaje de Otto Morales Benítez. El profesor mexicano Leopoldo
Zea, dedicó su libro: América como Autodescubrimiento”, entre otros, al doctor
Otto; el caldense Javier Ocampo López,
autor de más de un centenar de libros, escribió su obra: Otto Morales Benítez:
sus ideas y la crisis nacional y dedicó al doctor Otto su libro: Historia de la
cultura hispanoamericana siglo XX.
El lingüista Óscar
Piedrahita González publica: Tesis de Otto Morales Benítez: memorias del
mestizaje, un libro esencial en el Continente; el profesor universitario
Ricardo Sánchez Ángel divulgó: El demonio del ensayo en la obra de Otto Morales
Benítez; Luis Carlos Adames dio a la publicidad el tratado: Otto: el periodista
que negoció la paz; el historiador nacido en Apía, Risaralda, Albeiro Valencia
Llano publica: Otto Morales Benítez: de la región a la nación y al continente.
Asimismo, Vicente Landínez Castro, oriundo de Villa de
Leiva, nos sorprendió con su libro: Miradas y aproximaciones a la obra múltiple
de Otto Morales Benítez. Por su parte el historiador, ensayista y político
santandereano Antonio Cacua Prada, anunció 10 libros inéditos sobre las
reflexiones del doctor Otto.
En ensayos y artículos en prensa y revistas
especializadas el compendio es enorme, Carlos Arboleda González, oriundo de
Risaralda-Caldas, escribió: La majestad de la palabra en la obra de Otto
Morales Benítez, texto que hace parte de la Colección Cátedra Otto Morales
Benítez, bajo el título Humanismo ejercicio dinámico del pensamiento que
promueve la Fundación Universitaria del Área Andina con sede en Pereira.
Guionista de la cultura caldense, es otro ensayo dedicado
al fogoso orador Otto, publicado por el supieño Jorge Eliecer Zapata, en donde
subraya “la preocupación por los asuntos regionales y nacionales y su asomo a
toda Latinoámerica como una unidad comunitaria que debe unir sus fuerzas para
salvar la identidad”.
En Bogotá, desde agosto de 2001, sus dos hijos Olympo y
Adela, fundaron el Centro para el estudio de la Obra de Otto Morales Benítez,
en una antigua casona del barrio La Soledad, con el fin, como lo expresó la
Antropóloga Adela Morales de Look: “Mi hermano Olympo y yo hemos decidido
establecer este Centro, con el afán de interpretar lo que muchas personas han
venido manifestando de diversas formas, acerca de la necesidad de estudiar una
obra tan prolífica y que aporta muchos planteamientos importantes para el
conocimiento y entendimiento de nuestra realidad nacional, social, económica y
política”. Es decir, allí tenemos el almendro de la investigación sobre la Obra
y Vida del doctor Otto. Valdría la pena replicar esta enseñanza, con un
proyecto que avivemos las gentes de Riosucio, liderado por sus administraciones
y dirigentes, alrededor de la casa donde nació el doctor Otto, cuya
fachada fuera remodelada por el ingeniero y arquitecto belga Agustín
Gooavaerts, reconocido en Medellín por sus edificaciones arquitectónicas. A
propósito, hemos abandonado varias construcciones donde deberíamos disfrutar de
museos y revelar el valor que encierran nacionalmente los riosuceños entre otros,
en un recuento incompleto, además, del doctor Otto, Danilo Cruz Vélez, Enrique
Alejandro Becerra Franco, Julián Cock Bayer, Silvio Fernando Trejos Bueno,
Jorge Gärtner de la Cuesta, Rómulo Cuesta, Octaviano Vanegas, Ariel Escobar
Llanos, Helbecio Palomino Salas, los artistas Buenaventura y Ángel María
Palomino, Manuel Antonio Cataño, los periodistas y militares hermanos Díaz
Morkum, los vates Andrés Mercado Vallejo, José Trejos, Enrique Palomino Pacheco
y Carlos Héctor Trejos Reyes, los compositores de música popular Antonio Posada
Correa e Israel Motato y tantos que nos han dado presencia y nos han
enaltecido.
