Alfredo Cardona Tobón
Con el nombre de Risaralda
se fundó la floreciente población de Marquetalia en el oriente de Caldas, y se
identificó, igualmente, al corregimiento de San Joaquín cuando se
convirtió en otro municipio de Caldas.
Risaralda es un nombre
compartido entre dos departamentos con historia e intereses en el valle regado
por el río Risaralda, que en tiempos coloniales se denominó Sopinga, al igual
que la aldea convertida posteriormente en la población de La Virginia.
Para encontrar el origen de
la palabra Risaralda debemos remontarnos al siglo XVIII y situarnos en el valle
del rio Appa o Sopinga, dominio de zancudos y de bichos.
A principios del siglo XVIII
un español de nombre Jerónimo de Rizaralde[1], montó en la parte media
del río una vasta estancia de caña donde
producía melaza y panela y tenía
instalado un sacatín para sacar aguardiente. Poco a poco los vecinos empezaron a identificar esa parte
del río con el nombre de Rizaralde,: así
que hablaron del río de Rizaralde, el
camino de Rizaralde, las tierras de Rizaralde
y al fin la palabra Rizaralde se convirtió en Risaralda, y así se siguió
conociendo una parte del rio y el valle estrecho que recorría.
Por décadas se habló indistintamente
de Sopinga y Risaralda: Sopinga llevaba
la impronta caucana y Risaralda el sello antioqueño hasta que los paisas
definitivamente borraron a Sopinga
y al empezar el siglo XX en documentos y en crónicas solamente se
habló del río y el valle de Risaralda y
de la población de La Virginia.
SOPINGA
La gente del cacique Guática
ocupó la parte alta del valle de Appa o Sopinga hasta que los encomenderos españoles los
desplazaron a la zona minera de la cordillera.; no parece que hubiera más
tribus en ese mortífero valle; sin embargo en 1683 un censo colonial enumera
las familias del pueblo de la Sabana asentado en las lomas de los contrafuertes
cordilleranos.
En la época colonial se tuvo noticia de
algunos palenques ubicados cerca de la desembocadura del río Sopinga en el río
Cauca; apenas en la guerra de Los Supremos, acaecida en 1841, se acentúa la
presencia africana en Sopinga, pues
muchos de los esclavos que engrosaron las filas del general Obando, para salvar
sus vidas se refugiaron en los montes de esa zona..
Poco después, cuando la
columna del general Eusebio Borrero contramarchó desde Antioquia con su tropa afectada
por la viruela y cruzó el valle del Sopinga, los infectados esparcieron la
terrible enfermedad y en los montes cerrados de Sopinga numerosos cimarrones
encontraron la muerte al igual que muchos colonos del naciente poblado de Papayal.
Durante las guerras de 1850
y 1876 partidas de criminales plagaron el territorio de Sopinga y en la guerra de los
Mil Días las tropas conservadoras
acantonadas en Ansermaviejo peinaron la selva sopingueña y recorrieron la
trocha hacia Cerritos en busca de los guerrilleros liberales que azotaban la
región.
Por siglos la palabra Sopinga
fue sinónimo de cólera, paludismo y fiebre amarilla. Los hermanos Díaz Morkum
con colonos riosuceños intentaron abrir potreros en la zona de Pumia pero el
rastrojo y los pumas ganaron la partida. A fines del siglo XIX los empresarios
antioqueños compraron extensos baldíos y grandes globos de terreno en los
resguardos de Tachiguí, Apía y Tabuyo. El café llenó las laderas del valle, los
barcos a vapor surcaron las aguas del Cauca y el amanecer de una nueva era alumbró el valle de Risaralda
mientras se eclipsaba el sol de
Sopinga.
RISARALDA
Los primeros documentos
oficiales del departamento de Caldas se refieren a Risaralda; es entonces con
la administración manizaleña y las inversiones de Francisco Jaramillo que entra
la era de los paisas y empiezan a desaparecer las raíces caucanas.
Mientras los empresarios desecaban pantanos,
tumbaban selva, establecían potreros y le ganaban de mano a los mosquitos y a
los ciempiés, los escritores Bernardo
Arias Trujillo en la novela “Risaralda” y Rigoberto
Gil en los “Recuerdos de Gil”
invocaban el alma sopingueña que vibraba
en los cuchillos de los guapos y en las
caderas de las mulatas, sin embargo ni el un ni el otro pudieron descorrer el velo
que envolvió a las comunidades ancestrales y
plasmar una historia que aun está por escribirse.
