Jaime Rico Salazar
Luis Carlos Gonzalez nunca se creyó poeta, decía que era un
versificador, porque él nació así con esa rara condición. Tenía encuadrado en
su pensamiento el soneto, la poesía
surgía en él a medida que hablaba, las metáforas le fluían con una facilidad asombrosa sin ningún
esfuerzo literario; por esas razones consideraba que como era tan fácil
hacerlo, no tenía tanta importancia y
como hizo de la modestia y de la sencillez una oración, su vida siempre fue
elemental, sin complicaciones.
Luis Carlos González nació en Pereira el 26 de septiembre de
1908 en el hogar de don Florentino González Mejía y doña Ana Francisca Mejía
Jaramillo. Las calles pereiranas lo vieron recorrer su infancia y en el colegio
Deogracias Cardona cursó los años de primaria.
En uno de sus versos anotaba:
“ Aprendí a contar ladrillos con María Rosa Tejada. Edelmira
Ormaza nada pudo enseñarme de canto y don Deogracias Cardona, en tanto, me hizo aprender, hasta el fin, los versos de Marroquín y el bochinche de
Lepanto”.
Condiscípulo de Carlos Lleras Restrepo en Bogotá, no fue un
alumno brillante, según su modesto decir y le fastidiaba estudiar los clásicos
de la literatura. Sus condiciones innatas para versificar no tuvieron por lo
tanto, escuela o asimilaron influencias literarias de ningún poeta.
En el exámen final de la clase de literatura, me contaba, se
sintió perdido cuando leyó el
cuestionario y se dio cuenta que nunca
pasaría la materia con lo que tenía en
su memoria para contestarlo. Se le ocurrió entonces una idea brillante: propuso
al profesor le cambiara el test y que a cambio le escribiría un poema, con el
tema que le propusiera y la extensión que quisiera. El profesor le aceptó la propuesta y por esa
circunstancia pudo aprobar la materia.
Al morir trágicamente su padre, Luis Carlos regresó a
Pereira en 1924 a hacerse cargo de la
administración de los bienes que dejó su
progenitor. Además trabajó como tipógrafo, topógrafo, operador de cine, cajero
de banco, empleado de la alcaldía, radiodifusor y gerente de las empresas
públicas de Pereira. A pesar de contar
con el servicio de un automóvil, acorde
a esta última posición, nunca lo quiso utilizar para su beneficio personal y
recurría al bus que lo llevaba y traía de su casa a la oficina, como cualquier
empleado.
En Pereira formó su hogar con doña Carola Villegas Villegas
de Abejorral y vieron crecer tres hijos excelentes: Marta, Fernando y Eduardo.
Sus momentos de esparcimiento los vivió
en el cafetín El Páramo y en El Sesteadero y porque no decirlo, también,
en el barrio cantinero de La Cumbre, sitio de bohemios y prostitutas, que
estaba en la salida de Pereira a Dosquebradas.
Sus primeros poemas fueron publicados en el semanario Sábado que dirigía Plinio Mendoza
Neira, sin que llegaran a tener mayores comentarios. Luego reunió muchos de sus
versos en un librito que tituló
“Sibaté”, población de Cundinamarca en donde reunían en hospitales- cárceles a
las personas que perdían la razón. Por supuesto que andan muchos sueltos.
En su introducción anotaba que:
“Dilectísima lector
Sibaté solo se edita
Porque el autor necesita
Convertirse en comprador .
Obligan pues su edición,
Lo confieso sin ambages
a carencia de dos trajes
y un roto en el pantalón”
Y decía que
efectivamente el librito le había dado el dinero que necesitaba para comprar
los dos trajes y remendar el pantalón. Posteriormente reunió más versos y
publico “El asilo de versos”. En 1983 el Banco de la República le editó la obra
“Poemas de Luis Carlos González” que me obsequió en entrevista que le hice tres meses antes de
fallecer y dedicó con estas palabras: A Jaime Rico Salazar.
Comenzaba la década
de los años 40´s cuando LCG tuvo la iniciativa de musicalizar uno de sus
poemas y le pidió a su amigo cantante Luis Figueroa que hiciera un bambuco con
los veros de “Vecinita”, pero éste se sintió incapaz de aceptar el reto. Recurrió al maestro Agustín Payán Arboleda , pianista
de la orquesta del maestro Payán y no se sintió capaz de hacerlo, entonces no
tuvo más alternativa que insistirle al
“Cojo” Figueroa que al final de cuentas era quien lo había retado a escribir la
letra para un bambuco. Ocho días después compuso la música… Entusiasmado con la canción decidieron que el Cojo Figueroa la cantara en
un programa de radio, pero no hubo ninguna respuesta del público oyente,
ensayaron a cantarla en dos voces, con
un voz femenina y tampoco pasó nada especial. Desilusionados se fuero para La
Cumbre en donde lo único que hicieron cantar a Figueroa fue “La negra noche” y
“El pañuelito”, las canciones de moda en esos días. También cantó “Vecinita”,
pero a nadie le interesó.
Decepcionados se fueron para “El Sesteadero” en donde
encontraron un grupo de amigos que al oir el bambuco se emocionaron en tal forma que hasta fueron
a cantarla esa misma noche en una serenata. Despues vinieron “Callecita
morena”,” Recuerdos”, “Besito de fuego”, “Antioqueñita” y “Paisaje”, que
conocidas como poemas fueron acompañadas con la sentida y hermosa música que
les puso Figueroa y que se han mantenido vivas en el recuerdo de nuestras
mejores canciones.