El empresario manizaleño Eduardo Arango Restrepo, le dijo
en un acto académico en Manizales: “Otto, deja de publicar, a ver si te
alcanzamos tus lectores” y como siempre, el auditorio se llenó de la sin igual
carcajada, que acabó con la solemnidad de un acto de trascendencia regional que
allí se llevaba a cabo. Esto para ratificar que detenernos en sus realizaciones
es extenso.
DEVOCIÓN POR RIOSUCIO Y SUS COTERRÁNEOS
Vicente Pérez Silva escribió en la introducción del
libro: Iconografía y fragmentos de prosas de Otto Morales Benítez publicado por
la Fundación Universidad Central, en el año de 1995: “Hijo de su provincia a la
que ama entrañablemente, no concibe la vida sino en función de la tierra de su
origen. Una vida ajustada a los sueños de su infancia y a los preceptos que
dimanan del Ingrumá: el cerro centinela
de una hermandad progresista y
solidaria. Las facetas míticas y las picardías del Diablo de Riosucio, también
poblaron su temprana imaginación de mágicos resplandores”.
Repetidamente lo acompañó su indeclinable querencia por
su terruño, podríamos afirmar que no había intervención o publicación que no
referenciara a Riosucio, se sentía orgulloso que lo identificaran con todos
nosotros y nuestras expresiones culturales y mentales. En charlas informales
con los más importantes personajes de la vida nacional o departamental o con
seres elementales, siempre exaltaba a Riosucio y relataba con admirable gracia
episodios y anécdotas de célebres mujeres y hombres de esta comarca. Así mismo,
quienes han iniciado el análisis de su obra, coinciden en resaltar su espíritu
de “provinciano cosmopolita”.
En su tratado Raíces Humanas nos trae una manifiesta
síntesis de su origen: “Del minero heredamos un cierto júbilo permanente. Del
labrador tomamos una vocación por las acciones colectivas, por los aspectos de
la comunidad. Y ese espíritu cívico, que se enciende cuando se trata de
declarar nuestro amor a Riosucio. Y de esta amalgama, y de la desconfianza
primigenia y recíproca, nos queda el palique buido, la maliciosa interpretación
de los hechos que conduce a un apunte sagaz, que concluye en una sonrisa que
ilumina la picardía de la conversación. Del brillo y abundancia de las fiestas,
nos ha llegado la pasión por la música y el diálogo que es proverbial en todo
hijo de este sitio. Todavía hay tragos regionales, como el “guarapo”, que
nosotros levantamos como símbolo de lo
que nos ha dejado una raza de labradores. Su nombre congrega en pasión jubilosa
a todo aquel que allí nació, a aquel que de paso por haber vivido con nosotros,
supo gustar de los dones y zumos de nuestra bebida regional….”. Y en otro
aparte de este texto, señaló: “Todos nos sentimos atados entrañablemente, por
un vigor hondo, que nace de una identidad en nuestro destino. Riosucio adquiere
una dimensión propia, en la cual se manifiesta el sentido colectivo que preside
cada uno de sus hechos”.
En el libro de Diálogos, resultado de una extensa
entrevista publicada en 270 páginas: Interrogantes sobre la identidad cultural
colombiana, el antioqueño Augusto Escobar Mesa, en una de sus respuestas él
doctor Otto recuerda en varias oportunidades a sus coterráneos: “Mi generación
del colegio tenía unos rasgos comunes con nuestra identidad riosuceña que nos
permite identificarnos fácilmente. Manejaba una inteligencia chispeante,
alegre, con cierta tendencia a la burla, pero sin quejumbres matreras, eran
gentes con aptitud para la especulación mental
para enfrentar los teoremas y los silogismos, para reclinarse sobre el
microscopio o mirar por un teodolito las soluciones que apremia la
civilización…No era la actitud de una generación, era la herencia que habíamos
recogido en los hogares, en la esquina del diálogo, en la socarrona manera de
juzgar el mundo que tiene el riosuceño”.
