Alfredo
Cardona Tobón*
Merardo Largo Trejos, quizás por última vez
en su vida, observó la mole imponente del cerro Batero y con un nudo en la
garganta se acomodó en un vehículo protegido por la policía; era el 23 de enero
de 2001 cuando junto con su familia inició un viaje a lo desconocido dejando atrás
bienes, las azaleas floridas del jardín, los recuerdos, los sueños y las
cenizas de los mayores.
Ahora,
mirando el bosque de abedules en una fría aldea extranjera, Merardo recuerda una mañana de 1970, cuando a los siete
años de edad jugaba con una papayuela
con cuatro palitos a modo de patas y escuchó a su abuela que gritaba: ¡
Carambuche¡- ¡Carambuche¡ a un marranito que le quitaba el alimento a otro más
pequeño. Mucho tiempo después supo que carambuche significa ladrón en una
lengua que agoniza con la etnia umbra de los nativos ansermas.
La
abuela habla muy raro, pensaba Merardo, pues entre el castellano enredado la
ancianita mezclaba palabras como calambimbes
para identificar a los borrachos, bizojka
por mazamorra o kurumoicai por hombre
enamorado.
Merardo Largo Trejos
Al
cumplir los nueve años de edad Merardo Largo inició sus estudios primarios en
la escuela de la vereda; allí alternó con Guapachas. Ladinos y Tapascos, que se
expresaban en castellano, y con otros niños de apellido Siagama, Guasarabe y
Nurcuricuma que le enseñaron a comunicarse en la lengua chamí. Fueron años
escolares muy duros, con remiendos sobre remiendos de la ropa, mal alimentados
y discriminados por los mestizos de Quinchía y Riosucio
Poco
a poco Merardo se fue dando cuenta de que no solo su abuela sino otros ancianos
de Mápura se expresaban en un lenguaje diferente al chamí. Para despejar las dudas
preguntó a su papá, quien para salir del paso dijo que hablaban el lenguaje de
los místeres, pues eran descendientes de los ingleses que llegaron a explotar las
minas de oro de la región
En
1976 Merardo ingresó a la Escuela Hogar Juvenil Campesina de Riosucio, Caldas, donde
conoció a un profesor de Técnicas Agropecuarias oriundo de Estados Unidos,
que apenas balbucía unas palabras de
castellano. Como Merardo había regado el cuento que sabía inglés pues su abuela
era inglesa, el profesor Jimmy le saludó en ese idioma. Como Merardo no le entendió
Jimmy le dijo en mal castellano que hablara en el lenguaje de su abuela:
-“Pachaino indigoram creyendo a bamboruna”-
fue la respuesta de Medardo.
-
¿Quién enseñarte ese inglés?
- Mi
abuela, que es inglesa-
-Ah
carrambas, le dijo Jimmy sonriendo, decir a tu abuela que te engañó, que
devolverte la plata de la enseñanza.
De
regreso a casa, Medardo contó lo sucedido
y el papá, también entre risas,
le confesó que la viejita no era inglesa, que era una mema como todos ellos y
que sus palabras pertenecían a una lengua extraña que él mismo desconocía.
LAS
INVESTIGACIONES
En
1986 el profesor Iván Mosquera del colegio Oficial Mixto de Bonafont asignó a los
alumnos una tarea sobre la historia del corregimiento. Merardo realizó el
trabajo con dos compañeros; tomaron apuntes y con una grabadora entrevistaron a
la señora Florinda Peña, quien por ese entonces tenía 123 años de edad. La
memoria de doña Florinda era prodigiosa: recordaba
detalles de la zona que los nativos conocieron con el nombre de Samoga y se acordaba, igualmente, de Cresencia
Gaspar, la abuela de Merardo, una indígena pirsa descendiente de José Adrián Guapacha, uno de los
compradores del gran lote que los nativos
adquirieron en la época colonial.
Según
afirmaba doña Florinda, en Samoga se expresaban en una lengua que solamente sus
habitantes entendían y por eso los misioneros cristianos la prohibieron para evitar la confabulación de los
parroquianos en actos reñidos con la doctrina católica. La curiosidad de
Merardo fue en aumento y motivado por sus descubrimientos obtuvo una beca para
estudiar en el Perú lenguas autóctonas y la fonética correspondiente en Ecuador.
De
regreso a la vereda, Medardo continuó escudriñando el pasado de su comunidad e
interesándose por los problemas de la gente. En 1993 vecinos de Bonafont y
Mápura solicitaron tierras en el sitio de La Tolda, en una finca adquirida por
el INCORA; pero eran muchos los interesados y poca la tierra para repartir. Así,
pues, para hacer valer sus derechos y hacerse a un pedazo de tierra reconstituyeron
el resguardo Escopetera-Pirsa, que los nativos habían disuelto a mediados del
siglo pasado. Los vecinos establecieron un Cabildo y nombraron a Merardo Largo
como primer gobernador del nuevo resguardo; era el más indicado por su
educación y sobre todo por su compromiso con la gente de ese territorio, que
abarcaba veredas de Riosucio y Quinchía.
LA
LENGUA UMBRA
Pese
a los descubrimientos de Merardo, los antropólogos que adelantaban estudios en
la región continuaban confundiendo el lenguaje umbra con el dialecto de los embera-chamí,
hasta que en los años sesenta del pasado siglo llegó a la zona de Mápura Guillermo
Rendón García, un etnógrafo y músico de la Universidad de Caldas junto con su
esposa Anielka de nacionalidad europea.
Rendón
empezó a trabajar con la lengua umbra mientras Merardo, apoyado por Alfonso
Aricapa, un anciano conocedor de las tradiciones y de la cultura local, continuaba
recogiendo los vestigios de los umbras, encontrando varias familias que en el
sector de Ginebra aún se comunicaban en la lengua ancestral, entre ellas los
Guarumo, con quienes Merardo se asoció para enseñar a los niños el lenguaje de
los umbras.
LA
VIOLENCIA TRUNCA LOS PROYECTOS
Después
de la muerte del Capitán Venganza, un grupo guerrillero se extendió por toda la
región. Como Merardo era un obstáculo para ellos, trataron de asesinarlo en dos
ocasiones. Infortunadamente no todos los compañeros de Merardo tuvieron la
misma suerte y en el proceso
organizativo del Resguardo Escopetera-Pirsa muchos perdieron la vida, víctimas
de fuerzas oscuras que buscan el control de una zona fértil con ricas reservas de mineral
aurífero.
En
la actualidad Yovany Largo, ha tomado la bandera de su hermano Merardo, pero
está solo. No ha sido posible despertar el interés de los círculos
gubernamentales de Caldas y Risaralda ni hacerles entender que la lengua umbra
es uno de los pocos bienes que quedan de nuestro patrimonio ancestral.
Nuestra
ignorancia sobre los umbras y el desinterés por la cultura precolombina ha permitido
que los Embera-Chamies tomen la representatividad de los verdaderos nativos de
la región e impongan en algunas zonas una cultura que nada tiene que ver con
nuestra historia. En consecuencia, se está apoyando a unos recién llegados y se
olvida a quienes por siempre han ocupado este territorio.
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