El pasado de Sopinga está por
descrubrirse : poco sabemos de los palenques ; solamente unos reglones se
refieren a los combates de la guerrilla
de Serviez con las tropas de Sámano en la desembocadura de la quebrada Palogordo; ha quedado en las sombras de la historia la aldea de Papayal y no se ha escrito sobre la colonización riosuceña del
paraje de Pumia.
En cuanto a la historia
reciente, Risaralda llenaría estantes de libros con la navegación a vapor en el
Cauca, la lucha entre el hacha y el papel sellado, el desplazamiento de los
negros de Carmen de Cañaveral, los atropellos a los colonos pobres de
Dosquebradas, el puente sobre el rio Risaralda, el paso del tren… y los recuerdos enclaustrados en la casona de Portobelo, donde nació la novela
“Risaralda” y se selló la separación
pereirana del Antiguo Caldas. .
Muchos son los recuerdos que
atesora el valle de Risaralda: en la década de los treinta del siglo pasado, el
líder Ernesto Arango Zea lideró una campaña para formar el departamento del Quindío
con capital en Pereira y fue La Virginia el sitio de reunión de los delegados
municipales que deseaban separarse de Caldas. En 1949, en plena violencia conservadora, el
Concejo de Belalcázar sesionó en La Virginia y en el puerto operaron las
entidades municipales ante la arremetida de “Los Pájaros” que hacían invivible
la cabecera municipal.
En el gobierno del general Rojas Pinilla, La
Virginia quiso convertirse en municipio, e incluir en su territorio la zona pereirana de Caimalito; de inmediato
la dirigencia pereirana se puso en pie, retrasó las aspiraciones de La Virginia
e impidió que Caimalito hiciera parte del nuevo municipio[2]
Al salir el sol, cuando la
neblina desarropa el valle de Risaralda, desde la finca Villa Sofía, en la
subida a Balboa, se admira la figura de una mujer recostada, con senos turgentes y una larga cabellera; recuerdan
los ancianos que antes reposaba sobre el tapiz verde de la selva, ahora lo hace
sobre cultivos de caña y las chimeneas
del ingenio azucarero.
Quienes en mala noche han
recorrido la trocha de la Gironda, dicen que en la bajada a la hacienda de San
Francisco se oye entre las sombras los gritos de Pedro Benjumea arriando
una recua de mulas y los vecinos más
viejos del Alto del Rey, colindante con el valle del Risaralda; hablan de entierros y de fusiles sepultados
bajo los cafetales.
Infortunadamente, todos esos mitos y leyendas de Sopinga y Risaralda
desaparecerán muy pronto, borrados por una civilización suicida que está acabando con los
pocos montes que sobreviven y contaminando los arroyos agónicos que aún bajan
de la cordillera.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE CONSULTA
Archivo Notaría 1 de Anserma
Caldas
Archivo parroquial de
Anserma Caldas- Libro de bautismos- 24 de marzo de 1704
Archivo parroquial de Toro-
Valle-
Alfredo Cardona Tobón- Los
caudillos del desastre- Univ. Autónoma de Manizales- 2006
[1]
Acta de bautismo en la iglesia de
Anserma:
“ el 24 de marzo
de 1704, yo el Doctor Salvador de
Castro, cura interino de la ciudad de Anserma, bauticé y puse óleos a Juan
Manuel de Risaralde, hijo legítimo de Jerónimo de Risaralde y de Jacinta de Orozco, naturales de la
ciudad de Anserma. Fue su padrino el sargento mayor don Bartolomé de Bosco.
[2] 24
DE OCTUBRE DE 1954- ( Periódico La Patria)
El Secretario de
Educación de Caldas a nombre de todos los miembros del gabinete departamental
presidido por el gobernador Sierra Ochoa, expuso en su despacho una nota sobre
la desobligante actuación del alcalde de Pereira, Señor Lázaro Nicholls ante la
creación del municipio de La Virginia en las ordenanzas publicadas en los
periódicos de Pereira. Se informó, además, que había ratificado sus
declaraciones con adjetivos violentos en el aeropuerto de Pereira ante personas
respetables.
El Secretario de
Higiene, doctor Fabio Buitrago, dice que se empapeló a Pereira con cartelones
en donde la Sociedad de Mejoras Públicas de Pereira, calificaba a su persona
como persona no grata en aquella ciudad y que a pesar de haberse dado orden de
retirarlas no se había hecho.
Después de las explicaciones del caso y con la intervención
del gobierno y el Superintendente de Rentas se convino en solicitar al alcalde,
retractación pública de sus ofensa y si no lo hacía sería destituido.
FOLCLOR
ResponderEliminarValiosa la información. Aclaró el deseo de conocer el origen de la palabra Risaralda. De Rizaralde, un chapetón. Gracias.
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