En 1942,dos empresas antioqueñas, Rosellón e Indulana
promovieron en Medellín un concurso de canciones colombianas. Luis Carlos
González acompañó a Enrique Figueroa y a
Enrique Villegas ( Los Heraldos de Caldas). El primer puesto se lo dieron al bambuco “A la orilla del ríos” del maestro
Carlos Vieco, interpretado por Obdulio y Julián, por supuesto que influyó el
sentido localista, aunque no se puede negar que también es muy bella la canción
de Vieco. En otro concurso radial presentaron el bambuco “Nochebuena”, con tan
mala suerte que tuvieron que competir con una composición presentada por el
director de la orquesta y animador del programa, a quienes les adjudicaron el
concurso.
Con el pasar de los años las canciones de LCG, muchas con
música de Figueroa, fueron pegando en el gusto musical colombiano. Con ellas se
enriqueció nuestro cancionero y nuestra poesía con hermosas letras muchas de
ellas musicalizadas por diferentes compositores, pero a Luis Carlos no le
gustaba la publicidad, detestaba los homenajes porque según él no se los
merecía y además alguna vez dijo que “toda gloria es un anticipo funerario”.
Sin embargo fue condecorado con La Estrella de Antioquia,
siendo gobernador Oscar Montoya. El presidente Belisario Betancur le impuso la
Gran Cruz de Boyacá el 28 de agosto de 1983. El Banco de la República,
seccional Pereira, quiso hacerle un
homenaje colocando su nombre a las instalaciones culturales del Banco. Con poco entusiasmo
asistió a la ceremonia que tuvo lugar el 17 de agosto de 1985 con asistencia de
un selecto grupo de personalidades de la ciudad. El escritor Héctor Ocampo Marín le hizo entrega de la obra
“El poeta de la ruana”. Fatigado se retiró a su casa a las 1-15 de la tarde. Un infarto le sobrevino y LCG
falleció. Ese día leyó su último poema escrito para la ocasión.
El presidente Betancur lo despidió con un sentido discurso
que entre otras cosas decía: Debe ser
bello el saberse recordado por los siglos de los siglos a la manera de Luis
Carlos González, con una de sus canciones en los labios, entonada generación
tras generación, para reafirmar el poder
inextinguible de los sueños y de la esperanza.
De él debemos despedirnos por tanto con una canción susurrada en voz
alta, reconstruida en silencio dentro de la turbamulta del alma..”
SU OBRA
Además de “Sibaté”, “Asilo de versos” y “Poemas”, sus versos
quedaron impresos en “Pereira canta”, “A
control remoto”,”Retocando imágenes” y “Anhelos”.
Enrique Figueroa musicalizó veinte poemas: “Lejana”, ”Madre
Labriega”, “Recuerdos”, “Antioqueñita”, “Manizales canta”, “Vecinita”.
“Ventanita”, “Aguardiente de caña”, “Acuarela”, “Cansera”, “Callecita morena”,
“Relojito”, “Besito de fuego”, “Paisaje”,”Muchachita parrandera”, “Compañero”,
“Nochebuena” “Los Viejos”, “Pereira” y “Cobardía”.
José Macías le puso música a
“Mi casta”, “Fondas de ayer” y
“La Ruana”.
Fabio Ospina musicalizó “Caminos de Caldas”, “Muchachita
pereirana”, “La esquina” y “Sin
palabras” la que canta Beatriz Arellano.
Hugo Tres Palacios musicalizó “Tarde”. De Enrique Villegas es la música de
“Compañera” y “Ajena”. Sedy Cano lo hizo con “Cafetal”, Arturo Cano le puso
música a “Matapalo”, “El Hacha” “Camino ciego” y “Camino y tarde”.
Manuel Ramírez musicalizó
“Alfiler”, “Troncos secos”, “Juramento” y “El Carriel”. De Gabriel Arias
es la música de “Agua montañera”, “Te
quiero” y “Amor montañero”. Francisco Bedoya le puso música a “Trocha de lágrimas”; Joaquín Arias a
“Montañera”, de Rodrigo Gòmez es la música de “Harapos”, Sofìa ângel de C
musicalizò “Yo pecador”; Lucho y Nlhem musicalizaron “Barrio pobe”, de Eduardo
Cava es la música de “Cafè de Colombia”
y el doctor Jorge Villamil le puso música a “ Bendigo mi soledad”. “Dos
palabras” “Al bambuquero”, “Mariposa verde” y al pasillos “Orgullo”
Arturo Henao le puso música a "Matapalo", "El Hacha", "Camino Ciego" y "Camino Verde".
Arturo Henao le puso música a "Matapalo", "El Hacha", "Camino Ciego" y "Camino Verde".
Me gusta mucho, sólo una corrección; quién le dió música a: “Matapalo”, “El Hacha” “Camino ciego” y “Camino y tarde” fué Arturo Henao (1915-1978), gracias.
ResponderEliminarGracias por el aporte, los datos sobre Arturo Henao se agregaron al artículo
ResponderEliminarOrgullo y Yo te perdono fueron musicalizados como pasillos. Orgullo por Arturo Henao. Del otro no tengo el dato
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