Alfredo Cardona
Tobón*
En la mañana del 21 de julio de 1810 la virreina ordenó
llevar vino dulce y bizcochos a la Sala de Audiencias del Palacio; el carácter ameno y jovial de esa reunión entre el
virrey Amar y Borbón, algunos Oidores y la Junta de Gobierno establecida por
los criollos tras los bochinches del 20 de julio de 1810, tranquilizaba al
virrey que observaba complacido y halagado las zalemas de José Pey y de los otros cortesanos.
Pero todo cambió a
las doce del día cuando la gritería
del populacho, que avanzaba por la calle de La Moneda y por la calle
Real, sobresaltó a los concurrentes del ágape palaciego y los denuestos contra el virrey y
los Oidores recordaron a Amar y Borbón y a la Junta Suprema que existía un
pueblo alborotado con conciencia de ser parte, también, de la Nueva Granada.
La turba dirigida por
José María Carbonell se desbordó por el centro de Santa Fe, atacó las casas de
los Oidores, liberó al canónigo Rosillo, que estaba confinado en un convento, y en andas y con música lo llevó en triunfo
hasta la Plaza Mayor.
LA JUNTA DE SAN
VICTORINO
A las cinco de la
tarde del 21 de julio, Carbonell desconoció
la autoridad de la Junta Suprema y en la barriada de San Victorino
constituyó una Junta Popular compuesta por criollos republicanos y algunos
artesanos. A partir de esa hora Santa Fe quedó en manos del pueblo y la Junta
Suprema quedó a merced de la presión de los chisperos.
Infortunadamente la
Junta Popular no tenía norte ni objetivos claros y mientras movilizaba a la plebe y forzaba la prisión
del virrey y de los Oidores, la Junta Suprema organizaba sus cuadros, aseguraba
el control de los oficiales españoles y reforzaba las milicias con los orejones
de la Sabana.
El 14 de agosto el
notablato criollo exasperado por la algazara de los “ruanetas” organizó una
manifestación en la Plaza Mayor, adonde llegaron tropas apoyadas por gachupines y
regentistas, para exigir la libertad del virrey y de su esposa. El presidente Pey,
Camilo Torres y otros vocales de la Suprema se dirigieron a la cárcel,
liberaron a Amar y Borbón y se
disculparon por el “afrentoso atentado”, mientras las damas de alcurnia iban a
la prisión de mujeres y llevaban a la virreina de regreso a Palacio en medio de
flores y vítores.
El pueblo reaccionó
de inmediato y la Junta Suprema, para evitar otro encarcelamiento del virrey,
lo sacó de la capital granadina, mientras la curia entretenía a los
parroquianos con una procesión a la Virgen.
CARBONELL EN PRISIÓN
En las primeras horas
del 16 de agosto de 1810, los cascos de una escuadra de caballería retumbaron
por las calles empedradas de San Victorino. Al frente iba José Miguel Pey y
algunos oficiales españoles y atrás cabalgaban los voluntarios orejones. La Junta
Popular iba a pagar su inexperiencia y su lenidad: Carbonell, presidente de la
Junta, el vicepresidente Eduardo Pontón y el secretario Manuel García fueron cargados de grillos y conducidos a la
cárcel. La Junta Suprema tomó el control de Santa Fe y el pueblo quedó pasmado y lelo sin los
dirigentes chisperos que los empujaran y les señalaran un camino.,
EL REGRESO DE ANTONIO
NARIÑO
En las mazmorras de
Cartagena purgaba su condena Antonio Nariño. El precursor de la independencia,
el hombre que se había atrevido a hablar de libertad de la metrópoli, continuaba
preso, pues a los criollos contrabandistas y oportunistas de la costa y del
altiplano no les convenía su presencia. Cuando al fin fue liberado por la
presión de su esposa y algunos amigos, el traductor de los Derechos del Hombre,
quedó varado en Cartagena, al carecer de recursos para viajar a Santa Fe. Apenas el 8 de
diciembre de 1810, Nariño pudo llegar a la capital del virreinato en medio de la
hostilidad de los miembros de la Junta Suprema que quisieron reabrir los procesos que utilizaron los realistas
para perjudicar al Precursor.
Muy pronto Nariño se
puso al lado del pueblo y de los chisperos y en su periódico “La Bagatela” pidió la declaratoria de Independencia de
España y el desconocimiento de Fernando VII. “No hay manera- escribió Nariño-
de querer ser libres dependiendo de otro gobierno, es una contradicción ;
con que, o decretar de una vez nuestra independencia o declarar que hemos
nacido para ser eternamente esclavos”.
Entonces la Junta
Suprema designa como presidente de
Cundinamarca a Jorge Tadeo
Lozano, quien difícilmente gobierna ante
la oposición creciente de “los guaches”. El 19 de septiembre de 1811,
Carbonell moviliza de nuevo a su gente que azuzada por las “noticias gordas” de
La Bagatela, acude en masa a la Plaza Mayor, obliga al Colegio Constituyente a
disolver la Compañía Challerda, compuesta de españoles, y exige la renuncia de
Tadeo Lozano abrumado por los acontecimientos.
Los exaltados blanden
palos y lanzas y bajo el influjo de Carbonell, que sigue dominando al populacho, piden a Nariño se ponga al frente del gobierno. A las cuatro de la tarde, una comisión del Colegio Legislativo acompañada
por Carbonell, lleva la proposición al Precursor y este se acerca de inmediato a
la sede del Colegio a tomar posesión del cargo de Presidente de Cundinamarca.
Con Nariño empieza a
consolidarse la Independencia. Ese 19 de septiembre de 1811 retumba, en
realidad, el grito de Libertad, que no dejaron oír los criollos de la Junta
Suprema el 20 de julio de 1810.
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