Y más adelante agrega:
“También cuentan los que vinieron de fuera a nutrir nuestra comunidad con sus
conocimientos, con su trabajo con sus experiencias de toda índole. Cuando
nacimos como Municipio, los sabios franceses Boussingault y Roulin estuvieron aquí
y dejaron enseñanzas, ejemplos. A ellos se les recibió con esplendor porque el
oro permitía lujos y derroches en los vinos y en los manjares. Y así ocurrió
con todo viajero que por aquí transitó.
Ellos trajeron, entonces, voces de otros mundos, mensajes de nuevas
experiencias y, especialmente, los escritores, los poetas, los expertos en
finanzas u hombres que llegaban a compartir la guerra o el gobierno; en este
lugar tuvieron su asiento. Fuimos afortunados porque muchos venían doblados de
poetas, ello explica -fuera de la natural predisposición colectiva de mis
paisanos- el gran ímpetu
intelectual que nos golpea y
continúa incitando con sus antenas de brillo y de luz a la juventud de mi
tierra”.
En una lectura en la sesión solemne de la Sociedad Geográfica
de Colombia, en agosto de 1998, que tituló La geografía como factor de
integración, expresó: “Existía una profesora, Purificación Calvo de Vanegas
expertísima en sabidurías pedagógicas…ella designaba a Marta, la más bella,
para representar nuestro calificado Departamento: el Gran Caldas y luego
continuando en la pesquisa de los rostros y cuerpos más armoniosos, aparecían
sus límites: el Tolima que era Marina; el Valle, Nohemí; Antioquia Doloritas.
Éstas iban rodeando a Marta. Así quedaba la lección infalible, la que no se
olvidaría…”.
En otro fragmento de esta leyenda puntualizó: “En nuestro
Colegio de Varones, don Genaro Bueno Cock llegaba a la hora de clase con
pausados y cautelosos desplazamientos. Eran suaves y finas sus maneras de gran
señor. Desplegaba sobre el tablero un mapa de Colombia y principiaba a leer los
versos que mencionaban los milagros de las montañas, ríos, llanos, ciudades y
pueblos remotos. Teníamos que aprenderlos de memoria. Luego, los recitábamos
con ímpetu, señalando dónde comenzaba la Sierra Nevada de Santa Marta y cómo
había unas regiones extensísimas en el Huila y que eran gloria de nuestros
ancestros: San Agustín. Nos hacía entender, entre soneto y elegía, al Chocó con
sus lluvias y relámpagos; la Guajira desértica que vigilaba, desde el Cabo de
la Vela, el destino nacional. Descendíamos por entre versos pareados hasta la
Amazonía, la Orinoquía y el misterio de las selvas de gloriosos follajes”.
Continuando esta indagación de textos, en una lectura en
la clausura de estudios de bachilleres de la Institución Nacional Los
Fundadores, que designó como Mi Colegio de Riosucio: Apuntes para la biografía de una generación de
provincia, una disquisición de elogio al plantel, profesores y a sus
condiscípulos se refirió en los siguientes términos: “Porque este es “mi
Colegio”. De aquí no me dejo despojar. Pasé años esenciales de mi vida –los
mejores de los sueños- entre su recinto. Claro está que en otro sitio, con
muros más pobres, con aulas casi menesterosas, sin espacios para movernos en
las horas de descanso. Desconocíamos los campos de deporte. No había lugares de
esparcimiento para nuestro ímpetu juvenil. Los servicios mínimos de aseo,
apenas se presentían. La luz entraba, por las ventanas modestísimas, llena de
una timidez que no le permitía irrumpir
con su explosión de luminosidad.
El moho, un verde inquietante que invadía rincones y
algunos trechos de los corredores y paredes, nos hacían compañía. Los asientos
eran rudimentarios, muy primitiva su elaboración. Las escalas para ascender al
único piso utilizable, traqueaban con nuestros pasos. Sus tablas se arqueaban
con humildad y daban, con recato, quejidos que denunciaban la proximidad de su
derrumbamiento”.
En Líneas culturales del Gran Caldas un compendio que
exalta y rescata valores humanos e intelectuales de estos departamentos,
declara su afecto por su primigenia tierra: “No puedo pensar la vida sino en
función de la tierra de mi origen. A la cual además, como labriego y ganadero,
he dedicado tantas horas de unción a sus preceptos telúricos. Con la ventaja
que es uno de los privilegios que resguardan mis desplazamientos: ajusté mi
vida a lo que soñé desde la infancia: que fueran evidentes las concordancias
entre lo que pensaba o lo que predicaba o realizaba… El mío es la infancia; lo
que armó y cruzó mi adolescencia…”.
El doctor Otto Morales Benítez inauguró en la Universidad
Autónoma de Manizales, la Cátedra Caldense, un vibrante y excelso reencuentro
con la región, que los dirigentes abandonaron por su avaricia y espíritu
centralista, esta exposición fue publicada por el Banco Central Hipotecario en
1984. Es en este libro cimero un examen riguroso de Caldas, en donde cita en
repetidas ocasiones a otros autores que fundaron el destino de nuestro
Municipio. Allí se puede esclarecer qué dijo Purificación Calvo de Vanegas
acerca de nuestra historia; en este tratado se citan los escritos de los científicos franceses Juan B. Boussingault y
Francisco Deseado Roulin, quienes
vivieron en Riosucio y sus páginas son otra muestra de la importancia que tuvo
nuestra comunidad.
En este trabajo como en otros de sus escritos, recalcó lo
esbozado por el pensador Rafael Uribe Uribe, en el Congreso de 1896, de quien
reclama la creación del Departamento de Caldas y se enorgullece que propusiera
que la capital de nuestro Departamento fuera Pereira, Riosucio o Manizales. Se
regocija procurando supremacía a nuestro pueblo como una población de gran
jerarquía económica, política, social y cultural. Este libro como constante de
su producción literaria, es un emblema de incitación permanente para que
estudiemos lo nuestro con más sentido de pertenencia y de identidad local y
regional como afluentes de la historia nacional. Como constante del doctor Otto
pensando en su tierra de origen, esta Cátedra Caldense es otra muestra
auténtica de su fervor por su patria chica.
Publicó Memorias del Mestizaje en el año de 1984, una
Antología de temas relacionados con nuestro Continente, cuestión en la cual
profundizó y fundó su teoría general del mestizaje. Él afirmó en sus
investigaciones que se había nutrido de Riosucio: “Porque allá lo indígena, lo
negro, las colonizaciones, los extranjeros atraídos por la abundancia minera,
se fueron amalgamando y han constituido uno de los núcleos étnicos con más opulencia
en sus expresiones”.
En este libro publicó
Declaración de amor al Diablo del Carnaval, una de las páginas admirables sobre
el Carnaval. Conjuntamente con la Colonia de riosuceños residentes en Bogotá y
el Encuentro de la Palabra divulgaron: Facetas míticas del Carnaval de
Riosucio, y posteriormente el autor escribió un discurso donde incluye los
anteriores dos ensayos y agrega uno nuevo: Alabanzas del diablo y su Carnaval
que consta de XII Capítulos en donde analiza y hace referencias universales del
Diablo en las distintas épocas y sociedades. Este ensayo lo dedica a rendir un
Homenaje al artista popular Gonzalo Díaz Ladino, quien ha elaborado 11 efigies
del Diablo, el Viacrucis de la Iglesia de La Candelaria y plasmado cientos de
carteles promoviendo el cine y pinturas de personajes nativos.
Detenerse en la interpretación de lo escrito, es un
ejercicio intelectual que importaría que las nuevas generaciones y los
estudiosos lo afrontaran y procuráramos otorgar mayor altivez a los raizales.
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